Capítulo 25

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Ver la silenciosa reacción del padre de Demian fue suficiente para lograr hundirme. En el fondo deseaba que este día saliera bien, quería que Demian hiciera las paces con sus padres e intentar ser una familia de verdad de una vez por todas. Esas ilusiones se hicieron más grandes en cuando vi a su hermano y a su familia. Ver a Demian tan feliz y tan ilusionado, me hizo sentir la persona más afortunada del mundo. Pero en el momento en el que la mujer de James me miró de la manera en la que lo hizo, supe de inmediato que yo sería la única que no lo pasaría bien bajo las atentas miradas de todos ellos.

Tengo muchos sentimientos encontrados: me siento triste, culpable, enfurecida, pero sobretodo siento miedo. Eso último es el que más me afecta, solo de pensar que Demian pueda estar enfadado conmigo o simplemente se sienta arrepentido de tenerme presente en su vida, hace que me sienta impotente. Odio depender emocionalmente de este hombre. Siempre he sido independiente, siempre he intentado hacer las cosas por mí misma. Y ahora todo eso ya no existe, esa soledad e independencia se han esfumado. Por una parte, me siento más aliviada al saber que tengo a alguien a mi lado. Pero eso también puede ser doloroso, porque no puedo asegurar que estará siempre a mi lado y solo de pensarlo hace que me sienta...

Suspiro sin querer terminar mis locos pensamientos. No quiero pensar de esta manera, Demian no se lo merece. Yo tampoco me lo merezco.

Una pequeña sonrisa aparece para dejar atrás la tristeza que sentía hace apenas unos instantes. Este es el efecto que tiene ese gran hombre sobre mí, los provoca sin estar siquiera presente. Giro la cabeza para poder ver la hora que marca el reloj que se encuentra en la mesita de noche. No pasan de las once y media, he estado metida en la cama echándome la culpa por lo que ha pasado, sin ni siquiera responder a las llamadas de Alexis. Sin esperar ni un segundo más, cojo el móvil y le mando un mensaje. Poco después me manda otro de vuelta, pidiéndome ver mañana por la tarde. Acepto encantada. Necesito pasar el día con mi mejor amiga.

Salgo de la cama algo más animada en busca de Demian. Pero no logro dar ni dos pasos ya que justo en ese momento el hombre da paso a su presencia. Ninguno de los dos soltamos palabra. Esa mirada gris me sigue poniendo tan nerviosa como cuando le conocí y me pregunto si algún día dejaré de sentirme de este modo.

Jamás pensé que a tan corta edad encontraría a un hombre como él. Un hombre que se esfuerza todos los días para hacerme sonreír, un hombre que ha empezado amarme como nadie lo ha hecho, que me cuida y me respeta como nunca lo había imaginado que lo harían.

Seguimos en silencio, lo único que cambia es nuestra posición. Sin darme cuenta ya estamos a tan solo unos centímetros el uno del otro. Todo al nuestro alrededor se vuelve más pesado e intenso. Ya he vivido esta situación en otras ocasiones.

Demian interrumpe mis pensamientos, estampando sus labios contra los míos con ímpetu. Cuando nuestros labios conectan, mi cuerpo decide dejarse llevar y mis manos ascienden y lo agarran con algo de fuerza de la camisa. Me levanta sin dificultad logrando que mis piernas rodeen su cintura. Camina los pocos pasos que nos separan de la cama, donde me deposita suavemente sin dejar de atacar mis labios. Atrapa el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y tira con suavidad de él, haciéndome soltar un leve gemido. Pocas caricias después, pierdo la razón y mi cerebro ha desconectado, ya no quiere saber nada del resto del mundo, solo quiere dejarse llevar tanto como yo. Me apresa entre sus brazos, besando con veneración cada centímetro de mi piel. Me está amando y torturando a partes iguales...dulce agonía.

Demian

No puedo esperar más, necesito tener a esta mujer solo para mí. No recuerdo haber deseado tanto a alguien en toda mi vida.

Gruño al sentir como sus manos se aferran con fuerza a mi espalda, incrustando sus uñas en mi piel por encima de la camisa que sigue cubriendo la parte superior de mi cuerpo, mientras yo sigo sin poder despegar mis labios de su cuerpo, mordisqueando, besándolo y amándolo.

— Eres preciosa– mis besos descienden hasta llegar a la parte baja de su abdomen y siento como su cuerpo se convierte en galantina entre mis manos. Reparto algunos besos alrededor de su ombligo sin dejar de acariciar sus largas piernas.

— No estás jugando limpio –su voz está irreconocible y esto es solo el principio.

— ¿Y eso por qué preciosa? –en ningún momento mi cuerpo abandona el suyo, necesito tenerla cada vez más cerca.

— No estamos en las mismas condiciones. – sonrío mientras me llevo las manos a la camisa y empiezo a desabrochármela con lentitud, quiero alargar este momento tanto como sea posible. Antes de poder seguir con mi tarea, sus tímidos dedos fueron en busca de la cremallera de mis pantalones, sus ojos ardían de deseo, tanto como los míos. Solo puedo sonreír con picardía, a medida que mi ropa hace compañía a la suya, en el suelo. No podía hablar, al parecer ella tampoco, no creo que hagan falta palabras.

Sin poder esperar más tiempo, la vuelvo a tumbar sobre su espalda y en un abrir y cerrar de ojos ya nada se interpone entre nosotros. Vuelvo a pegar mis labios contra los suyos, con la intención de tranquilizar sus nervios, pero eso no hace nada más que impulsar las cosas. Nos separamos tan solo unos centímetros, me mira a los ojos mientras asiente de forma lenta como respuesta a mi pregunta no formulada.

A partir de ahí, todo fluye entre nosotros de manera natural. Sigo venerado su cuerpo con toda la delicadeza que se merece. Sigo amando cada parte de su suave y cremosa piel. En la habitación solo se pueden apreciar nuestras pesadas respiraciones y sus débiles gemidos. Jamás me he sentido más completo. Jamás he llegado a sentir tanta felicidad. No habrá día en el que no agradezca que esta mujer haya aparecido en mi vida, haciendo que mi corazón vuelva a latir. Llenándome con la felicidad que nunca antes había sentido. Es mía, en cuerpo y alma.

Mía.

Unidos por el destino © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora