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** Todos tenemos nuestros propios campos de batalla **
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Ya que es obvio que los Akatsuki no vendrán por mi el primer día, decido dirigirme a una posada lejos de Konoha.

Primera semana: nada

Segunda semana: camino hacia la aldea ocultar de niebla.

Tercera semana: nada.

Cuarta semana: llego a la aldea de la lluvia. Una aldea muy sombría y que tal como su nombre lo indica, llueve mucho.

Cuando entro a la aldea, las pocas personas que caminan por las calles me miran con algo de disgusto y curiosidad. A pesar de ello, me acerco a preguntar por una posada.

— Disculpe— llamo la atención de un anciano que al voltearse parece asustado— ¿sabe de alguna posada disponible?

— El ángel es bueno— dice— ella le dará asilo.

<¡¿Eh?!>

— Y ¿ Dónde se encuentra el ángel?— pregunto siguiéndole el juego.

— En todos lados, ella siempre nos cuida.

<OK, este señor si que esta chiflado>

Le agradezco su respuesta con la sonrisa más falsa que jamás he entregado a una persona y luego sigo mi camino. Vuelvo a preguntar a otras personas, pero ellas se muestran reacias a responderme.

Camino derrotada hasta un pequeño callejón decidida a que tendré que dormir en la calle. En ese momento oigo los gritos de hombre peleando en una cantina.

Noto que dos hombre salen a golpes de la cantina y gritan cosas incoherentes. Al parecer ambos se han pasado de copas. Uno de ellos golpea al mas alto y fornido, este último saca una cuchilla de su pantalón y en un golpe rápido, clava la cuchilla en el pecho de quien le golpeó. Luego sale corriendo y deja al herido gritando de dolor y derramando sangre en el suelo.

Lo que más llama mi atención es que nadie, absolutamente nadie acude a la ayuda del hombre herido. Yo, incapaz de soportar la cara de dolor de aquel sujeto, me acerco y arrodillo a su lado.

— Ayu...dame— pide con un hilo de voz.

Miro a mi alrededor buscando la manera de ayudarlo, pero nada me es útil. Y a juzgar por la sangre que esta perdiendo, es imposible que siga con vida.

— Tranquilo ¿si? Todo irá bien— le intento calmar.

— Due...le mucho.

Observo su cara de dolor y no puedo evitar sentir lástima.

Y a pesar de que odio utilizar esta técnica de sanación, lo hago.

Pongo mis manos en su pecho, donde está la herida y absorbo el dolor. Más que absolverlo, lo traspaso. Hago que fluya de su cuerpo, pase por mis venas y llegue a mi. Mientras más dolor, más negras mis venas y mientras más negras, más dolor para mi. Exactamente por eso la odio, a nadie le gusta sentir dolor.

— Gra...cias— me susurra el hombre dando su último aliento y, despojándose de toda fuerza cierra sus ojos muertos. Al menos ahora hay paz en su rostro.

Limpio mis manos llenas de sangre en mi ropa y luego me pongo de pie.

—¿Quien eres? Dame tu nombre— oigo voz femenina por sobre mi cabeza.

Al girar me encuentro con una chica de cabello morado tomado con una rosa de papel, tras ella, en su espalda se extienden alas del mismo material. Es hermosa, parece un ángel. Pero sin lugar a dudas lo que más me llama la atención es su atuendo: capa negra con nubes rojas.

Amor Escarlata ( Itachi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora