XXV

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Él me sirvió de inspiración,
Recuerdo haber visto la escena;
Tanto en aquel periódico,
Como en la vida misma. 

Habían demasiadas luces, más de las que mi operación ocular podría soportar. Alarmas. Ruido. Lágrimas.

El recuerdo era
como una reserva de insumos para mí,
Y mis pequeños deseos.

Recuerdo que ellos hicieron una fiesta en mi honor,
Pero no recuerdo haber recibido ninguna invitación.

Estábamos todos a la mesa;
La lujuria se trajo consigo una botella de mi preciado néctar,
El fruto de mis acciones.
Era aquella vieja reserva,
Cuyo sabor se tornaba más y más exquisito con el paso de los años.

La avaricia, a quien se le pidió traer...
!Ja¡
Irresponsable ese que le dio a la avaricia la tarea de traer algo.
De seguro fue la mentira,
Pero cuando le pregunté
Ella me miró con el rostro de una niña pequeña,
Y me juró que no había sido ella.

— Mira quién llegó—  Dijo una voz extraña.

    — Bienvenida conciencia, llegas un año tarde querida,
¿Te gustaría una taza de te?
Sé que no tomas culpa, llevas sobria unos meses— exclamó alguien al fondo de la mesa.

Yo nunca había visto a la señorita que acababa de entrar por las ventanas, aunque tenía todos los ánimos de robarse la atención.
Mi atención.
La fiesta debía ser únicamente para mi...

Para celebrar que... no lo sé.

Me preguntó por las noticias del periódico,
Pero ¿Que podía yo decirle? El caso se había abierto nuevamente, y se acercaba el día de su misa anual según me enteré.

Pero a mí me interesaban las causas,
No el hecho.
Ya todo ocurrió;
No hay vuelta atrás.

Ella me miró con tal desprecio,
Sus miradas eran hojillas,
Pero yo parecía hacerme más fuerte, por cuantas más arrojaba.
Quiso que me arrastrara y diera lástima,
Estuve dibujando ondas en mi bebida
Pero ya no reconocía nada.

Lo único en lo que podía pensar era esa extraña voz,
Pero me desperté de aquel inusual sueño.
Y ya no podía recordar.

Diario de ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora