XXVII

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Cuando un huracán azota una región todos se preguntan que sucede con las personas,
con sus malditas casas,
con sus objetos.
Me abruma su cinismo,
¿a caso piensan que eso no es materialismo?
    — Del siglo XXI—

No hay duda.
Todos preguntan por el efecto,
Nunca por la causa.
La razón se olvida y el hecho queda.
Con él no era distinto.
Todos se lamentaban el día de su funeral,
Lo recuerdo bien.
Asistí, y no fui más que un fantasma entre la gente.
Entre los pocos
Que estaban, claro.
Como siempre cada quien aprovechaba para darse aires de Sherlock Holmes.
Aún no habían terminado la investigación,
Habían dudas,
No se sabía si se trataba de un homicidio,
Un suicidio,
O un simple accidente.

Su forma de pensar,
era de ese positivismo enfermizo. Con esa necesidad de lamer las heridas ajenas, creo que por eso me atrajo al principio, pero él no sólo quería cubrir mis heridas sino generar otras nuevas.

Él y sus amigos todos los viernes por la noche.

Mi cabeza estaba sobrecargada de realismo y cada día buscaba otra razón para romperme.

Ya sea buscando "salvavidas" en el bar que me hicieran sentir como hace unos 9 años: rota, vacía y en especial amoldable. Hecha para cumplir los deseos de cualquiera. 

¿Estabas de acuerdo a asumir tu destino?

Para mí no había lugar
A las dudas
e inseguridades.

Irónicamente, estaba tan segura.

Tenías una nota aguda,
Pero el resultado fue tan grave,

Casi lo escucho entre la línea
Cuando resonaron las llaves;
luego de un turbulento sonido que me hizo
Estremecer,
A pesar de estar
A kilómetros de distancia.

—¿cuántos?—

Eso nunca podrás saberlo.

 



Diario de ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora