Pola regresaba el 31 a mediodía y le dejé un recado para que me hablara en cuanto llegara. Quería saber también si no tenía un plan para el Año Nuevo. No quería quedarme en mi casa. Cuando llegó me habló por teléfono. Le dije que me urgía verla. Lía al parecer llegaba de Los Ángeles el 2 de enero y Manuela se había adelantado y estaba ya en México, sólo que en casa de su hermana que estaba casada. Le hablé al celular y quedamos de vernos las tres en Perisur en el lugar de siempre. Les conté y se quedaron calladas. No sabían qué decir. Pola me miró con compasión y Manuela dijo que Fero era un seductor serial. Me sentí peor porque sabía que ellas eran vírgenes todavía. Había ya una línea que nos dividía y lo sentí de inmediato. Manuela me dijo que con los hombres se valía jugar pero nunca caer. Ya no me incluyeron en su plan de festejo de Año Nuevo. Al día siguiente ya no supe de ellas. Pasé el 31 en casa reflexionando sobre mi año y mi conclusión no fue muy buena.
Cuando regresó Lía seguramente le contaron Pola y Manuela o le contÓ Richie, no lo sé. No tuvieron que decírmelo, estaba expulsada de las reinas. Me había convertido en una zorra de un día para otro. Justo antes de regresar a clases, sin embargo, aparentemente Lía tuvo un cambio de parecer y decidió hablar conmigo. Me citó en Altavista y me dijo que la había decepcionado mucho y que además la había puesto en una situación muy incómoda con Richie porque él le había reclamado que si su súper amiga, o sea yo, podía tener sexo con su amigo a quien acababa de conocer, cómo podía ser que ella, comprometida con él, no quisiera hacerlo. Me quería preguntar cosas sobre el sexo. Me dijo que ella no era virgen-virgen porque con Monroe había experimentado un poco pero nunca hasta llegar all the way, a la penetración, pero que eso era algo que yo no podía decirle nunca a nadie.
Me dijo que a partir de ese día las cosas cambiarían. Las reglas serían distintas. Podría salir de la escuela con ellas, me dijo Lía, para salvar mi reputación, pero que por la situación con Fero ya no podrían salir conmigo en las noches, porque sería incomodísimo. También era porque necesitaban a una quinta para ser las cinco fantásticas, pero después de las horas de clases ya no habría contacto con ninguna. Tampoco después de la graduación nos veríamos jamás. Había una gran diferencia entre ellas y yo, me dijo, al parecer tenemos valores distintos: "Las reinas son remas siempre. Tú dejaste de serlo. Lo siento Pam". Supe que ese arreglo duraría poco. Hablarían de cosas que yo no entendería, estaría fuera del círculo y del juego, sería una farsa mayor. Esa noche me habló Fero, lo cual me sorprendió porque juraba que nunca más iba a saber nada de él. Me invitó a una fiesta y accedí. Ya no tenía nada que perder. Pensaba que lo único que yo había querido era ser aceptada y querida y eso me había llevado a cometer muchos errores pero que ya no había vuelta atrás. Estaba tristísima. Pensaba en Pablo y en cómo lo había dejado ir. Seguramente ya era demasiado tarde para recuperarlo y él estaría furioso y confundido sobre quién era yo en realidad. Sentí que, además de traicionarlo a él, me había traicionado a mí misma. Me había estado mintiendo durante mucho tiempo. Le pedí permiso a la abuela y me dijo que quería conocer a Fero antes de que saliéramos.
Cuando llegó Fero, Mari lo hizo pasar a la sala y la abuela lo recibió. Escuché cómo platicaban y cuando bajé, muy arreglada, vi que ella estaba muy satisfecha con él. Fero tenía veinticuatro años y tenía mucha experiencia. Sabía bien cómo tenía que comportarse con la gente grande, salimos y me dijo que me veía guapísima. Yo estaba muy callada y no quería hablar de nada y mucho menos de lo sucedido la otra noche. Cuando llegamos a la fiesta me presentó a sus amigos y después me llevó a un cuartito donde me empezó a besar. La verdad es que yo ya no sabía qué hacer, ni cómo comportarme, ni si regresarle los besos, que la verdad ya sobria no se me antojaban. No sabía cómo pedirle tampoco que me regresara a mi casa de inmediato. Al llegar me sentí muy chiquita, como una niña en medio de gente muy grande y grotesca. Miré todo lo que me rodeaba como si fuera irreal. Me acerqué a Fero mientras platicaba con otra chava y le pedí que me llevara a casa, pero me ignoró, así que le pregunté a la chava de la casa su dirección y llamé a un taxi desde mi celular. Cuando llegó el taxi ni siquiera me despedí de Fero. Me quedaba clarísimo que yo no le importaba nada. En el camino, en el taxi, me miré en el retrovisor y dije en voz alta: "Ya basta". El taxista no entendió y yo sólo me reí, mientras en mi interior, mi mente daba miles de vueltas y mi corazón latía a mil por hora. Yo sólo quería llegar a mi casa, para estar a salvo y no volver a salir nunca. Sentí que había perdido algo, y que sólo así, tal vez podría volver a recuperarlo.
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Mi vida de rubia
RomancePamela, una chica de 17 años, vive en San Miguel de Allende, Guanajuato, con sus padres siento hija única. Durante la mayoría de su vida se a visto como una "recha", empezándose a sentir un fantasma social, visible para su pequeña familia pero invi...