La Navidad pasó tranquilamente. Los cinco en una cena muy formal, sin nadie más de invitado, escuchando música clásica y conversando poco. Mi abuela es bastante religiosa, aunque es muy respetuosa de que en mi familia inmediata nadie practique ni oficial ni extraoficialmente su religión. Mi padre ya no va a misa, aunque de niño había sido monaguillo y de joven era visitante asiduo a la iglesia. Mi madre influyó mucho en sus creencias de que todas las religiones son lo mismo y tienen cosas valiosas que aportar a nuestras vidas y así dejó de ser católico, pero seguía siendo muy abierto y respetuoso de las creencias de todos los demás seres humanos. Siempre decía que era un asunto de azar, de la historia del lugar en el que habías nacido y de la familia en la que te había tocado crecer. Mi abuela, sin embargo, sí puso árbol de Navidad y nacimiento. El espíritu no era muy navideño que digamos, porque se notó a la legua que mis padres no estaban contentos; creo que se habían peleado otra vez porque mi madre ya quería irse de la casa de los abuelos como fuera y a donde fuera para pasar Año Nuevo en otro lugar, pero mi padre no había podido tomar vacaciones. La abuela me compró miles de cosas, un Ipod, un celular, algunos suéteres de Zara que no estaban mal y un póster de Marilyn Monroe de Andy Warhol para mi recámara. Mis padres, como es costumbre, no me regalaron nada más que libros.
Entre ellos estaba Cartas a un joven médico del Dr. Arnoldo Krause Yo le compré una mascada de seda a la abuela, una pipa nueva al abuelo y a mi madre un suéter padrísimo de Zara, que esperaba que se pusiera algún día. A mi padre no sabía qué regalarle, así que le compré algunos audio-libros para que escuchara en el coche mientras iba y regresaba del trabajo. Cenamos casi en silencio y después de abrir los regalos, mis padres quisieron irse a su cuarto. Los abuelos me invitaron a ver una película con ellos, una película francesa viejita y acepté porque no había nada más que hacer. El 25 me desperté con una sorpresa. Estaba desayunando cuando entró Mari, la muchacha, y dijo que le habían traído algo "a la señorita Pamela". Todavía me daba risa y me sentía extraña de que Mari me dijera siempre así. Le había pedido muchas veces que me dijera Pam y que me hablara de tú pero sólo a veces lo lograba. Salí al vestíbulo y me encontré con un arreglo de flores enorme y un CD. Pensé que eran de Pablo, pero al mismo tiempo sabía que no podrían ser de él por que él no tenía el dinero para hacer algo así, además de que seguramente estaría muy enojado o sentido conmigo. Mis abuelos estaban encantados de que tuviera un "pretendiente". Mi padre estaba intrigado y contento por mí. Subí a mi cuarto a escuchar el CD. Venían canciones de todo tipo y al final una voz masculina que decíai "Feliz Navidad, Pam". Al escuchar la voz supe que los regalos eran de Fero. En la tarjeta del arreglo venía un número de teléfono celular y la abuela insistió en que llamara para darle las gracias. "Es lo correcto' , me dijo. Le marqué a Fero y sonaba súper cool, como si el haberme mandado flores fuera cualquier cosa. Me invitó a cenar y le tuve que decir que no, que era una tradición familiar quedarnos en casa el 25 para ver películas familiares. No sé si me creyó, pero me invitó para el día siguiente a tomar café: '¿O también hay alguna tradición familiar para el 26?". Insistió tanto que le tuve que decir que saldría con él. Pasé el día sin mucho ánimo, aunque los abuelos actuaban como si fuera algo extraordinario que tuviera un amigo así, y la abuela me daba muchos consejos que sólo me hacían reír porque seguramente ella no había tenido una cita en 50 años.
Nos vimos en un lugar en la Condesa para tomar cerveza y mezcal. La verdad es que nunca había probado el mezcal y me supo horrible, pero me emborraché muy rápidamente. Nos la pasamos bien, aunque en realidad Fero sólo habló de su vida, de sus éxitos, de su coche nuevo, de su casa y de los muebles de diseñador que se acababa de comprar y me dio un poco de flojera. Me preguntó si quería ir a conocer su casa y le dije que tenía que regresar pronto a mi casa porque mis padres me estarían esperando. Yo sabía que no era así, que los abuelos habían salido a cenar con unos amigos y que Alejandro y Jennifer se habían ido al cine, pero me pareció un buen pretexto.
En el camino de regreso a casa por Insurgentes se me atravesó un coche y me pegó. Como había bebido, mis reflejos no eran muy buenos y toda la parte derecha del coche quedó deshecha. Me bajé del carro y el señor del otro coche se bajó también furioso. Me dijo que había sido mi culpa. Yo le dije que lo sentía, que tenía seguro, pero él me dijo que él no tenía y que prefería que nos arregláramos por fuera. Así que tuve que ir al cajero y sacar lo último que me quedaba de dinero después de la Navidad, para darle al señor, porque si llegaba la policía y sospechaban que yo había estado bebiendo podría meterme en serios problemas. No sabía cómo explicaría lo del choque a los abuelos. Tendría que inventar una historia sobre que el coche estaba estacionado y que alguien lo había chocado. No sabía qué hacer. Cuando llegué a casa todavía no había nadie y me metí a mi cuarto a dormir, estaba mareadísima. Al día siguiente les expliqué a los abuelos lo del coche y aunque no me creyeron lo dejaron pasar. El abuelo, siempre muy práctico, dijo que esas cosas pasaban y su chofer llevó el coche al taller. La abuela sólo me dijo que tuviera más cuidado, que andar en coche no era como un juego de video y me abrazó.
En la tarde me habló Fero y me invitó a cenar. Me sentí muy halagada por su insistencia y le dije que sí. Pasó por mí y fuimos a cenar a un lugar, cerca de su casa, cuya especialidad era la comida de fusión asiática y cubana. No sé por qué, yo estaba muy nerviosa y sentía que me temblaban las manos cuando intentaba comer. No era porque Fero me gustara mucho, sino porque estaba en un date formal, el primero en mi vida, y sobre todo porque sabía que todo lo que hiciera y dijera llegaría a oídos de Lía. Tenía que comportarme como si tuviera dates siempre y eso me provocó mucho estrés. Seguía siendo una nerd absoluta a la hora de la hora. Yo le había mentido a Lía sobre mi vida amorosa. Le había dicho que en San Miguel me invitaban muchísimo a salir y que mi último novio en serio lo había tenido en quinto, con un niño lindo de sexto que se había ido a estudiar a Estados Unidos y que por eso habíamos terminado. Fero pidió dos vodka tonic antes de la cena y después un vinito mientras cenábamos. Me preguntó sobre la escuela y sobre mi parecer de que Lía y Richie se fueran a casar. Habló pésimo de Richie y dijo que no era un buen director de comerciales y que jamás la haría en el cine. Me pareció rarísimo que alguien hablara así sobre su supuesto mejor amigo. Después de un rato, también gracias al alcohol, se volvió realmente fácil platicar con él y hasta lo empecé a ver guapo. Supongo que porque era más grande y sabía llevar una conversación. Yo me había esforzado mucho en contestar y platicar normalmente, como lo haría con algún niño de la escuela, pero veía a Fero tan grande que pensaba que con él no podía fingir estupidez por mucho tiempo.
Empecé a platicar más como era yo realmente; le dije que había pensado estudiar medicina, pero que ya no estaba segura. Todo lo que le decía parecía interesarle. La verdad es que el vino se me subió y cuando fui al baño vi que tenía las mejillas súper rojas y todo se sentía muy suavecito, era como si estuviera flotando en una nube. Al final de la cena, cuando nos subimos al coche nos empezamos a besar y fue una experiencia indescriptible. El olor de Fero, su coche que estaba padrísimo, sus modales y su actitud arrogante de chico grande me parecieron súper seductores. Los besos se pusieron cada vez más intensos y cuando me dijo que fuéramos a su casa un rato accedí. Entre el vino y los besos yo me sentía como si estuviera derretida.
En el camino de regreso ya a mi casa casi no hablamos y sospeché que ya no hablaríamos más. Él logró lo que quería y yo, pues, me había dejado seducir como una verdadera estúpida. Al llegar a mi casa me dio un beso en el cachete y me dijo que me hablaría. Yo subí de inmediato a mi cuarto y luego me metí al baño y me bañé. Cuando se me había bajado el alcohol empecé a sentirme asqueada conmigo misma. No entendía qué había sucedido. Al día siguiente me sentí aún más extraía. Lloré muchísimo desde que me desperté.
Creo que no había llorado así desde niña. Me dolía el cuerpo, pero mucho más el hecho de que no tenía a nadie con quien hablar. A mi madre la sentía tan lejana y con mi abuela sería imposible hablar de eso. Me sentí muy sola. Deseaba muchísimo que regresaran mis amigas para contarles. Había leído historias así en las revistas, pero jamás pensé que me podría pasar a mí. Mi primera vez había sido con alguien a quien yo no quería.
Woo... cuanto tiempo desde la ultima vez que subí un capitulo, me disculpo y espero no vuelva a pasar. Culpen a la escuela... siempre es la escuela.
7 capítulos son los que hacen falta para que se termine la historia :'( así que me gustaría saber que tipo de historias les agradaría que subiera, o si creatividad no me falla subiré mi primera historia, así que se los agradecería si en un futuro se pasaran a leerla.
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Mi vida de rubia
DragostePamela, una chica de 17 años, vive en San Miguel de Allende, Guanajuato, con sus padres siento hija única. Durante la mayoría de su vida se a visto como una "recha", empezándose a sentir un fantasma social, visible para su pequeña familia pero invi...