En el casting me fue muy bien y me llamaron para un call back al día siguiente. No me dio pena porque ya casi nada me daba pena después de todas las estupideces que había hecho. Después de todo me había relajado. Allí sólo tenía que decir mi nombre y mi edad y darme una vuelta para que me vieran de perfil. A Pola y Manuela también las llamaron. Era un comercial de papitas y sucedía en un antro. A los cuatro días me hablaron y me dijeron que me presentara a las seis de la mañana del sábado. Me iban a pagar bien y me sentí feliz. Tenía que ir a una prueba de vestuario al día siguiente. La filmación fue todo el sábado en un antro en la Zona Rosa. Manuela pasó por mí muy temprano y lo agradecí porque yo no sabía todavía como moverme por la ciudad más allá del sur.
En realidad no era lo que me imaginaba. Había muchísimos extras como nosotras y teníamos que bailar un poco. Lo hice lo mejor que pude, aunque en realidad descubrí que no necesitaba hacer gran cosa, más que medio moverme y sonreír mucho. La filmación duró once horas, hubo momentos realmente aburridos porque no había nada que hacer. Yo platiqué con Manuela y Pola y leí mi libro. A la hora de la comida se acercó el director para platicar con nosotras, pero cuando le vi la intención de ligador, yo le dije que me disculpara, que tenía que salirme del set para hablarle a mi novio. Me paré de la mesa y creo que entendió rápidamente que no me interesaba. Pola y Manuela se rieron y tampoco le hicieron mucho caso. Así pasaron las horas y descubrí que aunque pagaban muy bien, realmente ni el modelaje ni el trabajo de extra eran lo mío.
El lunes siguiente Pola y Manuela no se me acercaron en el homeroom y las entendí, no querían hacer enojar a Lía. Todo el mundo hablaba de la fiesta de graduación, pero yo no estaba segura de si querría ir o no. La fiesta sería la noche después de la ceremonia de graduación en la escuela. Algunos estaban planeando un viaje y otros, los subgrupos rechas, preguntaban abiertamente que por qué querrían festejar con gente a la que odiaban. Faltaban todavía dos meses, pero era el tema de conversación y lo que le preocupaba a la mayoría. Empecé a hablar con algunas de las chachalacas y a conocer sus nombres. Nunca me invitaron a comer ni a hacer nada con ellas después de la escuela, pero a veces platicaban conmigo antes de las clases o me preguntaban algo de las tareas. Descubrí que eran bastante listas y muy francas. Con algunas excepciones, de chavas realmente mala onda de su grupito, como la que hizo el comentario de Heathers, todo lo que había creído sobre ellas era falso. El reinado incluso no era tan poderoso como creía Lía. En gran medida todo estaba en la cabeza de las reinas. Una de las chachalacas que mejor me cayó se llamaba Andrea. Ella estaba pensando estudiar arquitectura y me dio una cátedra sobre a qué universidades debía mandar una solicitud.
Sin embargo, después de leer el libro Cartas a un joven médico que me habían regalado Alex y Jennifer en Navidad, recordé las razones por las que se me había antojado siempre estudiar medicina y empecé a retomar la idea. En la clase de civismo, el profesor Jameson llevó como invitada a una chava que trabaja en una ONG de derechos humanos. La chava nos habló sobre las mujeres, como grupos particularmente vulnerables a violaciones de sus derechos fundamentales. En muchos países, nos contó, las mujeres son tratadas aún como mercancía. Las muertes de las mujeres no son consideradas como pérdidas. En la India, las mujeres casadas cuyas familias no han podido pagar las dotes completas a las familias de los esposos son asesinadas. En muchos países africanos e islámicos las mujeres son mutiladas para que no sientan ningún placer sexual. En algunos países islámicos las mujeres son apedreadas por crímenes que si fueran cometidos por hombres no serían penalizados. Así continuó contándonos muchas historias que me dejaron muy impresionada. Sobre todo me impactó saber que eso sucede en el mundo de ahora, no en libros de historia sobre el medioevo o en la literatura. Eso es real. Me quedé pensando en cómo incluso en mi escuela en México somos tan poco solidarias con nuestro género cuando deberíamos, por el contrario, pensar un poco más en protegernos las unas a las otras. Es un mundo difícil para las mujeres y nosotras lo complicamos más.
El tema, sin embargo, no causó tantas inquietudes en mis compañeras y compañeros de clase. La fiesta de graduación era todo lo que ocupaba la mente de la mayoría. Cuando les pregunté a las chachalacas que me caían bien si irían a la fiesta de graduación, respondieron que por supuesto que sí. Lo dijeron con mucha emoción. Casi todas, me enteré después, tenían novios que no iban en nuestra escuela, algunos eran chavos más grandes y otros de prepas distintas. No sé por qué esto me impresionó mucho. Era como si hubiera creído siempre que únicamente las chavas populares y guapísimas podrían ser queridas y tener novios. Sin embargo, en el caso de Vania, Pola y Manuela, siempre estaban solas. La única de las reinas que sí tenía novio, o sea Lía, se había enamorado de un tipo fatal. Mientras tanto, las famosas chachalacas, chavas normales de todas las formas y colores pero sobre todo simpáticas y listas, sí tenían novios y se la pasaban muy bien y con mucha libertad. Esa era la vida real y todo resultó ser una enorme sorpresa para mí.

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Mi vida de rubia
RomancePamela, una chica de 17 años, vive en San Miguel de Allende, Guanajuato, con sus padres siento hija única. Durante la mayoría de su vida se a visto como una "recha", empezándose a sentir un fantasma social, visible para su pequeña familia pero invi...