No vas a saber dónde encontrarme

40 0 0
                                    


CAPÍTULO XXIII

(Nora)

No vas a saber dónde encontrarme

Llegas cuando estoy a punto de olvidarte,
busca tu camino en otra parte
mientras busco el tiempo que perdí,
y hoy estoy mejor sin ti.

Mientes, Camila

A la mañana siguiente abro los ojos lentamente. Aún los tengo húmedos, he llorado en sueños. Me incorporo sentándome con las piernas cruzadas, me seco las pestañas con el dorso de la mano y me recojo el pelo en una coleta. Diego no está aquí, y tampoco en el baño, supongo que habrá bajado a desayunar. Eran las siete de la mañana cuando yo conseguí dormirme, así que no es raro que ni siquiera me haya enterado cuando se ha ido.

Anoche decidí que tengo llamar a mi madre y contarle todo esto; no sólo porque debe saberlo, necesito decírselo para poder contar con ella. Me vuelvo hacia mi mesita de noche y cojo mi móvil. Enseguida veo que tengo dos llamadas perdidas... de Mario. Oh, Mario; sí, también he pensado en él, también tengo que llamarle y contarle lo que ha pasado entre su hermano y yo. No me demoro más y pulso el botón de llamada. Espero un par de tonos y él contesta.

—Hola, guapa —me responde, tan animado que me parece que no me está hablando a mí.

—Mario... —digo, intentando que no se note demasiado que me siento como una verdadera mierda.

—Nora, ¿qué te ocurre? —se preocupa al instante. No he conseguido sonar serena —. ¿Ha pasado algo?

—No, sólo... te tengo que contar una cosa.

—Dime —me anima, y creo que se está preparando para lo peor.

—Me he... acostado con tu hermano. —Ya está, ya lo he dicho; y no puedo evitar echarme a llorar de nuevo—. Lo siento mucho, Mario. Lo siento.

—Nora... Nora, tranquila.

—No, Mario, es que tú no te mereces esto. Me has tratado tan bien...

—Son cosas que pasan en las giras. Tampoco nos hemos prometido compromiso eterno ni nada de eso —me dice. Sin duda, aquí hay algo que yo no sé... aunque me lo puedo imaginar —. Nora, yo también he estado con otra —suspira —. Con Desirée.

De acuerdo, muy bien. ¿Y qué puedo decir yo a eso? Ni siquiera sé qué pensar; no sé si debería alegrarme, enfadarme, aliviarme...

—Nora, dime algo —me pide Mario al otro lado del teléfono.

—¿Qué puedo decir? Parece que Diego tiene razón: la fidelidad es todo lo contrario al amor. —Y me sorprende escuchar que Mario suelta una risita.

—Sí, va a resultar que sabe lo que dice.

—Mario, ¿tú crees que... ya ha conseguido lo que quiere? ¿Crees que se aburrirá de mí muy pronto?

—No, Nora.

—¿No? —me extraña—. Pero nunca ha durado con una chica más de...

—Nora, tú no eres un capricho para él —me asegura—. Estuvimos hablando y me dijo que te quiere de verdad.

¿Que soy más que un capricho? ¿Que me quiere? Oh, por favor, no tengo fuerzas para plantearme si eso puede ser verdad y, en todo caso, no tengo fuerzas para asimilarlo.

—Nora... —me saca de mis pensamientos, seguramente algo incómodo por el silencio—. ¿A qué hora llegaréis?

—No lo sé, creo que sobre la una o las dos —digo algo confusa. Ahora mismo, eso es lo que menos me importa—. Habla con Diego.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora