Prólogo

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PRÓLOGO

Hoy, por alguna razón, he buscado en el diccionario la palabra “mujer”, y la definición es la siguiente: persona del sexo femenino una vez ha superado la pubertad. Y ya está, tal que así. Y la pregunta que a mí me surge inmediatamente después es: si un extraterrestre viniera a nuestro planeta y, sin tener ni idea, nos preguntara qué es una mujer, ¿creéis que con eso ya lo habríamos dicho todo? No señor, ni mucho menos, la verdadera definición de la palabra “mujer” ocuparía un libro tan gordo como el diccionario entero o más. A mí, por ejemplo, ahora mismo sólo se me ocurren unas pocas acepciones.

Como hay que empezar por algún sitio, vamos a empezar por la mujer que se queda en casa cuidando a los niños, limpiando y haciendo la comida mientras el hombre trabaja. Recordad la época de Shakespeare, ni siquiera se les permitía a las mujeres hacer teatro; y las mujeres escritoras tenían que hacerlo camufladas bajo un pseudónimo. Una visión que está quedando obsoleta, pero que lamentablemente hay que admitir que sigue en la sociedad. De momento, nos dedicamos a manifestarnos porque cobramos menos que los hombres por el mismo trabajo, o porque ciertos… individuos se creen que pueden decidir si una mujer aborta o deja de abortar por las razones que le dé la gana.

Y en contraposición están científicas como Marie Curie o Elisabeth Blackwell, la primera mujer médico, deportistas como Arancha Sánchez Vicario, actrices como Marilyn Monroe, y otras muchas que salen en los libros de historia. Mujeres que han demostrado que valemos tanto como los hombres e incluso más en ciertos aspectos.

¿Y cómo dejar de comentar la faceta que más les gusta criticar a los hombres? Sí, sí, esa chica que te pide que le digas que la quieres, que te bombardea a mensajes, que quiere controlarte, que se pone muy pesada; esa mujer a la que hay que decirle lo que quiere oír para llevarla a la cama. Ojo, no todas somos así, pero las hay más inseguras, que necesitan sentirse valoradas para saber que no están siendo utilizadas, también las hay demasiado orgullosas… hay de todo; pero la respuesta es no, la mayoría de las mujeres no entiende los rollos de una sola noche. Y los hombres se preguntarán: ¿por qué no pueden dejarse llevar por lo fácil alguna vez? Porque no, chicos, somos así de complejas. Nosotras inventamos que “haz lo que quieras” signifique “ni se te ocurra”, que “no, para nada” signifique “claro que me he enfadado, idiota” o que “nada” quiera decir “demasiado para contártelo”. En fin, leyes femeninas, no tratéis de comprenderlas.

Una vez escuché decir a una dependienta de una tienda de vestidos que “el mundo de la mujer es muy sufrido, pero es divino”. Yo, personalmente, no sé si estoy muy de acuerdo en que sea tan divino; es más, he pensado muchas veces que preferiría ser un chico. Enumeremos: maquillaje, uñas perfectas, secador, plancha, mascarillas, compresas, salvaslips, tampones, sujetadores, todo tipo de accesorios, tacones, dietas, gimnasio, cremas, limpiezas de cara, y no olvidemos la depilación de cejas, de axilas, de piernas… bueno, de todo el cuerpo. Es decir: un coñazo, y encima doloroso; y en mi opinión un tiempo que la sociedad te obliga a perder sólo por haber nacido con dos cromosomas X. Esto sin contar los nueve meses que llevamos una vida en la tripa, y el dolor de un parto.

Supongo que se me nota lo indignada que estoy, y es porque, buscando el significado de la palabra “mujer”, curiosamente, me he encontrado con que una de las acepciones (la última, pero una de ellas) era “prostituta”. Prefiero no hacer comentarios al respecto. Yo soy de las que piensan que cada una hará con su cuerpo lo que quiera, pero siempre recuerdo que una niña le preguntó a su mamá: “Mamá, ¿por qué si un hombre se acuesta con muchas mujeres es un campeón, y si es una mujer la que lo hace es una zorra?” Y lo que le contestó su madre fue: “Hija mía, piensa que una llave que abre todas las puertas es una llave maestra, pero una cerradura que se abre con cualquier llave no sirve para nada”. Nada más que añadir.

Por mucho que digamos que la mujer es el sexo vulnerable, una mujer si quiere puede ser mala, muy mala, y mucho más rencorosa y vengativa que un hombre. Una mujer sabe que, con ponerse un picardías, tiene a un hombre comiendo de su mano. La mujer es la que sale casi siempre ganando en los casos de divorcio. Es cierto, piénsalo; de hecho, creo que se podría decir que la única debilidad de un hombre es una mujer. Sin embargo, ahí están los hombres que manipulan a las mujeres, los hombres que se desentienden de embarazos no deseados, el machismo, las violaciones, la violencia de género contra la mujer, las lágrimas de toda niña de quince años porque ese chico la ha tratado como a una mierda. A estas alturas, supongo que estamos de acuerdo en que la mujer no es ingenua, ni mucho menos, pero algunas (que no todas, de nuevo) se dejan cegar por unos ojazos, por una sonrisa pícara, por un guiño de ojo, por la goma de unos calzoncillos asomando por la cinturilla de unos vaqueros anchos, o por lo más peligroso de todo: los apodos cariñosos. Mi madre siempre me ha dicho que el más mono es el peor. ¿Y luego qué? A llorar; porque la mujer llora; aguanta tantas cosas que tenía que tener alguna forma de escape. Con todo, yo he llegado a la conclusión de que la mujer puede tener menos fuerza física que un hombre, puede ser el sexo vulnerable, pero precisamente por eso, por ser más débil, es la más fuerte. 

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora