En vivo y en directo

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CAPÍTULO 2

(Desirée)

En vivo y en directo

El autobús llega finalmente a la parada y se detiene suavemente. En cuanto se abren las puertas, mis tres amigas y yo salimos disparadas.

- Ya estamos aquí, chicas. Le siento tan cerca. – Bromea Silvia.

- Eso es porque justo detrás de ti hay un enorme cartel publicitario del concierto. – Alba señala la gran foto de Diego Arias expuesta en un muro, y Silvia enseguida se gira.

- ¡Dios mío, qué guapo! Le quiero, le quiero mucho. – Exclama entusiasmada. – ¿Creéis que saldría con una fan? – Pregunta, pero preferimos no contestar. – No me miréis así: él sólo tiene veintiún años, la diferencia de edad es insignificante.

- Creo que tu mayor problema no es, precisamente, que él tenga dos años más. – Intervengo.

- Serénate, Silvia, y concentrémonos primero en llegar al auditorio. – Le aconseja Andrea, siempre tan responsable, guiándonos hacia un paso de peatones. – Desirée, ¿aún tienes las entradas?

- Sí. – Contesto una vez más. – No les ha pasado nada durante estos últimos cinco minutos.

Llegamos al final de la calle, doblamos una esquina y… ahí está, la Sala París 15.

- Tenemos que cruzar esa calle. – Señala Alba. – Venid por aquí.

Nosotras tres la seguimos hasta otro paso de peatones, esperamos con impaciencia a que el semáforo se ponga en verde y cruzamos con los corazones acelerados. Ya casi hemos llegado. Cuando ya recorremos en línea recta los últimos metros hasta el auditorio, empiezo a ponerme nerviosa. Después de conformarme durante tanto tiempo sólo con sus discos, la televisión y las revistas, esta noche voy a ver a Diego Arias en persona, en vivo y en directo. Aún no me lo llego a creer. Voy a ponerme en primera fila y voy a cantar más alto que nadie. Estoy dispuesta a conseguir que se fije en mí.

Antes de darnos cuenta, hemos llegado. Tenemos que ponernos en una cola que, por ser todavía pronto, no llega a ser excesiva. De acuerdo, ya estamos aquí; ahora paciencia, Desirée, paciencia.

- ¿Y ahora qué? – Inquiere Alba.

- Yo diría que, si mi reloj no se equivoca, nos quedan unas dos horas de espera. – Informa Andrea, aunque todas sabemos ya eso.

- Si hemos esperado casi tres meses, podemos esperar dos horas más. – Se convence Silvia.

Cualquier cosa por no tener a demasiada gente delante durante el concierto, pero a mí se me hace un mundo esperar dos horas más porque, desde que tuve en mis manos las entradas por primera vez, he estado soñando dormida y despierta con este día. Tendré que limitarme a aceptar con imperturbabilidad lo inexorable.

Durante la espera charlamos, nos comemos nuestros bocadillos e incluso hacemos algunas amigas. Cuando se va acercando la hora y la cola empieza a avanzar, los nervios están a flor de piel. No sé cómo ocurre, pero todas las fans empezamos a cantar a coro canciones de Diego.

Tras lo que se me antoja una eternidad, llegamos hasta ese hombre que comprueba las entradas. Inmediatamente, mis tres amigas se giran hacia mí. Yo, sintiendo que estos son mis segundos de gloria, le entrego amablemente las entradas que tengo en la mano desde hace unos cinco minutos, o quizá diez. Creo que no debería fiarme de mi noción del tiempo en este momento.

- Adelante. – Nos dice el hombre devolviéndonos las entradas. – Disfrutad del concierto.

Casi saltando de euforia, nos apresuramos a entrar en el auditorio. Sin embargo, hay algo que mis amigas no olvidan.

- Desirée, quiero mi entrada para guardarla de por vida.

- Y yo. – Añade Alba.

- Está bien, tomad.

Con resignación, me veo obligada a repartir las entradas a mis amigas, esas entradas que llevan más de dos meses sujetas con el mejor imán en la puerta de mi nevera.

Sin perder un segundo, nos dirigimos hacia el escenario. Este lugar nos fascina, es amplio, y ya hay bastantes personas distribuidas por el recinto, sobre todo instaladas frente al escenario, pero apenas son un tercio de las que habrá dentro de relativamente poco tiempo.

Mis amigas y yo nos miramos con sendas sonrisas tontas en la cara cuando nos situamos tan cerca del escenario como es posible, porque sabemos con seguridad que desde aquí nos saldrán unas fotos magníficas y que pasaremos un rato inolvidable. Me pregunto si después podremos acercarnos aún más a base de codazos y empujones.Sí, parece mentira, pero ya estamos aquí, y esto es real, o lo será. Me fijo en el telón que esconde el escenario, sobre el que se proyectan las iniciales “DA”.

- ¿Sabéis, chicas? – Silvia levanta la voz por encima de este jaleo. – Diego está ahora muy cerca de nosotras, en el backstage.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora