La misma persona

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CAPÍTULO XV

(Desirée)

La misma persona

Mira la vida, cómo vuelve y te sorprende.
Mira la vida, qué fondo tiene el cajón.
Mira la vida, que regala todas las flores que tiene,
aunque algunas las arranque con dolor.

Mira la vida, Dani Martín

Salgo de la farmacia aliviada. Decididamente, he pasado un mal rato. Creo que nada antes me había dado tanta vergüenza. Por un momento, me planteo que quizá Diego debería haberme acompañado; aunque, pensándolo mejor, seguramente habría sido aún más bochornoso. Pero ya está bien, ya ha pasado, y tengo el test de embarazo en el bolso. Espero atreverme a hacerlo en cuanto llegue a casa. Con sólo pensarlo se me revuelve el estómago, pero tengo que salir de dudas.

Mi móvil empieza a sonar en ese momento. Abro el bolso rápidamente, aparto la bolsita de la farmacia y saco mi teléfono. Tal y como me esperaba, es Diego. Dijo que me llamaría. Contesto sin más demora, con un simple "Hola, Diego". Y de repente oigo un claxon, y un coche viene hacia mí, y todo se vuelve negro.

* * *

Intento abrir los ojos, pero me pesan los párpados. Necesito pestañear varias veces antes de conseguirlo. Lo veo todo de color blanco, y no me siento bien. ¿Qué me pasa? ¿Qué es todo esto? Siento un dolor desgarrador en el costado derecho, me duele cada vez que intento respirar.

—Mirad, ha abierto los ojos. —Escucho una voz distorsionada y no puedo evitar que se me cierren los párpados de nuevo.

Cuando los vuelvo a abrir, veo cinco rostros inclinados sobre mí, mirándome desde arriba, y emito un gemido sintiéndome agobiada.

—Apartaos, dejadla respirar. —Entonces soy capaz de distinguir también el terrible dolor de cabeza, que me hace arrugar la frente—. Desirée, corazón, ¿te encuentras bien?

Consigo enfocar la vista en la señora que se inclina sobre mí y me acaricia la mejilla. Es mi madre.

—¿Estás bien? —me repite.

—No lo sé. —Me llevo una mano a la frente y miro a mi alrededor. ¿Qué es todo esto?—. Estoy mareada —admito y mi madre me ayuda a incorporarme en la cama.

—Toma, bebe un poco de agua.

Mi madre me tiende un vaso de agua, lo tomo y doy un pequeño sorbo.

—Llamaré a un médico —dice mi padre y sale enseguida de la habitación.

Entonces me fijo en las otras tres personas que hay alrededor de mi cama. ¿Quiénes serán y qué harán aquí? Una chiquilla bajita de melena castaña y dos chicos más o menos de mi edad: uno con pelo rubio oscuro que viste camiseta blanca y vaqueros, y otro, realmente guapo, de complexión fuerte y con unos bonitos ojos color chocolate, como su pelo.

—¿Qué... qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? —consigo preguntar.

—Desirée, hija... —Mi madre se dispone a explicarme.

—No le conteste, señora. Yo me encargaré. —Miro hacia la puerta de la habitación y, junto a mi padre, está un señor de unos cincuenta años, canoso, con bata blanca. Debe ser el doctor. Viene hasta mi cama y se sienta frente a mí—. Hola, Desirée, soy el Doctor Cervera. —Me tiende la mano y me limito a estrechársela algo confusa—. Deja que observe tus pupilas. —Acto seguido, saca una especie de pequeña linterna del bolsillo de su bata blanca, la enciende y me apunta con ella directamente a los ojos; primero observa uno, después el otro, y vuelve a apagar esa molesta lucecita—. ¿Sientes esto? —inquiere deslizando un dedo por la planta de mi pie derecho, el cual flexiono como acto reflejo cuando me hace cosquillas. Asiento con la cabeza—. Perfecto. Desirée, ahora voy a hacerte algunas preguntas y tú debes intentar responderme, ¿de acuerdo?

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora