Sin anestesia previa

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CAPÍTULO 12

(Mario)

Sin anestesia previa

Miro la hora en la pantalla del ordenador: las siete de la tarde. Ya tengo la maleta hecha; ha llegado el gran día y esta noche tengo que estar en el aeropuerto para coger un avión rumbo a París, al Roland Garros, al éxito. El tiempo se pasa demasiado rápido leyendo menciones en Twitter, sobre todo si eres un tenista casi profesional. Respondo todavía a otro comentario, agradeciendo el apoyo de todas esas personas, que cada vez son más. Mientras tecleo escucho a mi hermano, que baja trotando por las escaleras.

- Mario, ¿has visto mi móvil?

- No. Seguramente esté en un lugar recóndito, ¿has mirado junto a tu madurez?

Suele responderme cuando le digo algo así, pero esta vez no lo hace. Parece que tiene entre manos algo importante. Por encima de la pantalla del portátil, le veo dando vueltas por el salón, buscando inquieto su teléfono móvil. Es inútil, nunca madurará. Devuelvo la vista al ordenador. Poco después, cuando vuelvo a mirarle, ya ha encontrado el dichoso móvil y llama a alguien mientras sigue caminando de un lado a otro.

- Hola, guapa. – Le escucho decir y, acto seguido, se detiene en seco. - ¿Desirée? Desirée, ¿me oyes? ¿Qué ha sido eso?

Se quita el móvil de la oreja y lo mira confuso. Enarco una ceja y me asomo por la derecha de la pantalla.

- ¿Se puede saber qué pasa?

- No lo sé. Creo que he escuchado algo, un chirrido, y luego ha sido como si el móvil se cayera al suelo… y se ha cortado.

No me sale nada que decirle, estoy tan desconcertado como él. Observo a mi hermano mientras llama a Desirée una segunda vez. Nada, ella no contesta.

- Probaré a llamar a Nora. – Dice alterado, llamando de nuevo inmediatamente. Ella no tarda en contestar al móvil. – Hola, Nora. No, no te llamo por eso. Es que estoy preocupado por Desirée. ¿Sabes algo de ella? Estaba hablando con ella, he escuchado un ruido extraño y se ha cortado la llamada. Ahora no responde al móvil. Claro, estoy... Vale. Sí, gracias. Hasta ahora.

- ¿No estaban juntas? – Le pregunto a Diego en cuanto cuelga.

- No.

- Qué raro, siempre vuelven juntas de la facultad.

- Sí, pero Desirée iba a ir hoy a… hacer una cosa. – Me ahorro preguntar a qué se refiere. – Nora va a llamar a su casa. – Añade Diego.

Decido no hablar más, y devuelvo la atención al ordenador. Me dedico a resolver algunos asuntos que tengo pendientes en Internet, pero me cuesta concentrarme. Diego camina nervioso de un lado a otro de la habitación, con el móvil en la mano. En realidad, es normal que esté preocupado, y creo que yo también debería estarlo.

Apenas han pasado unos minutos (que se me han antojado una eternidad) cuando vuelve a sonar su móvil. Diego responde sin perder un segundo. Por lo que oigo, deduzco que en casa de Desirée tampoco saben nada de ella. ¿Dónde diablos se habrá metido? La conversación dura poco y Diego cuelga.

- Su madre tampoco sabe dónde puede estar. – Me informa mi hermano.

- Diego, no te preocupes; seguramente sólo ha tenido un contratiempo tonto. – Le digo, pero no me contesta. No está tranquilo.

Mi hermano intenta distraerse viendo la televisión. Se sienta en el sofá y pone La que se avecina en FDF. Oh, por favor, creo que me sé todos los capítulos de esta serie de memoria. Aun así, mi hermano suele reírse cuando la ve, pero supongo que hoy no está de humor. Garfield desfila ante el sofá intentando conseguir un poco de atención, pero tampoco a él le hace caso.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora