¿Quién entiende a las mujeres?

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CAPÍTULO XIX

(Diego)

¿Quién entiende a las mujeres?

Aunque el tiempo te deje heridas,
en mis brazos podrás curarlas.
Si me dejas entrar en ti
yo te daré mis días para sanarla.

Hasta el final, David Bisbal

He estado unas cuantas veces en Viena, y me sigue encantando. Ayer por la tarde, nada más llegar de Milán, vino al hotel una periodista para hacerme una entretenida entrevista, y después todos los bailarines y yo salimos a cenar fuera. Empezamos a recordar anécdotas de la última gira y a contar chistes y, si reír alarga la vida, creo que gané al menos tres años extra.

Esta mañana he tenido que asistir a un programa de radio, pero apenas he tardado una hora y me ha dado tiempo de llevar a Nora a ver el Museo de Sisí Emperatriz. Luego hemos salido pronto hacia el auditorio para poder hacer un pequeño ensayo general y me he divertido probando los micrófonos cantando la canción de Oliver y Benji. El concierto en el estadio Enrst Happel ha sido genial; yo diría que el mejor de la gira hasta hoy, aunque sólo sea el segundo.

Ahora estamos en una fiesta a la que nos han invitado. El ambiente está animado, la música retumba y la gente baila. Doy otro trago a mi Gin-tonic y vuelvo a dejar la copa sobre la barra. Mira, hasta Marc se divierte, y ni siquiera parece el hombre exageradamente cuadriculado que conozco.

Estiro el cuello mirando hacia donde están las chicas, buscando a Nora, pero no la encuentro allí. ¿Dónde demonios se ha metido? Justo entonces, alguien me da unos suaves golpecitos en la espalda. Me giro y... oh, aquí está Nora.

—Diego, creo... creo que le pediré a Alex que me lleve al hotel. No me encuentro muy bien.

—¿Qué te pasa? —me giro hacia ella y pongo ambas manos sobre sus hombros. ¿Está bien? Ay, no, a Nora no puede pasarle nada malo.

—Nada. Bueno... me duele un poco la tripa, pero no te preocupes —intenta quitarle importancia al asunto, pero la verdad es que está pálida.

—Voy contigo —le digo, y levanto la vista intentando encontrar al choffer. Ven, vamos a buscar a Alex.

La cojo de la mano y tiro de ella entre la gente. Por fin localizo a Alex en una esquina y me apresuro a llegar junto a él. Con algo de reparo, interrumpo la conversación que mantiene con otro chico.

—Alex, Nora se encuentra mal. ¿Puedes llevarnos al hotel? —Desvía la mirada hacia ella y, efectivamente, ve que Nora no tiene buena cara.

—Sí, claro. Vamos —acepta y se gira para despedirse de su acompañante—. Nos vemos mañana.

—Sí, hasta mañana —coincide él.

Alex pasa delante de nosotros y le seguimos hasta la salida del local. Nora no habla, parece que está realmente mal. Seguro que sólo quiere meterse en la cama. Cuando salimos a la calle, suspira cerrando un momento los ojos y es evidente que agradece alejarse de esa música tan alta y sentir el aire fresco en la cara. Llegamos al coche, Nora y yo subimos en el asiento trasero y Alex no tarda en arrancar.

Nora rodea su cuerpo con sus brazos y cierra los ojos. Espero que no se mareé. En una curva, dejándose llevar por la inercia, apoya su cabeza en mi hombro, y debe encontrarse a gusto así, porque no se mueve. De todas formas, acabo poniendo mi brazo a su alrededor, abrazándola para que no se aparte. Entonces me topo con la mirada de Alex en el espejo retrovisor. Esboza una sonrisa divertida y yo no puedo evitar sonreír también.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora