Yo nunca

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CAPÍTULO 8

(Nora)

Yo nunca

Me quedo observando mi aspecto en el espejo. Expectativa: algo parecido a la chica de los vídeos de la Batuka, o al menos sudadita pero sexy; realidad: estoy colorada, el pelo se me pega a la frente empapada en sudor, y si las manchas de las axilas no se notan más es porque la camiseta es blanca. Oh, qué vergüenza. Agradezco infinitamente poder ducharme ahora mismo.

Minutos después, dentro de la ducha intento decidirme entre todos los botes que tiene Mario, no sé cuál utilizar. Geles y champús de todas clases. Espera, ¿eso es lo que creo que es? Cojo el bote que me ha llamado la atención y, en efecto, corroboro que es champú de chocolate. Increíble. Destapo el bote e inhalo el dulce olor dulzón. No tenía pensado lavarme el pelo ahora, pero esto me ha convencido. Pienso empezar a comprar este champú; sin duda, huele mucho mejor que el de hierbabuena.

Una vez me lo he aplicado, abro de nuevo el grifo. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás para aclararme el pelo. Espiro lentamente. Después de bailar sin parar casi dos horas, una ducha es el mejor de los placeres. Puedo sentir cómo la espuma se desliza despacio por mi cuerpo hasta mis pies.

Entonces lo veo, el botón para el hidromasaje, y esbozo sin poder evitarlo una sonrisa pícara. Tengo que probarlo. Pulso el botón e inmediatamente mil chorros de agua a presión comienzan a surgir de todas partes. Ahogo un grito, no me esperaba que pudiera haber tantos. Ya está decidido: necesito una ducha como ésta en casa, aunque yo no sea una tenista casi profesional ni una cantante famosa.

Por alguna razón, viene a mi cabeza la imagen de Diego… bajo la ducha. Él ha ido a darse una ducha pero, ¿se estará dando también un hidromasaje? No lo sé, y no debería importarme. Es un chico muy majo, sí, pero creo que no es mi tipo. Es demasiado simple y a la vez complejo, sinvergüenza, despreocupado, divertido, atractivo… Justo cuando estoy empezando a divagar, alguien entra en el baño interrumpiendo mis pensamientos.

- Diego, no se entra en el baño cuando una señorita está en la ducha.

- No soy Diego. En realidad, soy el que suele dormir en esta habitación y se ducha aquí por las mañanas.

- Mario, enseguida salgo. – Le digo, poniéndome repentinamente nerviosa, y apago de inmediato el hidromasaje. – Tu hermano me ha dicho que me duche aquí y…

- Tranquila, tómate tu tiempo. ¿Te espero fuera?

- Vale. – Digo, fingiendo no haberme dado cuenta de que eso último era una pregunta.

Permanezco quieta bajo el agua hasta que escucho cómo Mario cierra la puerta. Se ha ido.

Me enjabono con un gel cualquiera y luego alargo el aclarado todo lo posible, pero al final tengo que resignarme a volver a la realidad. Cierro el grifo y salgo de la ducha. Enseguida cojo la toalla que me ha dejado Diego para envolverme en ella, y es cuando me doy cuenta de que mi ropa se ha quedado fuera, sobre la cama de Mario. Si yo salgo ahora, apenas cubierta por esta toalla, ¿estará Mario esperándome? Quizá, pero tendré que salir antes o después.

Suspiro mientras cojo un cepillo de la balda que hay junto al espejo, y me desenredo lentamente posponiendo el momento. Unos minutos después, reconozco que es excesivo, y me dispongo a salir.

Abro la puerta despacio y, efectivamente, le veo ahí, distraído, ordenando algo en su armario. A los pies de su cama está el bolso que contiene mi ropa limpia, pero al lado también están mi chándal, mi sujetador y mis bragas. ¿Por qué estaba tan segura de que nadie entraría? Tierra, trágame. Colorada de vergüenza, cuando me mira le dedico una sonrisa forzada, y me obligo a caminar hacia la cama.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora