No me lo puedo creer

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CAPÍTULO 4

(Desirée)

No me lo puedo creer

Observo cómo Diego abre la puerta con su llave. Estoy tan nerviosa que creo que en cualquier momento me fallarán las piernas.

- Bienvenida. – Me dice, sujetándome la puerta para que entre, y por fin reacciono.

Miro a mi alrededor. Precioso jardín, como era de esperar. Un segundo; ¿eso es…?

- ¿Eso es una pista de tenis? – Pregunto.

- Sí, un capricho de mi hermano. Yo prefiero la piscina.

Señala hacia la derecha. Hay una sala acristalada, una piscina cubierta iluminada desde el interior. Parece tranquila y agradable. Me gusta.

Todavía extasiada y mirando hacia todas partes, sigo a Diego hasta la puerta principal. Abre rápidamente y vuelve a dejar que pase yo primero. Entro, y él enseguida enciende la luz. ¡Dios mío! Qué grande, qué estilo, qué combinación de colores blanco, negro y rojo, qué sensación de amplitud. Sin duda, podría acostumbrarme fácilmente a esto.

- Diego, estoy impresionada. Esta casa es genial. – Es lo único que consigo decir.

Cuando me giro, él está justo detrás de mí. Pillándome desprevenida, no duda en besarme. No soy capaz de reaccionar y me quedo inmóvil. Él se separa unos centímetros de mí. Su mirada es intensa, y su sonrisa… esa sonrisa no es la que yo le he visto en las revistas. Antes de que yo pueda coger aire, vuelve a mis labios. Sus manos en mi cintura me empujan, camino rápido hacia atrás y él me guía hasta la pared más próxima. Diego me besa el escote, y el cuello, y me acaricia la espalda. Suspiro y cierro los ojos. Sin más demora, me quita la camiseta, y mientras me vuelve a besar noto su mano cálida en mi pecho. Yo enredo los dedos en su pelo, atrayéndole más hacia mí.

Él tira de mí ahora, me lleva hacia unas escaleras. No estoy segura de cómo ocurre. Pero acabo tirada sobre los primeros escalones. Diego se quita la camiseta con un rápido movimiento y se agacha frente a mí. Nos fundimos en un beso acalorado y el comienza a buscar el cierre de mi sujetador. No tarda demasiado en quitármelo. Luego lleva sus manos a mi trasero, me coge entre sus brazos y me levanta del suelo. Apenas me doy cuenta de que está subiendo la escalera, seguramente, hacia su habitación.

Cuando llegamos al piso de arriba, vuelvo a poner los pies en el suelo. Acaricio su pelo, su cuello, su pecho, su abdomen y llego hasta la hebilla de su cinturón. Mientras él me besa de nuevo en la clavícula, consigo desabrocharlo. Los pantalones vaqueros caen al suelo en ese mismo momento. Me abraza fuerte y me lleva hasta la que, supongo, es su habitación. Vuelve a levantarme del suelo sin el mínimo esfuerzo. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás en un suspiro. De repente, él me suelta. Por un segundo me asusto, pero siento que caigo sobre las nubes. La funda nórdica y esos cojines que parecen rellenos de algodón dan esa sensación.

- No me lo puedo creer. – Murmuro cuando él sigue a los pies de la cama.

- ¿El qué?

- Que estoy en la cama de Diego Arias. – Explico, y le veo reírse.

- Créetelo, no es para tanto. – Dice mientras tira de mis pantalones hasta quitármelos.

Él se desliza a mi lado y me vuelve a besar. ¿Quién me iba a decir que esto se haría realidad algún día? Ahora rodamos por la cama, que parece no tener límites. Y en este colchón tan cómodo, me siento flotando en el cielo, o más arriba, en el séptimo cielo. Dios mío, es él, es Diego Arias. Trato de abrir los ojos para mirarle, pero sólo me sale un gemido. Acaricio la piel suave de sus brazos, y sus hombros esbeltos, y oigo que se ríe. Sí, esto es real. Todo empieza de repente a ir cada vez más deprisa, como mi corazón acelerado, él agarra mi pelo y siento sus respiraciones en mi cuello cada vez más agitadas, y más, y más… y entonces él se desploma bocabajo a mi lado. Yo suelto despacio el aire de mis pulmones, abro los ojos y le miro.

Si te enamoras, pierdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora