Prólogo

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-Tenemos que llevarlos ya mismo al campamento, Quirón- susurró Elliot. Por alguna extraña razón el chico había llamado al profesor de Latín con ese extraño nombre.

Los tres chicos que escuchaban a través de la puerta del despacho, se miraron entre sí con el ceño fruncido antes de pegar las orejas de nuevo a la superficie de madera.

-Deben haber al menos cinco monstruos en toda la escuela. En cuanto las clases terminen los llevaremos. Nos pondremos en contacto con sus madres, pero va a ser muy obvio si desaparecen ahora, chico- respondió el mayor y se escuchó un rechinar, tal vez su silla de ruedas.

-Dos de ellos son hijos de los tres grandes; esto es muy serio, señor. ¿No puede reconsiderarlo?- insistió el chico de las muletas.

-¿De qué habla?- susurró Aria, recibiendo un encogimiento de hombros por parte de Gunther y un golpe de Sophie para que se callara.

-Ya te deberías ir, Elliot. El receso está por terminar- se escucharon golpeteos como... ¿Cascos de caballo? Contra el suelo que se aproximaban a la puerta.

-¡Corran!- susurró/gritó Gunther empujando a las chicas que lo acompañaban al tiempo que salían pitando de allí y se escondían a la vuelta de la esquina del pasillo.

Aria se asomó con cuidado, viendo al profesor mucho más alto de lo normal haciendo que la chica abriera mucho los ojos. Su amigo de muletas estaba de pie sin muestras de dolor antes de tomar las muletas y colocárselas como "siempre".

Este se alejó por el lado opuesto de el pasillo y el señor Cortez miró por los lados de este con el ceño fruncido antes de cerrar la puerta con cuidado.

-¿Monstruos? Ese profesor y Elliot deben estar fumándose o algo así ¿verdad?- dijo Aria con una sonrisa esperando a que alguno de sus hermanos postizos lo negara burlándose de ella, pero sólo recibió miradas nerviosas -¡¿VERDAD?!

-Shhh. Cállate- Gunther le empujó el hombro -Yo creo que no están del todo drogados. Capaz tiene algo de cierto lo que dicen... Admite que Elliot puede ser nuestro amigo desde que entramos a esta escuela y todo, pero él tiene su toque raro y ni hablar del señor Cortez.

-¿Cómo que mandarnos a un campamento?- interrumpió Sophie rascándose la cabeza.

-Mhmm, Sophie. Creo que eso es de lo que menos hay que preocuparse- soltó Gunther con un brazo cruzado en su pecho y la mano del otro en la barbilla.

-¡Exacto! O sea dijeron y que habían mínimo cinco monstruos... ¡¿Cómo demonios son?! Deben estar camuflajeados o algo así.

Se escuchó un chirrido por el pasillo de nuevo hacia ellos. Sophie se asomó y con exasperación hizo señas de que Cortez se acercaba y para suerte de los tres amigos la campana de clase los ayudó en la huida.

Disaster I: El Mensajero PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora