Capítulo 4: La novia monstruo de Peter

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Aria

-Ok... ¿Tenemos que decirle a alguien sobre lo que acaba de pasar?- dijo Gunther mirando con el ceño fruncido la montaña de polvo.

-No lo creo. ¡Pero qué genial! ¡Matar a esa cosa se sintió como jugar un videojuego en 3D!- exclamé y por las dudas me puse a pisar el polvo hasta que se volvió una especie de barro amarillo al mezclarse con el agua.

-Exaaacto- me secundó Sophie y alcé la barbilla.

-Vámonos a casa, rápido- Gunther nos apuró y yo salí con cuidado de entre el polvo, no vaya a ser que medio reviva y me asfixie o algo.

No lo sé, es primera vez que mato algo que se supone no existe.

-Y al final ¿qué pasó cuando fuiste con el director?- me dirigí a Sophie.

-No van a llamar a mamá, pero quiere que le diga lo que pasó y que me debo quedar mañana hasta tarde en el castigo- se encogió de hombros y empezó a patear piedras fuera de su camino.

-Ya va- pausé -Los castigos son sólo para secundaria.

-Dijo que lo que hice era algo que alguien de secundaria haría, así que iba a tener consecuencias de esa... ¿Mab...? Uhmm ¿Cómo era?

-¿Magnitud?- adivinó Gunther y Sophie se giró para apuntarlo.

Cuando llegamos a nuestro edificio, subimos al piso cinco al apartamento de Gunther y Sophie.

-Bien- dije -Mañana hay que tener cuidado. Siempre andar con Elliot y no dejar a Sophie sola más de lo necesario.

-Seh. Este a penas fue una de las cosas que Cortez y Elliot dijeron que rondaban la escuela- concluyó Gunther -Hey, tenemos que cambiarnos de ropa y mandar la que tenemos puesta a la lavandería. Está llena de... Eso que dejó la bruja esa al desaparecer.

-Claro- dijo Sophie y se metió a su cuarto, segundos después salió con una toalla alrededor del cuerpo -¿Puedes calentar el agua, Aria?

-Cómo se dice- repliqué aproximándome hacia la puerta.

-Por favooor- soltó Sophie con exasperación.

Siempre le decía eso, debía aprender a pedir las cosas como es y como es usual Gunther se estaba riendo desde la cocina.

. . .

-¡Hola!- exclamé al entrar en mi apartamento media hora más tarde. Mi perro Damon estaba recién bañado y se alzó sobre sus patas traseras, poniendo las delanteras en mis hombros antes de babear mi cara.

Es un perro pastor alemán que tengo desde hace dos años y aunque siga siendo un cachorro es como de mi altura cuando se alza en dos patas. Es genial en eso, puede permanecer así por casi un minuto y salta súper alto cuando le voy a dar comida. Tanto, que parece un canguro.

-Supongo que ya te toca comer- dije mirando el reloj de la cocina y me aproximé.

Saqué la bolsa de perrarina y se la serví en su plato de metal. Como dije antes, mientras volvía a la sala, Damon saltaba como loco y ladraba estridentemente.

Disaster I: El Mensajero PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora