Aria
Yo estaba en mi cabaña y como dije antes, la iba a remodelar. Los gemelos me ayudaron a encontrar pósteres de bandas que me gustan como Fall Out Boy, 30 Seconds to Mars, Artic Monkeys, etc y los pegué en la planta baja de la cabaña; en la que se encontraban las estatuas de mi "padre" (que quede claro que uso las comillas porque sigo sin creerme nada de eso). Lo bueno es que la cabaña ya tenía mi toque de personalidad y los pósteres desviaban la vista de las estatuas y gracias al déficit de atención, la tarea era mil veces más fácil.
En la planta superior (en la que armé mi cama y tenía la salida al pequeño balcón) también pegué dos o tres pósteres más y como no podía evitarlo, en cada habitación en la que me quedo a dormir por más de tres días es un desastre. Ya se podrán imaginar la explosión atómica y el tornado que pasaron por ahí sin que me diera cuenta; aunque no le llegara al agujero negro que era mi habitación de toda la vida de Nueva York.
Fui al baño (el cual agradezco que esté en la misma planta) y me puse una de las camisetas del campamento con mi apellido, número de cabaña y el nombre de mi padre en la espalda; pero noté algo distinto.
Tenía los bordes de las mangas cortadas en tiras trenzadas entre sí y lo mismo con el borde inferior, pero de cada tira colgaba una piecita cúbica de madera.
No es que estuviera mal y yo ya sabía quien pudo ser en un 99.9%, pero era extraño, así que busqué una de tirantes y esta lo que tenía eran cortes cool en la espalda además de las maderitas colgando del borde inferior de la camiseta. Decidí ponerme esa con parte superior de traje de baño, un short de jean y mis chanclas asesinas.
Como pude ver por el balcón de la cabaña, Damon estaba jugando frisbee (usando un escudo, muy conveniente) con los hijos de Apolo en el ruedo. Recogí mi cabello en una coleta, bajé medio corriendo las escaleras y me deslicé por el barandal de la rampa que conectaba a la cabaña con el suelo antes de caminar hacia la cabaña de Hermes. En el camino noté que una chica y un chico sacaban a Gunther de su cabaña y se lo llevaban a la Casa Grande. Fruncí el ceño y no terminé de pasar la cabaña de Deméter cuando Helena me tomó del brazo y me empujó en la misma dirección que a mi hermano postizo y Finn también sacó a Sophie, (la sospechosa por las mutilaciones a todas mis camisetas del campamento) llevándola a la Casa Grande.
-¿Se puede saber qué pasa?- dije clavando los pies en el suelo, para ralentizar a la chica que me empujaba.
-Es muy urgente y no soy yo la que te tiene que dar explicaciones, así que cierra la boca y camina- soltó y yo la miré sobre mi hombro alzándole las cejas.
-No sí. La sargenta, ahora- hice gestos de brazos para enfatizar y que ella soltara una carcajada, pero aún así terminé de clavar mis talones en el césped y caminé por mi cuenta hasta llegar a la casa azul de 3 pisos.
Mientras llegábamos, noté a Quirón fuera de la casa y estaba hablando con los chicos que llevaron a Gunther. Se despidieron rápido del centauro y se apuraron en correr hasta la cabaña 20, la de Hécate. No pasaron ni 2 segundos después de que gritaran algo a través de la puerta y pasaran a la cabaña 19 y así sucesivamente.
-La gente aquí es rara y lo demás son idioteces- concluí diciéndolo para mí misma, pero Helena me escuchó.
-Y lo que te sorprende es...
-Que sean aún más raros que yo- en mi mente grité turn down for what, aunque hubiera sido en contra mía. ¿Ven lo que digo?
ESTÁS LEYENDO
Disaster I: El Mensajero Perdido
Fantasy¿Qué pasaría si en una escuela hubieran tres semidioses a la vez? Nada bueno, eso es seguro. Somos Sophie, Aria y Gunther. No habíamos pensado que nos ocurriría algo así como ser hijos de dioses griegos; pero ha pasado, señores. Hemos sido expulsado...