Epílogo

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Los cielos negros se extendían sobre las cúspides de los pinos, el bosque cuyos árboles tenían hojas rojas y resecas movían sus ramas como si estuvieran danzando al ritmo del vendaval.

La supervivencia de los desamparados y desafortunados habitantes del norte de Ucrania se complicaba cada vez más. Difícil era sobrevivir en el bosque muerto, difícil era sobrevivir al hambre, al frío o a las personas, difícil era sobrevivir a los mutantes radioactivos, difícil era vivir con la radiación y, más complicado aún, era sobrevivir a las patologías que la radiación causaba.

Ahí, en el núcleo del infierno, en la central nuclear, hogar de los mutantes radioactivos, permanecía un gran mutante feroz e intimidante: El Primero, en la cúspide del reactor tres, el último reactor en pie. A su alrededor se hallaba su ejército. Todos contemplando el horizonte en dirección oeste, congelados por el tiempo. El perfil de Pripyat, apenas a tres kilómetros de distancia, resultaba radiante bajo la luz del día que se apagaba. De alguna manera, les embelesaba.

La radiación era poderosa y les hacía evolucionar, mutar y fortalecer física como mentalmente. Los radioactivos se volvían ágiles e inteligentes. Y poco a poco gobernaban sitios más lejanos de la zona de alienación. Pronto, atacarían grandes ciudades como Minsk o incluso la maravillosa Kiev.

La necrópolis de Pripyat continuaba detenida en el tiempo, vacía y a oscuras. Terrorífica en todos los sentidos. La ciudad fantasma. Lo único que se percibía era un silencio abrumador y una sensación agorafóbica al transitar en sus grandes avenidas por las que ya nadie merodeaba. A excepción de un radioactivo que caminaba soltando unos leves gruñidos y sostenía en sus garras afiladas la fotografía de una familia. Insólito. Difícil de creer que pudieran tener sentimientos, se les creía como animales, actuaban por instinto, pero bien decían que los animales también poseen cierta capacidad de inteligencia y sentimientos, y así, los radioactivos habían rebasado esa capacidad. El radiactivo observó la foto de aquellas tres personas sonriendo con tal felicidad que contrastaba con el panorama de Pripyat: la familia Davis.


Radioactivos III: Radiación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora