LII. Hombre Radioactivo

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Querida Gracie H.,

El motivo de esta carta es para decirte que me voy, pero no para siempre, iré a resolver algo que debí haber acabado desde años atrás. Tal vez no es la manera correcta de confesarte la verdad, pero, después de esto no sé si estaré vivo por eso decidí escribirte esta carta.

Son dos cosas importantes de las que quiero mencionarte, pero primeramente hablaré de nosotros. Te amo. Siempre lo haré, donde sea que me encuentre. Adoro a nuestros hijos y adoro esta familia, son lo más importante para mí, por favor, no permitas que esa sonrisa se borre de sus rostros. Ellos apenas son niños y no entenderán las razones de mi partida y espero que tú lo comprendas...

— ¿Tu padre es Brad Davis? —Preguntó Isabelle sumamente pasmada y boquiabierta—, creí que los nombres eran coincidencias.

—¡Qué va! —rechifló el chico.

—Tu padre es un asesino —masculló Bernardo sin más.

— ¿Mi padre era tu jefe? —Cuestionó Brad a Clarck, ignorando las acusaciones del otro hombre—. ¿Mi padre te culpó de un crimen que no cometiste? ¿Mi padre hizo todo esto? ¿Por mi padre estamos todos en peligro? —cuestionó ya exaltado.

—Brad, tranquilo —calmó Isabelle acomodándose en su asiento. El chico necesitaba saber lo ocurrido y necesitaba conocer la relación que tenía su padre con el desastre de Pripyat y el descubrimiento de los radioactivos. Brad miró a la mujer fijamente por unos segundos, al parecer, meditando. Luego, más calmado se reacomodó en su asiento. El auto seguía en marcha cruzando ya la frontera con el óblast de Chernigov.

—¿Clarck? —inquirió el chico enarcando la ceja, pero el hombre solo bajó la cabeza y se mantuvo en silencio. Sabía que el día en que confesaría la verdad al hijo de Brad llegaría, siempre estudió la situación e imaginó los posibles miles de conversaciones. Repasó el momento una y otra vez, se había armado un itinerario para esa ocasión: comenzaría con la obsesión de Brad Davis padre hacia Pripyat y la radiación, con su ambición desquiciada. Pasaría luego a las causas que los llevaron a Pripyat, pensaba mencionar la muerte de su amigo y compañero Steven, describiría la aterradora noche de su muerte y de cómo fueron perseguidos por bestias desconocidas en las profundidades de los bosques oscuros de la zona de alienación. Mencionaría cómo llegó a la prisión y cómo logró escapar. Seguiría un orden cronológico de su vida este último año, desde su llegada a Pripyat. Contaría todo. Absolutamente todo. Aunque no contaba con la presencia de otra gente cuando confesara toda la verdad, se imaginaba un cuarto a solas, con Brad Jr. Y quizá uno que otro amigo de confianza. No es que ninguno de los presentes no sea de confianza, o quizá sí, en menor medida Bialas y su equipo, quienes tienen otro objetivo y el hecho de que supieran la verdad, sería un arma de doble filo. Tampoco contaba con que los nervios le jugarían en contra, no se imaginaba la bochornosa situación y que se quedaría mudo y con la boca seca, imposibilitándole hablar; como si el propio destino no permitiera que ensucien el nombre del gran e inigualable Brad Davis, quien logró lo imposible: «acabar con la radiación», aunque para ese entonces, a estas alturas, eso ya quedaba en segundo plano, es más, eso ya había quedado en el olvido.

—Verás Brad, tu padre...

—Tu padre era un hombre muy ambicioso —interrumpió Bernardo. Clarck soltó un suspiro—. Era un hombre sin escrúpulos que no le importaba pasar por encima de nadie con tal de lograr sus cometidos que solo lo beneficiaban a él y nada más que a él. No le importó siquiera su familia. La destruyó por algo... —pausó y se carcajeó por lo bajo—... por algo intangible y sin valor.

—Vale, pero parece que lo conociste de toda la vida —sospechó el chico con desagrado.

—Más de lo que te imaginas —respondió Bernardo sin mirarle—, también conocí a tu madre y de igual manera contemplé su muerte aquella noche, la mejor decisión que pudo haber tomado. Courtney Davis, aquella mujer indefensa y que hizo todo lo que pudo por salvarte, Brad. Por mantenerte con vida. Sufrió tanto. Tanto, tanto por ti. Fue cobarde al no dejar a tu padre para enfrentar la vida sola, pero —pausó un momento—, pero muy valiente por enfrentar a tu padre para recibir todo el daño por ti.

Radioactivos III: Radiación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora