— ¡Nelly! —rugió Brad entre la oscuridad.
Ella ignoró su llamado y en cambio ingresó a una habitación. El joven Davis corrió tras ella, pero la puerta le impidió el acceso. Era un lugar oscuro que le impedía ver la manija de la puerta, así que aplicó fuerza y la abrió de un golpe. La chica estaba frente a un hombre, poco a poco el joven caminó hacia ellos mientras los dos se besaban con amor. Davis sintió un dolor inexplicable, tan fuerte como millones de punzadas de hierro puntiagudo ardiendo. La pasión que desbordaba el beso los dejó llevarse a la siguiente etapa. Ambos cayeron en la cama entrelazados por sus brazos y poco a poco fueron desvistiéndose.
— ¡NO! —gritó al unísono. El joven se sentó en su cama meditando aquella pesadilla, tal vez, era peor que soñar con radioactivos.
Apartó un par de mechones mojados por la transpiración que emanaba de su cuerpo. Observó la oscuridad y reconoció que todavía era de noche.
— ¡Brad! —llamó Lucas detrás de la puerta.
Estoy bien —aseguró el joven lanzando un gran suspiro.
—Levántate, debemos irnos ahora.
*****
Transcurrieron unas tres horas desde que dejaron a Bernardo en aquella estación del metro, Brad decidió tomarse una siesta y justo cuando despertó, la noche ya había caído. Salieron del edificio con prisas, el chico Davis un poco desorientado y adormilado todavía, pero trataba de llevarles el ritmo. En el camino, Clarck le contó que recibió una llamada de Bernardo, citándolo en una cafetería un poco al norte de la ciudad, cerca del estadio olímpico. Bernardo no dijo más y la llamada fue breve, pero a juzgar por el tono misterioso de la voz de Bernardo, parecía urgente.
Los haces de luz de las farolas alumbraban la calle donde se ubicaba aquella cafetería, una zona no muy concurrida para ser viernes por la noche. Desde las afueras del lugar, Clarck divisó a Bernardo en una mesa, acompañado de un hombre que no identificaba ya que estaba de espaldas. Una vez entraron, descubrieron que su acompañante vestía con una camisa polo negra y unos pantalones holgados: Bialas Green, cualquiera que lo viese no podría distinguir que fuese médico. Por otro lado, Bernardo Davis tenía los ojos hinchados y rojos, se sorbía la nariz con ayuda de una servilleta y tenía una expresión cabizbaja y nostálgica, como si estuviera en un funeral.
Tras ver la escena, nadie dijo nada. Estaban conmocionados.
—Adelante chicos —invitó Bialas—. Siéntense.
Sin mucha convicción y totalmente confundidos, los cuatro tomaron asiento y antes de que Bialas o Bernardo pronunciasen otra palabra, Clarck no se resistió a preguntar:
— ¿Qué pasa? ¿Por qué sigues aquí? —se dirigió a Bernardo.
Bernardo Davis se demoró unos segundos para tranquilizarse, una vez que lo logró, habló con voz cortada y entre lágrimas:
—Bialas me detuvo.
Green, tras ver que el hombre no podía contener el llanto y, por ende, no poder hablar decidió continuar respondiendo:
—Verán Clarck, chicos —suspiró tomando fuerzas y los demás desviaron la vista alternativamente hacia él—. Yo... yo me enteré de cosas...
—Vale hombre, suéltalo ya —insistió Clarck en desesperación.
—Me enteré de cosas —continuó con el tono de antes, suave y mesurado, aunque sus labios temblaban—: me tomaba la molestia de investigarles, a cada uno de ustedes y hallé un par de cosas graves que espero se lo tomen con calma. Lucas —le miró, el chico asintió con la cabeza y con un nudo en la garganta aguardó la noticia—: tus antecedentes indican que toda tu familia se trasladó a la zona en los inicios de la Nueva Pripyat. Hasta ahora eres el único McGregor del que se sabe está con vida. Kevin, Clarck —se dirigió a ellos y éstos se rebulleron en sus asientos—... sus madres están muertas. Las mataron porque sabían que viajaron a Pripyat. Brad, el paradero de tu padre se desconoce y tu madre... sabemos lo que sucedió con ella. Ahora... investigando tu árbol genealógico, los únicos familiares que tienes son la familia de Beatriz Davis, ¿los conoces? —el chico asintió. Bialas se guardó el secreto de que Bernardo Davis era su tío y el único familiar que le restaba con vida, favor que le pidió Bernardo con anterioridad—. Ellos, pese a vivir en el continente americano, también fueron hallados muertos en su domicilio —Brad se llevó las manos a la boca ahogando un suspiro de asombro, al parecer también tenían información sobre tu paradero.
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Radioactivos III: Radiación.
Mystère / ThrillerLa era radioactiva se extiende y los sobrevivientes deben resistir a la Pripyat postapocalíptica enfrentándose a cualquier adversidad y a los radioactivos que han ido ganando terreno, se han fortalecido y han formado un ejército con el fin de proteg...