El bosque caducifolio que, por antonomasia en las lenguas europeas, el bosque cambiante y lleno de misterios que sirvió de marco a leyendas y mitos, era un ecosistema característico de las latitudes medias del hemisferio norte, de la Europa oriental, de Ucrania y de la zona de alienación. En él se mostraba la naturaleza en sus más variados matices, adoptando formas y colores acordes a las condiciones del medio y manifestándolo en las tonalidades y los ropajes diversos con que se cubre en el curso de las estaciones.
Si los árboles se vestían de verde, enrojecían o quedaban desnudos y grises desde que despertaban en primavera hasta que caían de nuevo en el letargo invernal, y si el suelo se cubría de hierba o se transformaba en una mullida alfombra de colores dorados antes de revestirse de un manto blanco, también los pobladores animales del bosque se veían empujados por ese impulso de cambio adoptando costumbres distintas, llegaban como visitantes, se retiraban al sur con la aparición de las primeras brumas otoñales o se convertían en señores solitarios de un mundo dormido. Pero esa sinfonía de colores que caracterizaba el cambio de estaciones y la variada fauna que acompañaba a cada una de ellas, eran solo la manifestación externa ante nuestros ojos del dinamismo de un ecosistema complejo, un mecanismo de múltiples engranajes y elementos propulsores en el que cada uno de ellos debe cumplir su función con precisión matemática. Y luego estaban los nuevos pobladores de ese ecosistema: los radioactivos. Al principio de su evolución, eran bestias nocturnas, pero conforme se adaptaban al ambiente radioactivo comenzaron a salir a cualquier hora para cazar, primero alces o liebres, luego hasta lobos u osos pardos, colocándose así en la cima de la pirámide trófica y ser los únicos superdepredadores del ecosistema radioactivo de la zona de alienación. Y por dos décadas así fue, hasta que el ser humano volvió a Pripyat invadiendo su hogar y estos seres solo podían responder de una manera: reclamándolo.
Todo inició esa noche cuando cuatro hombres atravesaron la frontera marcada por el gobierno ucraniano, adentrándose e invadiendo territorio radioactivo. Se infiltraron en la ciudad de Pripyat y se acercaron con mucha prontitud al ojo del cañón: la central nuclear. Los radioactivos los divisaron, habían visto antes personas, aquellos a los que les gustaba el turismo extremo y que pagaban más de diez mil pavos por persona para vivir la aventura de visitar Chernóbil. Pero aquellos turistas guiados por la adrenalina visitaban la ciudad durante las horas donde el sol sofocaba con sus rayos abrumadores y, por ello, los radioactivos no salían de sus escondites. Luego, miles de personas poblaron Pripyat arrebatándoles lo que les pertenecía. Y aguardaron. Aguardaron el momento indicado para atacar, luego de aquella explosión que dejó en oscuras a toda la ciudad. Y cuando por fin derrocaron al ser humano recuperando su ciudad, decidieron ir por más. No solo Pripyat, también las aldeas y poblados cercanos y toda la zona de alienación, cualquier lugar donde la radiación gobernase, gobernarían ellos. Y destrozarían a todo humano que se topasen. Sin excepciones. Y ese día así fue.
El sol de mediodía soltaba un calor sofocante, aunque sus rayos eran un poco débiles por los intervalos nublosos; la brisa radioactiva ululaba tenuemente y se podía sentir el rocío de la llovizna. Apenas se recuperaban del accidente que tuvieron minutos antes. Se habían limpiado las heridas y ahora descansaban en medio de un claro, unos sobre un tronco grueso y caído de algún abeto, otros sobre las hierbas. Se les veía agotados y aletargados.
Kevin se acercó a su amigo. Después de mucho tiempo no había logrado entablar una conversación con él.
—Brad, lo que hiciste, ¿Fue por Aimee o por esa chica Nelly?
No respondió. No tenía una respuesta y solamente bajó la mirada.
—Déjalo tranquilo —pidió Arthur.
—Brad es mi mejor amigo —refutó Kevin poniendo los ojos en blanco—. El que debería dejarlo tranquilo eres tú.
—Kevin... —habló Davis y alzó la mirada con timidez—... quiero hablar con Arthur, ¿puedes dejarnos solos un rato?
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Radioactivos III: Radiación.
Misterio / SuspensoLa era radioactiva se extiende y los sobrevivientes deben resistir a la Pripyat postapocalíptica enfrentándose a cualquier adversidad y a los radioactivos que han ido ganando terreno, se han fortalecido y han formado un ejército con el fin de proteg...