Frank

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Los adultos no escuchan a los adolescentes. Dicen hacerlo pero en realidad no lo hacen. ¿Por qué? Bueno, tal vez piensan que no son lo suficientemente inteligentes como para decir algo importante, o que son demasiado bobos y están llenos de hormonas como para actuar con seriedad. Los adultos no comprenden a los adolecentes. Los adultos no comprenden la depresión. Frank lo sabía de primera mano.

Su vida siempre estuvo marcada por la temprana muerte de su madre cuando tenía cinco años de edad. Frank no la recordaba mucho, pero sabía que había sido una buena madre y aún poseía algunos buenos recuerdos de ella. Estaba decidido a no olvidarla jamás. Ella se merecía que al menos su único hijo la recordase, pero para su gran pesar Frank descubrió que el recuerdo de su sonrisa ya se estaba desvaneciendo de su memoria. Ahora todo lo que le quedaban eran fotografías suyas, viejas fotografías detenidas en el tiempo para siempre. Aquello no era lo mismo. A veces le gustaría haberla podido conocer mejor.

Su padre por otro lado... él era una historia completamente diferente. Franklin Iero, Sr. pudo haber sido un buen padre en el pasado, pero en el presente era todo lo contrario. Después de la muerte de su esposa, su vida cayó en picada y comenzó a beber para olvidar el dolor. Con el paso del tiempo se volvió alcohólico y perdió su empleo, en consecuencia, se vio obligado a trabajar en una pequeña tienda de electrodomésticos en la cual el sueldo no era muy bueno, pero bastaba para pagar los impuestos de la casa. En el hogar Iero nunca sobró el dinero, ni tampoco el cariño. Su padre era abusivo con él. Frank no supo exactamente en qué momento comenzaron los golpes y los gritos, pero si sabía que ahora eran una realidad constante en su vida. Una realidad que desearía no vivir. Su padre le hacía sentir como basura, le culpaba por la muerte de su madre, le acusaba de ser un vago maleducado y jamás se tomaba el tiempo suficiente como para hablar con él; sólo le gritaba y golpeaba. Le había insultado tantas veces que ahora hasta el mismo Frank se consideraba una mierda como persona.

En una ocasión, Frank fue a parar al hospital por una mala golpiza. Los médicos que lo atendieron, naturalmente sospechosos, interrogaron a su padre sobre cómo había ocurrido el "accidente" y este les dijo que el tonto de su hijo sólo había caído de las escaleras. No muy convencidos, estos luego le preguntaron a Frank lo que había ocurrido en realidad. Frank, en ese momento demasiado temeroso de su padre como para acusarlo, se limitó a confirmar la declaración de su padre. Sin embargo, ahora se arrepentía de no haberlo hecho. Los servicios sociales seguramente le habrían quitado su custodia a su padre, y Frank quizás habría tenido una mejor vida. Pero fue un cobarde a la hora de hablar.

Su vida en la escuela tampoco era tan buena. Frank había deseado asistir a una escuela privada desde siempre, pero no tenía el dinero suficiente para pagar una y nunca lo tendría, en cambio, durante sus años de primaria asistió a una pública. Luego había logrado conseguir una beca y ahora asistía a una privada. En la primaria, los demás siempre se burlaban de él porque su madre estaba muerta. Frank no entendía como alguien podía encontrar gracioso aquello. La muerte de un ser querido nunca es divertido, mucho menos objeto de burla. Los niños son muy crueles.

Frank nunca fue un chico de muchos amigos. No recordaba haber tenido más de uno durante la primaria y ahora en secundaria las cosas no eran muy diferentes, con la única excepción de que contaba con un pequeño grupete de jóvenes iguales que él; es decir, un grupo entero de rechazados e inadaptados.

Frank los había conocido gracias a Gerard, su primer amigo de verdad. Gerard lo había defendido cuando unos matones lo estaban acosando y este les hizo frente, aún cuando estos eran mucho más altos que él. El resultado; ambos terminaron en la enfermería. Frank con un ojo morado y Gerard con una nariz sangrante.

Pero valió la pena, pues después de aquello ambos se volvieron amigos y Gerard posteriormente lo presento con los demás. Gerard tenía problemas con las drogas y Frank también sabía que había intentado quitarse la vida en varias ocasiones. A veces podía llegar a ser algo loco y un poco raro, pero creía firmemente que era un buen chico cuando no estaba bajo el efecto de las drogas, cosa que no sucedía muy a menudo. Frank había intentado persuadirlo para que las dejase, pero sin éxito. Quizás algunas personas estaban dañadas de forma irreversible, eso era lo que solía decirle su abuela, aunque Frank jamás lo creyó. Estaba enamorado de Gerard y estaba convencido de que cambiaría. Qué tonto era.

Dos años después, Gerard y él seguían siendo buenos amigos. Jamás se había atrevido a confesarle su amor, y no creía que fuera capaz de hacerlo en un momento, el temor irracional a ser rechazado lo detenía de intentarlo.

Otra cosa interesante sobre Frank era que él amaba los tatuajes. Su cuerpo estaba casi lleno de ellos. Tenía varios en sus brazos y algunos en su cuello, así como también en su pecho. Era un pasatiempo que disfrutaba y siempre estaba dispuesto a hacerse uno nuevo. Lo que más le gustaba de ello era que podía jugar con los diseños y contar diferentes historias con los tatuajes. Cada uno podía representar un sueño, una pérdida, un desafío e incluso una meta lograda. En el caso de Frank todos ellos representaban el dolor que había sufrido en su miserable y corta vida. Uno en particular -el tatuaje de una rosa con espinas- representaba a su madre. La rosa, hermosa y pura, era su madre y las espinas el sufrimiento que había sentido tras su muerte.

Muchos dirán, "¿Frank, porqué te tatúas algo que te recuerda constantemente a tu madre muerta? ¿Algo que aún es doloroso para ti?" Porque Frank no quería olvidarlo. Había sufrido tanto en el pasado que ahora no estaba dispuesto a dejarlo atrás. Era parte de él. Sin embargo, la gente no entendía eso.

También había incursionado un poco en el arte de perforar su piel. No era su cosa favorita para hacer, pero tenía un pequeño piercing en su labio y otro en su ceja. También se había perforado ambas orejas y acostumbraba a utilizar expansores de vez en cuando. Los demás podían criticar todo lo que quisieran el aspecto de Frank, pero este estaba orgulloso de él. Estaba orgulloso de sobresalir entre la multitud y ser único. Así que, sí,  su vida no podría ser la mejor, podría no ser depresivo y ser feliz. Podría estar de novio con Gerard y despertase junto a él cada mañana. Pero era la vida que conocía y no la cambiaría por nada.

suicide club ↠ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora