Esto no es un final, es un comienzo

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Para antes del mediodía se pusieron en marcha.

Frank se escabulló dentro de su casa y rápidamente subió hasta su habitación, donde tomó los pocos ahorros que tenía, así como también algo de ropa, y varios objetos personales dentro de un bolso mediano. No podía ir demasiado cargado. También se llevó con él una fotografía de su madre; la miró por unos instantes antes de guárdala en su bolsillo trasero y continuar. No podía permitirse perder mucho tiempo, los segundos apreciaban y no era momento para ponerse sentimental. No está vez.

Luego se dirigió al cuarto de su padre en busca de algo de efectivo guardado. El hombre no se encontraba en la casa debido a que había salido a su trabajo, al igual que todas las mañanas. No corría riesgos de ser atrapado por éste pero aún así una fea sensación se plantó en su estómago durante todo el tiempo que allí estuvo y no lo abandonó hasta que se marchó. Revisó todos los lugares posibles hasta que finalmente encontró un pequeño compartimento en su mesita de noche donde su padre guardaba un fajo de billetes. No era mucho, pero seguramente serviría para el futuro.

Antes de salir, Frank se dio un necesitado y rápido baño pues apestada bastante, así como también un buen cambio de ropa. La que llevaba se encontraba sucia y se sintió increíblemente fresco una vez que estuvo limpio y cambiado. La herida en su frente no era nada de otro mundo, aún dolía un poco y el corte pálido se hacía notar contra su piel tostada, pero fácilmente desaparecería con el pasar del tiempo, quizás dejando una pequeña cicatriz apenas visible.

Se llevó el bolso al hombro mientras bajaba las escaleras con apuro y cuando estuvo a punto de cruzar en umbral de la puerta principal se detuvo y miró hacia atrás. Él había crecido en aquella casa, toda su vida se desarrolló en ese lugar y todos sus buenos recuerdos también habían tenido lugar allí. No eran muchos, pero eran los únicos que tenía con su madre. Ya casi no la recordaba, de no ser por las viejas fotografías no sabría cómo había lucido la mujer que le dio la vida. Su vaga memoria infantil al parecer no pudo retener su imagen y la había olvidado con el pasar de los años; Linda solía ser muy hermosa, con su mismo cabello oscuro y ojos claros. O al menos eso era lo que podía deducir al ver las fotos.

También pensó en su padre, a él no le echaría de menos nunca. Es más, se alegraba de al fin poder librarse de él y su maltrato. No conservaba más que recuerdos fríos y dolorosos sobre él, ni siquiera creía que a Cheech le importarse que al llegar a casa se encontrase con que su hijo ya no estaba. Probablemente seguiría con su vida normal. Y eso era lo que también planeaba hacer Frank; pero en lugar de seguir empezaría una nueva vida junto a Gerard, lejos de todo lo que conocía. Se irían y no regresarían, ¿Adónde? No tenían idea, pero era para mejor.

Aspiró y exhaló el aire frígido de la mañana. Pintaba que sería un lindo día, un buen día para un nuevo comienzo.

Cerró la puerta detrás de sí y alcanzó a Gerard donde éste le estaba esperando recostado contra el viejo olmo de su propiedad bajo la luz del sol, parecía dormitar, y Frank notó lo pacífico que se veía en ese estado; sin interrupciones ni nada por el estilo. Ahí solo era... Gerard. El mismo Gerard de quien se había enamorado años atrás.

— Gerard —susurró, casi le dio pena despertarlo, pero no podían detenerse por mucho tiempo. El antes nombrado abrió los ojos y tomó la mano que Frank le ofrecía para levantarse. No había dicho una palabra en toda la mañana, acostumbraba a no hablar y él estaba bien con ello. No le obligaría a hacerlo si no quería. Frank le había dado su chaqueta y está le quedaba grande, le hacía parecer aún más pequeño y débil. En el fondo sabía que no lo era.

Comenzaron a caminar rumbo hacia la residencia Way, donde tomarían sus cosas, se reunirían con Mikey y donde Ray les estaría esperando con el auto de su padre. Frank no soltó su mano una vez que logró ponerse de pie, en cambio, mantuvo un firme control sobre esta mientras lideraba el paso. A Gerard no pareció importarle, o quizás fingía que no lo hacía.

suicide club ↠ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora