La muerte es en lo que pienso

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— Te gusta D&D, Audrey Hepburn, Fangoria, Harry Houdini, y el croquet. No puedes nadar, no puedes bailar, y no sabes karate. Acéptalo, nunca vas a lograrlo, Gerard —Ray murmuró con honestidad a su lado.

— No quiero lograrlo. Solo quiero... —Gerard no llegó a terminar su sentencia pues fue interrumpido por el molesto pitido de su teléfono. Miró hacía el identificador de llamadas y vio que se trataba de Frank.

— Frank.

— Hey, Gerard. Escucha, ¿crees que hoy pueda ir a tu casa?

— Claro, no veo porque no.

— Bien, porque estoy como a medio metro de tu casa. Puedo verlos desde aquí.

— ¿Qué? —Gerard se volteó solo para ver a Frank caminando lentamente hacía su casa, aproximadamente a una cuadra de distancia. Todavía vestía su uniforme y su mochila iba colgada a su hombro mientras hablaba por teléfono. Un par de lentes de sol cubrían sus ojos. Al ver que Gerard se volteó le hizo un gesto con la mano— Como sea —murmuró y luego colgó.

Sacó su paquete de cigarros de su bolsillo y encendió uno. Inhaló una gran calada y luego exhaló el humo formando un círculo perfecto. Era una técnica que había logrado perfeccionar a través de los años. Le ofreció uno a Ray pero este negó con la cabeza.

— No, pasó. El tabaco y yo no nos llevamos muy bien —en cambio, abrió su mochila y sacó una pequeña botellita plateada que Gerard sabía contenía alcohol. Ray siempre la llevaba consigo a todas partes— Por otro lado, el alcohol y yo nos llevamos de maravilla —tomo un largo trago y le pasó la botella a Gerard. Gerard supo que se trataba de vodka tan pronto cuando el líquido le quemó la garganta al tragarlo.

Una vez que el moreno finalmente llegó los saludó y se sentó con ellos en las escaleras de la entrada de la casa de Gerard, lugar donde casi siempre solían pasar el rato después de la escuela. 

— ¿Dónde demonios estuviste? —preguntó Gerard.

—Si, te esperamos como media hora. Se suponía que vendrías con nosotros —murmuró el rizado.

— Lo sé, tuve un contratiempo. ¿Conocen al Sr. Wentz? ¿El tedioso asistente del director? —preguntó con molestia mientras tomaba el cigarro de Gerard y le dio una calada antes de devolvérselo.

Gerard y Ray asintieron con la cabeza. El Sr. Wentz era la razón por la cual Gerard se vio obligado a unirse al equipo de natación. Algo estúpido y peligroso puesto que no sabía nadar.

— Bueno, me encontró vagando por los pasillos cuando se suponía debía estar en clases de matemáticas. Me hizo tener una pequeña charla con él acerca de la responsabilidad y toda esa mierda. Lo cual fue lo más aburrido del mundo. Prefiero que me mande a la oficina del director y listo. Al menos allí no tardo una hora.

— Debiste haber sido más precavido, idiota. Wentz siempre deambula por los pasillos en busca de estudiantes rebeldes —a Gerard lo había atrapado en más de una ocasión fumando en los baños.

— Maldito Wentz. Maldita escuela. El idiota de Shawn volvió a meterse conmigo hoy. Espero que él y su pandilla se pudran en el infierno —exclamó.

— Más bien que toda la maldita escuela se pudra —corrigió Gerard. Había terminado su cigarro y encendido otro. Necesitaba de la nicotina como el aire que respiraba.

Ninguno de los tres la pasaba bien en la escuela. Constantemente eran objeto de burla de los demás y Shawn y su pandilla de hipócritas disfrutaban de hacerles las vidas imposibles en aquel lugar del demonio. Como si no fuera suficiente el tener que ir allí todos los días tenían que soportar abuso físico y psicológico.

suicide club ↠ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora