Cuidado con el lobo

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Le invitó a comer. El muy maldito le invitó a comer una hamburguesa después de haberse revolcado con él en el sofá. Gerard no había querido ir, se había negado rotundamente pues odiaba salir y no le gustaba las miradas que le atinaban las personas en la calle. Miradas repulsivas y desconfiadas. La gente sospechaba, eso no se discutía. Era de por sí sabido que había algo retorcido en el hijo mayor de Donna Way, algo podrido.

Donna había sido la fuente más reciente de chismeríos que reinaba en el vecindario, pues no había habido noticia de la mujer desde hacía ya algún tiempo, pero ninguno de los curiosos por saber que fue de la vieja señora Way se atrevía a preguntar; simplemente les dominaba el temor hacia el Way mayor. Y en cuanto al Way menor, no había mucho que decir. El pobre diablo apenas era consciente de lo que ocurría a su alrededor, o eso era lo que solían decir las malas lenguas.

No le importaba lo que pensarán de él los vecinos, en realidad no. De hecho se sentía orgulloso de provocar aquel sentimiento de pavor en la gente, ni siquiera lo intentaba, su aspecto morboso hacia gran parte del trabajo por si solo. Evadió todas las mirabas que recibió al salir de la comodidad de lo que ahora era su hogar, Frank caminaba a su lado. Él tampoco parecía fijarse demasiado en las miradas acusadoras compartidas, miraba hacia el suelo y las obviaba, tal como si no pudiese sostenerlas. Gerard, por otra parte, lo hacía y se las devolvía mil veces peor, para su gran satisfacción personal.

Al llegar al iluminado establecimiento que resaltaba en el alba del día, el McDonalds local, luego de haber recorrido unas cuantas cuadras a pie, Gerard permaneció sentado en uno de los incómodos bancos de plástico del lugar mientras el moreno fue por las hamburguesas, a pesar de que no tenía mucha hambre, los diferentes tipos de drogas y sustancias en su organismo se encargaban de quitarle el apetito y él estaba bien con eso. La atmósfera era espantosa: niños y niños correteando por doquier y jóvenes y felices parejas de enamorados sentados no muy lejos de él, compartiendo ocasionalmente comida y uno que otro mimos. Gerard miró hacia otro lado, quería vomitar. Le repugnaba ver muestras de cariño públicas como aquellas, jamás había sido una persona muy amorosa y no entendía la necesidad de hacer eso ante la vista de todos. Gruño para sí mismo, no debería haber venido.

— ¡Pero si es nada menos que el suicida de la escuela! —una voz burlona exclamó de pronto. Gerard se giró sobre su eje y vio a un alto y pálido chico de dientes torcidos que reconoció como Damon Albarn, uno de los mejores amigos de Shawn y cómplice de este en sus hostigamientos a los más de débiles. Iba acompañado de una jovencita teñida de un rubio artificial exageradamente delgada, y con escote demasiado abierto que presumiblemente era su pareja. Gerard le miró con odio puro— ¿Qué haces fuera a la luz del día? Pensé que los vampiros chupasangre como tú solo salían de noche. Ni siquiera pensé que seguías con vida para ser justos, no te he visto en la escuela desde hace tiempo y creí que habías muerto. Qué pena que no es así —soltó una fuerte carcajada que hizo estremecer a Gerard. La chica junto a Damon también río.

— Ya déjalo, amor. Míralo, se ve... enfermo. Pobrecito, casi me provoca lástima. Dime, ¿tienes alguna enfermedad o algo? —la chica le habló de igual manera que se le hablaría a un niño de cinco años. Un horrible aroma a colonia femenina barata inundó las fosas nasales de Gerard, más no dijo nada. Inmediatamente sintió desprecio hacía aquella mujer.

— ¿Lástima? Sé muy bien que esta pequeña escoria tuvo algo que ver con la desaparición de Shawn, él y su grupete de raros —comentó Damon a su dama— Y el hecho de que haya dejado de asistir a la escuela solo alimenta mis sospechas, todo el mundo lo sabe. No tengo idea de que hicieron con mi amigo, pero lo descubriré, maldito enfermo —las palabras salían de su boca como veneno, acusadoras— Y todos terminaran tras las rejas, tienes mi palabra.

suicide club ↠ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora