Sin necesidad de nadie

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La noticia de la desaparición del joven Shawn Richards no tardó en esparcirse dentro de los confines de la pequeña ciudad. Los familiares y vecinos realizaron una exhaustiva búsqueda del muchacho desaparecido que duro unos cuantos días, búsqueda de la cual Gerard ni ninguno de sus amigos participaron. Las autoridades locales tampoco habían logrado encontrar rastro de él y poco a poco acababan dándose por vencidos, al igual que los participantes de la búsqueda vecinal. Al comienzo se llegó a la conclusión de que se trataba de solo otro adolescente rebelde que escapaba de casa, pero debido a que todas sus pertenencias aún estaban allí esa tesis fue rápidamente rechazada.

Uno de los odiosos amigos de Shawn había testificado diciendo que este le había dicho que se encontraría con alguien el mismo día de su desaparición, pero de nuevo aquello no ayudó de mucho y no arrojó ninguna pista de su paradero. Los padres del muchacho estaban tan desesperados que incluso habían aparecido en televisión nacional para decirle a su hijo, dondequiera que este estuviese, que por favor regresará a casa. Pero él nunca iba a regresar, ya no. Únicamente ellos cuatro sabían la escalofríante verdad; sabían que jamás iba a volver sin importar las numerosas súplicas de sus padres, y aquel era un secreto que se llevarían a la tumba. Habían acordado no decir una palabra respecto al tema y todos lo había jurado por sus vidas.

Pero la ciudad no había sido lo único que cambio, dentro de la escuela las cosas también comenzaron a ser diferentes. Aunque no se viese a simple vista, una atmósfera lúgubre había comenzado a diseminarse en el ambiente y en los estudiantes. Nadie se atrevía a decirlo pero a medida que trancurrían los días era obvio que el chico estaba muerto, en una ciudad tan pequeña como la suya las personas no desaparecían así como así, sobretodo considerando quien era la persona en cuestión.

Los que lo conocían juraban a mar y tierra que él nunca desaparecería de esa manera dejando preocupados a sus padres. Gerard no se inmutaba ante ningún esfuerzo de la comunidad por encontrarlo, es más, ni siquiera le importaba. Se encontraba sastifecho con la situación, la pandilla de amigos de Shawn ahora deambulaban por la escuela como cachorros que perdieron a su guía, sin saber que hacer a continuación. Pareciera que hasta no tenían albedrío propio, solo eran parásitos que se aferraban a lo más próximo que encontraban.

Ya nadie los molestaba como solían hacerlo, no venía el caso. Algunos incluso le daban a Gerard miradas sospechosas y se alejaban de él al verlo pasar, como si les fuera a morder. El sucio rumor de que había tenido algo que ver en el asunto no se había hecho tardar tampoco, teniendo en cuenta su odio hacía este. Pero nadie podía probar nada sin pruebas de lo ocurrido, y dudaba de que alguien se atreviese a hablar con él o los demás. Ya había transcurrido una semana del acto cometido y todo con respecto a Shawn seguía igual, estancado en la misma situación que del comienzo y no saba señales de cambiar pronto.

— Todos nos miran con ojos sospechosos —había dicho Ray durante una de sus muchas reuniones grupales detrás de las gradas de la escuela. Pero Gerard había contradecido fuertemente su declaración.

— Lo hacemos parecer sospechoso solo si queremos que lo sea —respondió a su amigo, totalmente despreocupado.

— ¿Creen que estuvo mal el haber hecho lo que hicimos? —murmuró Frank, mirando a la nada mientras un cigarro se consumía lentamente en su temblorosa mano. La pregunta había estado en su mente desde hacía tiempo y lo estaba volviendo loco. La culpa había recaído en él como un balde de agua fría. No podía mirar a la cara a aquellos pobres padres buscando desesperadamente a su hijo, simplemente no podía.

— Ciertamente no fue correcto desde el comienzo, lo sabíamos muy bien —dijo Ray en tono acusador, sin dirigirse a nadie en particular pero Gerard sintió que se lo decía a él en particular. Mikey permanecía sentado al lado del rizado en silencio, observando la situación. Desde el abandono de su madre se había vuelto mucho más lúgubre y ya casi no hablaba, pero Gerard no le había dicho a nadie lo ocurrido al no querer recibir compasión ajena.

— Todos estamos igual de metidos en esto —recordó Gerard a los demás— Si uno cae los demás también lo haremos. Es simple.

— Todo esto fue tu idea, Gerard. Tú nos has arrastrado a esto. Mikey y yo ni siquiera tenemos nada que ver en su muerte y lo sabes.

— En primer lugar, todos asumimos la responsabilidad al aceptar hacerlo, Ray. Ahora es demasiado tarde para acobardarse e ir a refugiarse entre las piernas de mami —exclamó, firme a su argumento— Y quien dio el primer golpe fue Frank, no yo.

— ¡Tú me obligaste a hacerlo! —exclamó Frank, hecho una furia. Este se levantó bruscamente de su lugar del suelo para hacerle frente y estar a su altura.

— Yo no te he obligado a hacer nada —dijo con calma al moreno.

— ¡Me manipulaste! —rugió— Sabías que no soportaría verte con Shawn, te aprovechaste de mi amor por ti para tu propio beneficio y no ensuciarte las manos. ¡Lo tenías todo planeado, desde acostarte conmigo hasta que hacer con su cadáver una vez muerto! Claro, ¡si vienen por nosotros yo seré quien vaya tras las rejas! ¡Tú has sacado lo peor de mí y te odio por eso! ¡Me odio a mi mismo por haber sido tan iluso! —lágrimas de ira caían de sus ojos, sin poder controlarlas. Había contenido todo aquello dentro suyo durante mucho tiempo y al fin había explotado, dejando salir todo como un huracán descontrolado.

— Supéralo —su respuesta fue corta, inmediata y fría. Gerard no se alteró, ninguna emoción se dejó ver en su rostro de piedra. ¿Lo había manipulado y qué? No era para tanto, debía olvidarse y ya. En su torcida mentalidad no había hecho nada malo que mereciera arrepentimiento o perdón.

Y ahí fue cuando Frank perdió el poco control que aún tenía sobre su cuerpo. Ni siquiera le importaba ni un poco como se estuviera sintiendo por dentro, era indiferente hacia él. Y antes de que supiera que estaba haciendo, dejo caer su puño contra su soberbia cara, poniendo en ese único puñetazo todo el insano odio que corría por sus venas y más. Ni siquiera le importó lastimarlo, cosa que si hizo, pues la sangre comenzó a emanar a través de un corte en su pómulo no mucho tiempo después del impacto. Gerard se tambaleo hacía atrás para luego caer al suelo de bruces. Lo miró completamente sorprendido, llevándose una mano sobre su herida reciente y viendo la sangre manchar sus dedos. Y se sintió bien hacerlo, malditamente bien.

— Eres una persona enferma —murmuró con lástima. Tenía que resistirse al impulso de ir hacia él y ayudarlo, recordar todo lo que había hecho ayudaba bastante— Vámonos, Ray. Deja que se hunda en su locura él solo —le dolía cada palabra, pero era la cruda realidad y él ya no podía seguir mintiéndose.

— Puedes venir con nosotros si quieres —se dirigió luego a Mikey, sin muchas esperanzas, pues sabía cual iba ser su respuesta.

— Yo me quedó con mi hermano —respondió.

—Mikey... —comenzó Ray con súplica evidente en sus ojos, pero Frank lo detuvo antes de que pudiera decir algo.

— No tiene caso, deja que haga lo que él quiera —nunca abandonaría el lado de su hermano, quizás estaba igual de roto que él después de todo. Frank le dedicó una última mirada lastimera a Gerard, el cual seguía en el suelo igual de desamparado que un perro. Él mismo había provocado todo, había jugado con sus sentimientos, se dijo, lo merecía. Comenzó a alejarse de allí sin más decir, o del caso contrario no sería capaz de hacerlo, seguido de cerca por Ray. Mikey observó a Ray marcharse y luego corrió a socorrer a Gerard.

— ¡No te necesito! —rugió Gerard a sus espaldas a todo pulmón, rechazando la ayuda de Mikey— ¡A ninguno de los dos! ¡¿Me oíste?! ¡Idiota! ¡Maldito cretino! —no sabía por qué las lágrimas habían comenzado a caer repentinamente de su rostro, si por el golpe, por enojo, o por otra razón que desconocía. El líquido salado ardía al caer sobre su corte, pero poco le importaba. Frank no se volteó ni una vez, ignorando sus gritos de lunático tal como si no los escuchará.

Su cara dolía como el infierno, estaba llorando mientras tirado en el césped y veía como lo abandonaban... de nuevo.

suicide club ↠ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora