Capítulo 36

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Killian se preocupó al ver que Emma se había detenido. Ella había sido quien iba adelante guiando el camino durante la mayor parte del tiempo, para no tener que entablar conversaciones con sus padres. Cuando se acercó a ella para ver que es lo que le sucedía, se preocupó aún más ya que ella podía sentir a las almas perdidas aún cuando no era de noche, lo cuál debía ser algo grave. Killian decidió que lo mejor era acampar y todos concordaron con él, luego se fue en busca de leña. Él recordaba que el fuego había permitido a Emma sentirse a salvo de las almas perdidas en Sherwood, así que creía que usar esa misma estrategia en esa situación iba a ser útil. Cuando regresó con la gran cantidad de leña que había recolectado, se encontró nada más con los Reyes. Emma no estaba allí con ellos y eso le hizo perder la calma que había estado intentando contener.

- ¿Dónde está Emma? – Preguntó Killian depositando la leña en el césped. Apartó un par para armar la fogata y otro par para tener de reserva.

- No sabemos, ella se fue. – Respondió Snow ayudándolo a distribuir las ramas.

- ¿Y ustedes la dejaron irse? – Preguntó Killian molesto porque que no le agradaba la idea de Emma estando sola, mucho menos cuando ya era de noche.

- Ella está enojada con nosotros y necesitaba estar sola, por lo cual no quisimos presionarla a que se quede. – Explicó David sorprendido al ver a Killian molesto.

- ¡¿Ustedes no entienden la gravedad de haberla dejado sola?! ¡Las almas perdidas están por todo éste maldito bosque y no dudaran en lastimar a Emma! – Explotó Killian, tenía que hacerles entender que haberla dejado ir sola era un error para que no vuelvan a repetirlo.

- ¿Las almas perdidas pueden lastimarla? – Preguntó Snow con la voz temblorosa, sintiendo preocupación y culpa.

- No lo sé... – Comenzó a decir Killian.

- Nos tendrían que haber dicho antes, Emma tendría que haber confiado en nosotros como confía en vos. – Lo interrumpió David de una manera defensiva.

- ¿Crees que ésto va a ser fácil? ¿Crees que Emma va a confiar en ustedes cuando recién los conoce? ¿Crees que Emma confió en mí no bien me conoció? – Cuestionó Killian mirándolo seriamente. – La confianza es algo que se gana amigo. – Dijo.

- ¿Cómo hacemos para que Emma confíe en nosotros? – Preguntó Mary Margaret algo insegura, su hija le resultaba un gran acertijo.

- No hay algo definido para hacer o no hacer en cuanto a la confianza. Es algo que se va dando solo. Es cuestión de encontrar la forma de cada uno. – Respondió Killian muy pensativo.

- No sabía que los piratas eran tan sabios. – Dijo irónicamente David.

- Algún día vas a tener que dejar de lado la falta de respeto hacia mí, si quieres que Emma confíe en vos. – Retrucó Killian.

- Algún día, pero no hoy. – Aceptó David asistiendo con la cabeza.

- Sé que está situación es difícil para todos, tanto para ella como para ustedes. Pero ella se merece que la entiendan, confíen en ella, y le den el tiempo que necesita. Ella vale la pena. Aparte ustedes son sus padres, que actúen como adultos es lo que corresponde. – Aconsejó Killian.

La conversación quedo interrumpida cuando escucharon un grito, o mejor dicho escucharon a Emma gritar. Killian sintió que se le helaba la piel, la sensación de que Emma estuviera en peligro era algo que siempre lograba tensarlo. Prendió el fuego lo más rápido que pudo, mientras observó como los Reyes intercambiaban una conversación con sus miradas en las que gritaban preocupación y culpa.

- Iré por Emma. Mantengan vivo el fuego, ella lo va a necesitar. – Indicó Killian y los Reyes asistieron.

Killian persiguió el rastro de voz que el grito de Emma había dejado. Por suerte la encontró cerca de donde habían decidido acampar, a la orilla de un arroyo. A la vez que hacía camino hacia ella pudo ver como intentó usar su magia, pero la luz que salía de ella parecía no funcionar para dar fin a la situación que estaba viviendo. Killian vio cómo Emma perdió el conocimiento y corrió hacia a ella para agarrarla en sus brazos antes de que caiga. La situación generó que se preocupara, Emma nunca había llegado al extremo de perder el conocimiento por culpa de las almas perdidas. La agarró en sus brazos y volvió al campamento lo más veloz que pudo. Se sentó junto al fuego con ella en sus brazos, sacó la petaca de ron de su abrigo y la llevó hacia la nariz de ella, para despertarla con el contraste de sentir el fuerte aroma del alcohol.

The Lost PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora