El arzobispo encargado de varias parroquias, el arzobispo Vermudo, nos había hecho llamar a mí y a varios de mis compañeros. Mientras me dirigía a la catedral iba esquivando a aprendices, jefes de talleres y campesinado que se iba agrupando poco a poco en la plaza.
Hoy habría un "auto de fe" y el pueblo no quería perdérselo. Cuando había cierta cantidad de condenados se celebraban estas ceremonias donde los condenados, tras una procesión de las autoridades tanto eclesiásticas como civiles, eran quemados en la hoguera en presencia de todo el pueblo.
Me parecía un "matar dos pájaros de un tiro", darles un espectáculo a las masas y ejecutar a infieles a la vez.
Cuando ya había llegado a la catedral entré por una puerta poco visible junto al altar que me llevaba hacia unas escaleras de caracol descendentes, custodiadas por un soldado del tercio*.
Le enseñé la carta que el arzobispo Vermudo me había hecho llegar, escrita de forma itálica*, con un flaón* de cera en su parte final autentificando el documento.
Tras ver esto me dejó pasar, bajando por las escaleras hasta una estancia que se hallaba por debajo del suelo de la catedral.
Allí ya me esperaban todos mis compañeros.
—Bien Ilduara, ya has llegado, podemos comenzar.
—¿Qué ocurre arzobispo? Hoy se perderá el auto de fe —Exclamó uno de los allí presentes.
—Sí, lo sé, pero esto resultaba ser mas importante, joven Ordoño —Dijo mientras se sentaba cómodamente en una gran silla de madera tallada—. Las ideas del renacimientos siguen pegando de lleno a la población, eso no es algo bueno. Pero ahora nos ha llegado la noticia de que un grupo de immortui está asentado en un punto cercano a la ciudad y no pasará mucho tiempo hasta que algún campesino de las afueras se de cuenta de que tienen nuevos vecinos. No podemos dejar que duden más de lo que ya lo están haciendo, hay que seguir protegiendo la palabra de Cristo. Hay que acabar con ellos cueste lo que cueste.
—¿De qué tipo son? —Dijo Telmo, uno de los más mayores del grupo, quien tenía una amenazadora cicatriz en una de sus mejillas.
—Son de tipo lobo. Al parecer una manada entera. Según uno de nuestros informadores su nombre es Luna Nigrae y no consta en ningún archivo de la Iglesia, por lo que suponemos que han estado pasando desapercibidos hasta ahora.
—¿Y cuál es el trabajo arzobispo?¿Y la recompensa?
—Doscientos cincuenta escudos de oro*. Conseguir toda la información posible sobre la manada y acabar con todos ellos, de ser posible manteniendo vivo al jefe. Del alpha nos encargaremos nosotros.
Ya habían captado mi atención con la simple mención del tipo de immortui que eran, por lo que no dudé en presentarme voluntaria sin mucha competencia por parte de mis compañeros. Los immortui de tipo lobo se caracterizaban por su fuerza, agilidad y resistencia, además de ser muy imprevisibles. No muchos cazadores aceptaban este tipo de trabajos.
—De acuerdo Ilduara, partirás esta noche. Una carreta te llevará hasta las cercanías de su zona, después solo tendrás que adentrarte un poco en el bosque y los encontrarás facilmente; rastrealos.
—Bien, esta noche. Acabaré con todos ellos arzobispo.
—No lo dudo niña, no lo dudo.

☞ຖ໐tค☜
◊Tercio: Los tercios fueron famosos por su resistencia en el campo de batalla, formando la élite de las unidades militares disponibles para los de la época . El tercio es considerado el renacimiento de la infantería en el campo de batalla y es muy comparado con las regiones romanas o las falanges macedónicas.

◊Itálica: Estilo de en la que todos los caracteres están inclinados y con el "ductus"(trazo de la pluma) interrumpido.

◊Flaón: Sellos de cera y de gran tamaño, que servia para firmar o autentificar documentos.

♢Escudos de oro españoles: Unidades monetarias distintas que circularon en durante diferentes periodos de la historia del país entre los siglos XVI y XIX, estando subdividido a su vez en reales y maravedíes . El diseño de estas monedas estaba formado por el busto del monarca reinante en el anverso y por el escudo real en el reverso.

ESTÁS LEYENDO
Catulus
WerewolfLa flecha impactó limpiamente en la madera, clavándose profundamente en el tronco del árbol. Sonrió, una sonrisa mezquina, que avecinaba sangre, que prometía una oleada de destrucción, que quería reflejar que ella no descansaría en paz hasta acabar...