Era todo tan confuso. No quería querer, pero algo en mí estaba atrapado, con ganas de hacerlo. A veces me sentía sonreír tontamente, sin querer. ¿Era eso normal? Sentir ese cosquilleo, esa anticipación. No quería, pero sentía que a veces lo hacía. Supongo que no soy tan fuerte como pensaba para ser capaz de luchar contra la naturaleza humana. Respirar, parpadear, beber...enamorarse.
No quería, pero en esos momentos pensaba; ¿tan mal estaría? ¿Y si lo hago? ¿Y si me atrevo? Pero luego el viento deja de soplar y mi corazón vuelve a palpitar de forma normal y entonces creo que todo puede estar bien, todo será normal.
Hasta que él me mira.
Entonces esas ganas de querer apoyar la cabeza en él vuelven, el imaginármelo aunque sea imposible. El cosquilleo en los dedos cuando veo su pelo y las ganas de revolverlo...todo Durán me estaba poniendo de cabeza y haciéndome cambiar.
La pregunta era, ¿son buenos esos cambios? O, ¿tengo el suficiente valor para tomarlos?
Me acerqué esperando su respuesta, sintiendo como su respiración chocaba cada vez más con la mía. El ambiente estaba rodeado de una mezcla de cariño no dicho y nerviosismo por parte de los dos.
-¿Durán? Dice Oria que por qué esa madera tarda tanto.-Dijo una voz, abriendo abruptamente la puerta y rompiendo el momento.-Oh, ¿interrumpo algo?
Durán se levantó rápidamente del suelo y se giró hacia la puerta, separando la unión de nuestras manos, haciendo que su tacto siguiese presente allí donde me había tocado, pero embargándome una sensación asfixiante de desamparo.
-Sí, Diego. Bajo ahora.-Dijo poniéndose serio, como si el Durán de hace unos instantes nunca hubiese existido.
Diego nos dirigió una mirada recelosa, y otra muy extraña a Durán, en la cual lo supe entender su significado oculto, antes de darse la vuelta e irse.
Durán, que todavía estaba de espaldas a mí, emprendió su marcha hacia la puerta de manera tensa y sin decirme nada más.
-¡Durán!-Le llamé, levantándome de forma apresurada de la cama y haciendo que se detuviese. Estuve por coger su brazo pero al instante me arrepentí, contrayendo los dedos y uniéndolos en un puño.-Aún no me has contestado a mi pregunta.
-¿Qué quieres que te conteste, Ilduara?
Noté su voz fría y no supe que más hacer. Como en un segundo podíamos estar tan bien, llegar a pensar incluso que podíamos llevarnos bien, ¿y luego al otro estar así?
Él continuaba de espaldas a mí por lo que, aprovechando este hecho, intenté ponerme lo más firme posible y contestar sin vacilación, apartando los sentimientos que a penas hace unos minutos había sentido, para recapacitar sobre todo más tarde.
-Durá, si te vas ahora y no me contestas esta pregunta, no me la contestarás en ningún otro momento.
Y así, apretando sus puños y sin darse la vuelta todavía, Durán se fue de la habitación sin contemplación alguna.
...
El día de la boda había llegado y me encontraba sin saber que hacer o por qué ventana tirarme.
Oria se había pasado horas arreglándome y creo que estaba más emocionada ella que yo, aunque cabe recalcar que no era una boda normal, al menos para Durán y para mí. Exceptuando, claro, el hecho de que por sí mismo casarse con un hombre lobo no era lo más normal del mundo.
Mi vestido era el sueño de cualquier mujer. De cualquier mujer, menos yo, claro está. Tenía una cola larga y sumamente decorada. El vestido, azul*, llevaba elegantes bordados por toda su tela. Las mangas caían anchas y largas al final de la muñeca y volantes caían en forma de "v" desde los hombros hasta el ombligo, para luego hacer lo mismo a lo largo de la falda. La parte inferior del vestido quedaba un poco abombada respecto a la parte de arriba, pero tampoco en exceso.
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Catulus
WerwolfLa flecha impactó limpiamente en la madera, clavándose profundamente en el tronco del árbol. Sonrió, una sonrisa mezquina, que avecinaba sangre, que prometía una oleada de destrucción, que quería reflejar que ella no descansaría en paz hasta acabar...