Durante unos instantes Durán no reacciono, pero luego, y ante la atenta mirada de su sorprendida manada, retiro la capa de sus hombros de forma brusca y la tiró en el suelo, echando a correr tras de mí.
Afortunadamente ya le llevaba varios metros de distancia y, por mi propio bien, creía seguramente poder escapar de él.
Corría con todas mis fuerzas y unas pequeñas gotas de sudor empezaron a surcar mi frente. Era rápida y tenía resistencia, sí, pero correr bajo tanto calor con ese incómodo y pesado vestido solo le añadían más dificultades a una proeza de por si difícil.
Intenté mantener mi respiración constante lo máximo que pude, sabía que de otra forma sería peor, pero después de unos minutos mis pulmones empezaron a arder necesitados de más oxígeno y tuve que pegar una gran bocanada de aire. Miré para atrás y me encontré a Durán aun a unos metros de mí, con signos notables de cansancio, pero, debido a su naturaleza, estaba segura de que la primera en caer sería yo.
Corrí zigzagueando entre los árboles, intentando ponérselo al menos algo mas difícil, cuando vi mi oportunidad. Una pequeña pendiente caía a mi costado derecho. No era muy profunda ni empinada, pero me podía servir para perderlo de vista y no matarme en el intento.
Le engañé haciendo un falso movimiento en otra dirección y acelerando, lo que hizo que él también lo hiciese, y me lancé pendiente abajo cubriendo mi cabeza con mis brazos, minimizando la posibilidad de un golpe grave. Antes de bajar había enrollado lo máximo que pude mi vestido, intentando que no se enganchase en ninguna rama o roca y pudiese frenar mi caída. Estaba segura de que se iba a romper algo, pero no era lo que más me importaba en esos momentos.
Al llegar por fin abajo dirigí una rápida mirada hacia arriba, volviendo a chocar con los azules ojos de Durán, pero esta vez llenos de dolor. Me recordó a aquella que vi la primera vez que nos encontramos, pero esta vez al chocar con los míos no se alegraron ni se le llenaron de vida esos hermosos ojos cían.
Algo de él me quiso contagiar parte de su tristeza, pero, aun así y con la mirada baja, me levanté corriendo y busqué donde esconderme.
♦ ♦ ♦
Había encontrado una gran roca con una forma perfecta para ocultarme tras de ella, pues nadie pensaría que detrás había un hueco propicio para esto.
Escuché ramas crujirse creando una especie de camino y estuve segura de que era Durán. Sus andares eran cuidadosos pero confiados, cual depredador que está cazando a su presa.
Solo entonces me acordé de que la naturaleza de Durán era esta y que yo estaba ni más ni menos que en la boca del lobo, en su territorio. Sí, podía tener todo el entrenamiento que quisiera, pero esa era su casa y no habría nadie que la conociese mejor que él. Miré hacia arriba, pensando si sería muy arriesgado escalar la montaña de roca. Si lo pudiese hacer estaba segura de que lograría divisar toda la zona y encontrar algún pueblecito cercano habitado. Según había recordado convenientemente Durán le había hablado de los cazadores que vivían a los alrededores de este pueblo que, aunque les quedaba cerca, no se atrevían a venir a cazar. Ese podía ser su pasaje de ida, su salvación.
Entonces el sonido de ramas y hojas pisadas se empezó a acercar más en su dirección, de forma fija y certera.
Mierda, seguramente estaría siguiendo el rastro de su olor.
Intenté buscar alguna fuente de agua cerca en la que lo pudiese disimular, de forma infructuosa. Entonces me fijé en que el terreno alrededor de la roca era más tierra que hierva, por lo que me tumbó en esta y me restregó repetidas veces, rezando para que al menos eso lograse confundirlo.
Saqué mi brazo de la manga y el cuchillo del zapato y la corté. Era la única parte que había intentado no manchar con tierra adrede. La cogí y, pegada y agachada en la roca, me dispuse a girar lentamente, intentando no ser vista, aunque sabía que Durán aun estaría algo lejos. Coloqué por la otra cara de la roca el trozo de tela, enganchado en una rama como si este hubiese sido arrancado al correr, y volví a donde me encontraba, borrando mis huellas en la tierra con una rama.
Entonces esperé lo que me parecieron unos cuatro, cinco minutos, hasta que noté a Durán a pasos de distancia. Iba tranquilo, como ya lo había visto antes, pero en sus ojos aun veía ese sentimiento de soledad.
Giré la cabeza no queriendo verlo más y me escondí mejor. Durán no tardo en encontrar el pequeño trozo del vestido y mi respiración se aceleró. La intenté normalizar, consciente de su oído híper-desarrollado. Durante unos instantes todo fue un infernal silencio, y luego le escuché olfatear el aire. Me acerqué a la roca mientras me temblaban mis manos, pegándome a ella de cuerpo entero y con las palmas abiertas, disimulando el nerviosismo.
-Sé que no te has ido Ilduara. Sé que estás por aquí escondida. -Su voz se notaba rota y cansada, probablemente igual de mal de como estaría la mía.
Su voz se escuchaba al otro lado de la piedra y un escalofría recorrió mi columna al pensar en el apoyado de la misma manera que yo, tocándonos a través de esta roca.
El viento sopló y quiso mecer mi cabello, el cual no me moleste en recoger debido a que era casi imposible que me delatase. O.... ¿quería en el fondo ser encontrada? Tras este pensamiento moví en forma de negación mi cabeza y esta vez sí los recogí.
-Sé que he sido un idiota, el mayor idiota que pasará por tu vida alguna vez, pero creí que en verdad estábamos bien. Creí que podríamos casarnos y seguir llevándonos bien, ya sabes esos sueños estúpidos que al final no son más que sueños.
Un latido proveniente de mi corazón asordó mi cabeza y, casi sin darme cuenta, giré lentamente la roca, aun unida a esta mediante una mano, y me acerqué a Durán.
Mi mano, que estaba rozando la piedra bajó hasta la de Durán, que se encontraba también sobre la roca y las uní.
-¿Me dejarás tú tambíen?
Le miré a los ojos, segura de que mi mirada estaría tan perdida como la suya, tan cristalizada, tan solitaria.
Era un niño que había pasado por muchas cosas pero, sobre todo, que había crecido con odio, y esa era la peor manera de que un niño crezca.
Solo éramos dos no creyentes de los sueños que habían intentado forjar uno propio. Ilusos.
Y, por fin, tras muchos años, apoyé mi frente en su hombro y me permití llorar.
Lo entendía porque yo era igual que él.
≈≈≈≈≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ Nota autora≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈ ≈
¡Hola, queridas lectoras mías! *esquiva las piedras y objetos punzantes que le lanzan*
Después de unas cuantas semanas (casiunmes ejem ejem), estoy de vuelta. Perdón por la demora, de verdad.
Respecto a esto, la verdad es que me sentía mal por tardar tanto, pero me era imposible. Mi prima (que también escribe por cierto), me dijo que ella había hecho un grupo de whatsapp con sus lectoras y así ella podía informarles mejor a las que querían de estos asuntos y demás. Me dijo que igual estaría bien que lo hiciese, pero no sé, yo os pregunto. ¿Qué os parecería? Si queréis podéis decírmelo por privado o si solo queréis tener mi número para preguntas y no en un grupo... No sé, yo haré lo que a vosotras os parezca bien. Si no queréis y lo preferís como hasta ahora tampoco pasa nada xD
Bueno, ¡nos leemos en el próximo capítulo! ^^
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Catulus
WerewolfLa flecha impactó limpiamente en la madera, clavándose profundamente en el tronco del árbol. Sonrió, una sonrisa mezquina, que avecinaba sangre, que prometía una oleada de destrucción, que quería reflejar que ella no descansaría en paz hasta acabar...