→ςคקítยl๏ שєเภtเtгéร←

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Desperté de forma rápida y bajé a desayunar, pensando que sería un día más normal entrenando a la manada y, oh, como me equivocaba.

Tomaba una pieza de fruta de forma tranquila cuando una agitada Oria con varias telas en sus brazos entró de forma apresurada en la estancia.

-Oria, ¿estás bien?-Pregunté.

Ella se paró en seco como si de repente se hubiese acordado de algo importante y se giró a mirarme de forma fija mientras quedaba en un extraño silencio que me puso los pelos de punta.

-¡Tú!-Me gritó.

-¿Oria?-Pregunté, ya algo más temerosa.

¿Le estaba dando mal a esta mujer?

-¡Faltas tú!-Volvió a gritar pero esta vez de forma mas apresurada.-¿Cómo puede faltar por arreglar a la novia en su propia boda?

Fue entonces cuando entendí todo y me levanté abruptamente de la silla mientras Oria se iba acercando hacia mí.

-No, tranquila, Oria, yo no necesito arreglarme mucho, si soy sencilla.-Negué una y otra vez, pero ya no había esperanza para mí.

...

Me había pasado toda la tarde en la casa de una amiga de Oria del que creo ni me habían llegado a decir el nombre o no me acordaba, entre tela y tela, vestido y vestido, peinado y peinado y mucho, muuucho maquillaje. ¡Hasta me habían blanqueado la piel!*

Cuando ya no pude más les dije que estaba cansada y tras despedirnos de esa otra mujer Oria y yo nos dirigimos a casa.

-Siento que más que mi nuera eres mi hija, Urraca.-Me dijo tras un rato de cómoda caminata en silencio.

Oria me transmitía un sentimiento de paz y tranquilidad, era como la madre naturaleza hecha persona cuidando y preocupándose por ti.

-Al final creo que fue hasta algo divertido.-Admití un poco avergonzada, sonriendo levemente.

-El tiempo ha pasado muy rápido, siento que fue ayer cuando te conocí, y a la vez lo veo tan lejano...

-¿Por qué?-Pregunté con curiosidad.

-Todo es muy diferente desde que estás aquí, querida. Nosotros somos diferentes.

Pasamos por un pequeño parque que antes había estado lleno de niños, pero ahora, debido a las horas que eran, se encontraba vacío. 

-¿Quieres sentarte, sol?-Me preguntó.

Asentí con la cabeza y nos acercamos hasta él.

-Aquí jugaba mucho Durán de pequeño.-Se rió.- ¿Ves ese roble alto de allí? Se subió un día diciendo que desde allí su mate lo podría ver y el a ella, y que se enamorarían y la iría a buscar en su blanco corcel. De pequeño era un poco bajito.

Me reí procurando guardar este dato para futuros momentos en los que me fuera necesario.

-¿Y qué paso?

-¿Qué iba a pasar?-Carcajeó la loba.-El muy torpe se cayó y tuvimos que llevarlo al médico del pueblo. Tiene una cicatriz en la cintura por ello, tienes que pedir que un día te la enseñe. Oh, bueno, supongo que ya la verás al detalle en vuestra noche de bodas.

Automáticamente me puse colorada hasta las orejas. Una cosa era hablarme de matar, de sangre, de degollamientos... y otra muy diferente era hablarme de eso. ¿Para que iba yo a necesitar hacer o saber algo sobre eso? Al fin y al cabo no sirve para cazar immortus.

Me levanté rápidamente cuando vi a Oria con ganas de profundizar más sobre el tema,

-¿Ya empieza a refrescar no, Oria? Volvamos a casa mejor. -Dije con desesperación.

Catulus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora