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               • maratón 3/7 •

Un capítulo por día. Del 16/06/16 hasta el 23/06/16

En verdad estos lobos no escatimaban en gastos. 

Después de todo lo que pasó Durán se limitó a emprender la marcha por una calle, haciéndome un gesto para que le siguiera, en total silencio.

Pese a no saber a donde me llevaba, notaba un ambiente incomodo, en el que no era propicio hacer pregunta alguna, por lo que me callé y continué siguiéndole.

Después de un rato llegamos hasta una gran casa, situada a una altura un poco mayor a la del pueblo, por lo que se controlaban las entradas al pueblo y todo lo que en este sucedía. Supongo que era un buen método para prevenir ataques enemigos y demás.

La fachada estaba recubierta con multitud de conchas*, con ventanas pequeñas y a gran altura, con cornisas que dividían horizontalmente la fachada.

Tras entrar por el enorme portón de madera, nos encontramos con unos desesperados Alfonso y Oria, esperando nuestro regreso. Les contamos todo lo que había sucedido y, tras tener que cerrar mi boca ante la maravilla que esa casa era, Oria me pidió que la acompañase a mi habitación, y Durán se fue con uno de los chicos que había visto en aquella tienda cuando todo empezó, y el que vino a recogernos a Oria y a mi el día de la anunciación de nuestro compromiso.

Cuando ya estuvimos en mi alcoba, que era mas grande aun que la anterior, me dirigí a la madre de Durán.

-¿Quién era ese chico, Oria? Ya lo he visto unas cuantas veces.

-Oh, ese es Diego, es el beta de Durán.

-Oh, por fin una terminología que sí entiendo. Es como su segundo al mando, o algo así, ¿No, Oria?

-Eso mismo, querida. Además es como un hermano para Durán, se criaron prácticamente juntos.-Una pequeña risa maternal salió de la boca de Oria.

Me recosté en mi cama.

-¿Sabes, Oria? A cambiado bastante mi opinión sobre vosotros en estos días, o por lo menos de vosotros restando a Durán, él es todo lo que creía que los lobos eran.-Solté un suspiro y una risa al final.

-Sí, puede que mi hijo sea un idiota a veces, pero te quiere, Urraca. Cuando un lobo encuentra a su mate este queda perdidamente y sin remedio enamorado de ella. No importa lo demás.

Algo se retorció en mi interior al escuchar esas palabras. ¿Sería que me sentía usada? Yo en verdad no era la mate de Durán, era solo una sustituta mientras él encontraba a la verdadera. Aunque claro, eso su madre no lo sabía.

Cuando la encuentre...¿Qué pasará? ¿Me dará la dirección de la taberna y ya está? ¿Me invitará a su compromiso y tendré que desearles prosperidad o algo?

-Y si, por ejemplo...-Dudé decir- ¿Un lobo se enamorase de alguien que no es su mate, y luego la encontrase?

-Estate tranquila, querida, ese amor sería olvidado, lo que les une es mucho más fuerte.

No sé la razón, pero eso me indigno.

- Pero, ¿Solo por qué la "Diosa Luna" lo dice? ¿No importa acaso los gustos que compartan, lo bien que se encuentren él uno con el otro? Aunque no parezca que se quieran a ojos de otros, incluso si su forma de quererse es odiándose.

Oria sonrió.

-La Diosa Luna no es estúpida. Antes de unir a dos personas las une por su afinidad, por su forma de ser, por lo que comparten en común. No une a personas por unirlas, Urraca, desde el primer momento ella sabe si se amarán o no.

Y, extrañamente, nada pudo ponerme más intranquila.

El resto del día lo pase con Oria y Alfonso, ayudándoles en labores de la casa. Luego, a la hora de la cena, me sorprendió ver a Diego sentado con nosotros.

-Hola, casi asesina-Me sonrió.

Durán le propició un codazo.

-Cállate, Madre y Alfonso no saben nada.

-Me sorprende no verte muerto.-Dije sentándome enfrente de él.

Durán gruñó por escucharnos seguir hablando del tema.

-Y bien mal me dejaste, chica.-Soltó una potente carcajada.-Menos mal que curamos antes que vosotros, si no ya estaría en el cementerio. Yo y mis demás compañeros.-Se levantó la camisa, enseñándome una cicatriz que le recorría gran parte del estómago.

-No te levantes la camiseta delante de ella, jodón*.-Dijo Durán gruñendo, pero le seguimos ignorando.

Llevé mi mano a su abdomen marcado y la toqué levemente.

-Debió de doler, ¿Eh?-Me reí a carcajadas.- Qué pena, ya no serás tan popular con las muchachas, ¿Verdad, lobo?

Diego tenía una mueca divertida en su cara e iba a contestar, cuando de repente se puso blanco y se levantó con rapidez de la silla.

-Eh...lo siento, al final no podré cenar con vosotros, tengo cosas que hacer. Adiós.-Y se marchó apresurado de la sala.

Yo me quedé unos momentos mirando extrañada a la puerta, preguntándome el porqué de su repentina huida.

Cuando Oria volvió a la mesa con la comida miró,de igual manera que yo, el hueco vació que Diego debería de estar ocupando, y miró a Durán.

-¿Qué le pasó, hijo?

-Nada madre, solo le dije por el enlace que se acordase de hacer unas cosas, y se marchó con urgencia a hacerlas.-Dijo alzando los hombros, con cara inocente.

Vi a Oria dirigirle una mala cara hacia Durán, con los brazos en jarra, y a Alfonso reírse a carcajadas.

Y yo...bueno, yo seguía sin entender a estos lobos.

   ≈ ≈ ≈ ≈

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◊ Conchas: Elemento decorativo típico del renacimiento italiano (también llegó a España).

◊ Conchas: Elemento decorativo típico del renacimiento italiano (también llegó a España)

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