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Después de un rato Alfonso logró calmarse y se sentó en su cama, pero aun con la mirada baja. En un rápido movimiento me senté en el suelo, bajo él, de forma que podíamos tener contacto visual. Durán se limitó a apoyarse en el bufete de fiadores cerca de nosotros.

-¿Sabes por qué sé lo que sé, Alfonso?-Le pregunté.

-¿Las técnicas de lucha? Diego nos dijo que tu padre era soldado.

Me reí levemente al pensar en la mentira que se habían inventado, aunque no estaba del todo desencaminada.

-Mi padre era cazador, de la forma que lo soy yo ahora.

Vi la cara de Alfonso y Durán volverse blanquecina y poner la misma cara de asustados, uno por la sorpresa y el otro por no esperarse esa repentina confesión de mi parte. Al final sí que iban a ser hermanos y todo.

-¿Ca-cazadora?-Tartamudeo el más pequeño por el asombro.

-Así es. Y digo que mi padre lo era porque ya no es así.-Me acomodé mejor en el suelo, como si el asunto del que hablábamos fuese uno banal.

Durante unos momentos se quedo callado, evitando mi mirada mientras jugueteaba con sus dedos.

-¿Y...qué le paso?-Preguntó Alfonso volviendo su vista a la mía.

Respiré hondamente, intentando conseguir las fuerzas necesarias para hablar y rememorar todo aquello.

-Cuando yo era pequeña le seguí a escondidas en una de sus cacerías. No llevaban muchas armas pues pensaban que el lugar era tranquilo, pero se equivocaron.-Mi voz se empezó a tornar más fría y colérica.- Por mi culpa un hombre lobo le arrancó la mano de cuajo a mi padre. Vi como la sangre manaba de su brazo, como gritaba y su cara reflejaba el dolor más puro, como aun así intentó alejar a esa horrible criatura de mí, pese a que esa victima debería haber sido yo, cuando si no hubiese ido no hubiese habido victima alguna siquiera.

Tanto Alfonso como su hermano se quedaron en silencio unos instantes, por lo que proseguí.

-Mi padre había sido un simple campesino, pero con ansias de prosperar y el sueño de poder ofrecerle algo mejor a su familia, decidió hacerse cazador. Pasamos épocas difíciles, mi padre sin una mano, yo pequeña,mi madre al cuidado de la casa y de mí, ningún otro hijo o familiar...¿Qué podíamos hacer? Por eso, dediqué todo mi tiempo y esfuerzo a ser mejor, cada día un poco más, y cuando cumplí los quince empleé las técnicas aprendidas de mi padre en ser...otro tipo de cazador.

Mientras contaba esto mis ojos no se habían despegado de los de Alfonso, sin embargo los suyos en algún momento de mi relato habían dirigido su vista hacia el suelo.

-Lo...lo siento. Deberías odiarnos, lo entendería.-Dijo en un hilo de voz.

Me levante del suelo, descruzando mis piernas y me sacudí levemente en vestido, mirando esta vez a Alfonso desde arriba.

-Os odio. Os odio con todo mi corazón, vuestra raza le quitó todo a mi padre y yo no deseo otra cosa más que quitar a cada uno de vosotros su vida. Sin embargo, por alguna estúpida razón que aun no comprendo vosotros me agradáis. Tú, Oria, la manada...Durán.-Dirigí mi mirada hasta este último, que me veía con tristeza en sus ojos- Incluso puede que este sentimiento más bien se llame "querer". Pero eso no es relevante. Lo que quiero que saques de moraleja es que yo era débil e ingenua, muchísimo, pero quería proteger a mi familia, a mi "manada". Si tu tienes ese pensamiento en mente, da igual si tardas uno, dos, incluso diez años, lo acabaras haciendo, y eso es lo único que te debe importar. Mientras solo espera y prepárate, ¿de qué sirve salir a navegar sin entender las estrellas o el viento?

Catulus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora