• maratón 1/7 •
【Un capítulo por día. Del 16/06/16 hasta el 23/06/16】
La joven pelirroja enfrente de mí me evaluó cuidadosamente, para luego arrugar la nariz en una mueca de asco.
-¿Es acaso es esta enclenque humana tu mate, Durán? No me hagas reír. -Su sonrisa mezquina se ensanchó.-Morirá el primer día, es débil.
La ira inundó mi organismo. Yo era muchas cosas, pero había dejado de ser débil hace muchos años. Ya no, ya no podía ser débil, era imposible.
-¿Débil? Al único ser inferior que aquí veo es a ti, loba.-Solté con más asco que el que su mirada transmitía.-¿Y vosotros, sucios traidores? Estando aliados con esta mujer para hacer el mal, siendo encima ella un immortui. ¿Qué os dio ella acaso para traicionar todo lo que creemos?
El hombre de pelo grisáceo que se encontraba a su derecha sonrió.
-Aun eres una chiquilla, pequeña cazadora. No somos héroes, somos mercenarios. Al fin y al cabo ¿qué importará si el dinero proviene de los lobos, o de los humanos?-Alzó la voz para que todos los allí presentes lo pudiesen escuchar con claridad.-Tú, eres igual a nosotros.
Miré a los soldados, pensando si en otra ocasión los hubiese llamado aliados, compañeros. Si quizá ya habría conocido a alguno de ellos anteriormente. ¿Era ella un monstruo también? ¿Sería capaz de arrancarle todo a esa niña, a muchas más, por un saco de monedas? No, ella no podía ser así.
Escuché el sonido de mi corazón bombardear contra mi pecho. Mi respiración asordó mis oídos. Todo era más claro, y a la vez no.
Recordó ese día, el día cuando ella aun era una niña. ¿Qué podría pasar de malo en seguir a su padre sin que el lo supiera? Lo sorprendería y este sería feliz. Además ella aprendería más cosas y sería grande como papa más pronto.
Se escondió en la carreta, sin hacer ruido y soltando débiles risas nerviosas que tapaba con sus aun pequeñas manos. Recordó el sonido de las voces de su padre y sus amigos al hablar, el mugido de vacas dispersas, el relincho de los caballos. Todo era bonito para ella ese día, como todos los días en la vida de un niño.
Una pelusa en una esquina le llamó la atención, y se puso a jugar con ella como si del mayor tesoro se tratase. Al cabo de un rato la carreta paró y escucho a los hombres bajarse.
En ese bosque no había animales peligrosos, dijeron. No les hacía falta coger las armas de la parte de atrás de la carreta por ahora, con las que llevaban bastaba. Eso alegró a la pequeña, que ya no quería ser descubierta tan pronto.
Los siguió por el bosque, intentando no perderse y no ser vista. Entonces, como era de suponer, se alejó.
Un árbol le llamó la atención. Un pájaro tenía su nido en una rama y estaba alimentando a sus polluelos. La niña se acercó, y a medida que lo hacía, un extraño olor desagradable se intensificaba. Aun así la niña continuo avanzando.
De repente, un grito se escuchó por todo el bosque. Su padre, oyendo este y reconociéndola, corrió hasta el lugar de donde la voz provenía, encontrándose a su pequeña niña sentada en el suelo y con hierva en el pelo.
-¿Pequeña, qué haces aquí? ¿Qué te paso?-Pregunto el hombre aun desde lejos.
-Quería ver al pajarito más de cerca, e intenté subir al árbol pero me caí.
El padre, con una sonrisa tierna se quiso acercar a la niña, cuando el mismo olor que esta había olido antes, le llegó hasta él.
-Mierda, es el territorio de un lobo.-Susurró, más para él que para nadie.
Y entonces otro grito volvió a llenar el bosque, pero esta vez más asustado, más desesperado. Como si una niña estuviese viendo a una bestia arrancar el brazo de su padre.
Levantó la mirada al cielo. No era débil, no era uno de ellos.
Un borrón pasó rozando la cara del canoso, para acabar a unos pocos metros de él en el suelo. Este, asustado, giró su cabeza hacia atrás para descubrir un pequeño cuchillo, y al volverla una fina linea roja surcaba su cara.
Vi su expresión, tan llena de rabia y odio, que no pude evitar la sonrisa que se formó en mí. No sabía que podía ser aun más divertido molestar a cazadores que a immortus.
-Un uno a uno. Un representante de esta manada contra uno de tu ejercito, loba. Demostrad que los débiles y cobardes no sois vosotros.
El hombre mayor desmontó furioso de su caballo.
-Te voy a matar, fulana.-Dijo mientras pasaba la manga de su camisa rápidamente por su cara, sin cuidado alguno.
-No tú, Enrique.-Contestó la loba.
Sorprendéntemente el cazador se paro a duras penas, como no queriendo acatar la orden e ir él personalmente a matarme. ¿Por qué la loba tenía tanto poder sobre ellos? ¿Tanto les interesaba este acuerdo?
-Dante.-Dijo la mujer de forma autoritaria hacia el castaño extraño con el que había compartido miradas.
Este a regañadientes se bajó de su montura, y se colocó en medio de los dos bandos.
Vi la intención de Durán de ir y lo paré colocando mi mano en el aire en un gesto que le mandaba detenerse.
-Tengo que ir, Ilduara, ya te he entrometido demasiado en esto, no arriesgaré tu vida.-Me dijo.
Suspiré.
-Por Dios, no te hagas ahora el caballero ¿vale? Yo les cabreé, yo decidí meterme en esto por cuenta propia, yo peleare contra el enclenque de ahí abajo. Además, pese a que curas bastante rápido aun sigues algo malherido, yo en tu estado no hubiese ni echo este viaje.
-Pero tú eres una hu...
-Me da igual, chucho.-Y con estas palabras bajé de mi caballo, dando la decisión por concluida. Escuché una leve risa ronca provenir de Durán, mientras yo ya me dirigía hacia el chico.
-Machácalo, meae parae panthera.
Sonreí y me acerqué aun más animada hacia el chico.
-Espero que hayas traído juguetes, no quiero que esto sea demasiado aburrido.-Le dije de forma desafiante.
El chico sonrió y desenfundó su mandoble*.
-¿Sabes? No quería pelear contigo, pero ahora tengo ganas de hacerte morder el polvo "meae panthera"-Dijo haciendo burla de las palabras dichas por Durán.
Oh chico, vete preparando tu tumba.
≈ ≈ ≈ ≈
☞ภ๏tคร☜
◊ Mandoble: Espada de gran peso (de hasta 4 kg), y grandes dimensiones. Es un arma de los siglos XV y XVI empleada en combate a pie. Ampliamente utilizados en Europa occidental durante esta época.
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Catulus
WerewolfLa flecha impactó limpiamente en la madera, clavándose profundamente en el tronco del árbol. Sonrió, una sonrisa mezquina, que avecinaba sangre, que prometía una oleada de destrucción, que quería reflejar que ella no descansaría en paz hasta acabar...