→ςคקítยl๏ ๏ςђ๏←

8.7K 617 29
                                    

Casi no pude dormir en toda la noche pensando en la reacción de Durán ¿Tan malo había sido mi comentario?

A la mañana siguiente me desperté muy temprano, como ya estaba acostumbrada, y me puse a hacer ejercicios y practicar mis movimientos. Tanto vaguear y la buena comida acabarían por oxidarme si no le ponía remedio.
En un primer momento me había planteado bajar al jardín pero luego descarté la idea. No es bueno que tus enemigos observen tus movimientos a la hora de pelear.
Los lobos no eran una raza que destacase por la observación de los detalles o la planificación táctica, pero una nunca estaba lo suficientemente segura de nada.

No sabía cuánto tiempo llevaba ajercitándome en el cuarto cuando unos golpes en la puerta me interrumpieron.

—Urraca, querida, ¿estás despierta? Es hora del desayuno.

Reconocí la voz al instante.
Dejé que la loba insistiera un par de veces más para luego bostezar y fingir que había estado durmiendo.

—Está bien Oria, bajaré en seguida.

Ya llevaba puesta la ropa con la que había venido. En realidad era la única prenda que aquí tenía exceptuando el vestido verde que había llevado ayer, pero que tenía claro que no volvería a ponerme.

Era un vestido sencillo, como cualquier vestido llevado por una mujer de una clase social baja. Era de corte imperio, algo más ajustado en la parte de arriba y muy suelto por abajo, facilitando mis movimientos. La parte de arriba era un poco más suelta de lo que solía ser dado que  gracias a mi manía de llevar armas por todos lados estas se veían demasiado y dificultaban los movimientos. La falda y las mangas largas eran de una tela blanca, mientras que la que me cubría de hombros a cintura era negra. No llevaba ningún bordado excepcional salvo en la parte que cubría mi pecho y un poco de mi abdomen, en el que la tela del mismo color se entrelazaba formando una especie de trenzas. Podía ser sencillo, pero era como yo mejor me encontraba.

El pelo lo llevaba con la raya en el medio, hacia atrás y tapando mis orejas. Ajusté el moño a la parte posterior de mi cabeza y dejé dos mechones sueltos. Tras esto cubrí todo con una pequeña cofia*.

Con mi pelo era lo único con lo que no me sentía cómoda. Yo, y pese a nuestras costumbres, llevaba casi siempre el pelo hacia atrás pero suelto. No solía relacionarme mucho con la gente del pueblo, ni salia mucho de casa si no era para trabajar así que la opinión de las demás personas que habitaban mi localidad me importaba tanto como la de estos lobos. La diferencia aquí es que ahora tenía que fingir que eso no era así.

Bajé y en la mesa esta vez solo me encontré con Durán, Oria y Alfonso.
Una vez más, qué sorpresa, la mesa estaba llena de una gran cantidad de comida.

Saludé a ambos, ignorando deliberadamente a Durán.

—¿Y el resto? —pregunté tras sentarme en una silla junto a Alfonso, de cara a Durán.

Ahora esta mesa era incómodamente grande.

—Les es más cómodo comer en el campamento, así evitan desplazarse —contestó amablemente Oria.

Durán, pareciendo todavía enfadado por lo de ayer, solo estaba mirando a la mesa con los dos codos sobre ella.
Suspiré por su inmadurez y retiré de él mi mirada.

—¿Tan lejos estamos? —pregunté de nuevo.

—A varias fanegas toledanas* de aquí —respondió incómodo Alfonso.

El chico miraba de lado a lado entre Durán y yo, notando que algo sucedía entre nosotros.

—¿Y qué hacen entonces ellos allá y nosotros aquí? —Sentía que estas preguntas podrían enfadar aun más a Durán pero me daba igual. Me necesitaba tanto como yo a él y no temía a un lobito con malas pulgas.

Catulus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora