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La carreta me dejó al final de un camino de tierra que seguía mas adelante, pero de forma más estrecha, internándose en el bosque.

Mi ropa oscura y la fría noche ayudaban a camuflarme y me sentía eufórica y rebosante de energía. El aire puro llenaba mis pulmones y me hacía sentir una con el bosque.

Me bajé y comprobé que todas mis armas estuviesen en su lugar mientras sentía las ruedas de la carreta chocar contra las piedras del camino de regreso a la ciudad.

Me fui adentrando en el bosque, siendo consciente de todos los ruidos a mi alrededor y de los distintos olores por los que iba pasando.

Las manadas de immortus de tipo lobo solían asentarse cerca de lagos, cascadas o ríos, en la parte más frondosa cerca de estas, intentando ocultarse de la población humana. Esto no quitaba que también había habido excepciones de immortus que lo que pretendían era justamente lo contrario, que se les viese y se desatase el pánico en la población.

Gracias a esto era por lo que habían quedado en la memoria de la población, mayoritariamente como cuentos y leyendas, pero aún presentes.

Todavía no se sabía de dónde, por qué o cuándo aparecieron exactamente. La propia Iglesia había dedicado más tiempo y recursos a averiguar esto de lo que yo veía necesario.
Gente les atribuía una creación divina, diseñados para ser una purga de Dios en el mundo. Otros por el contrario le asignan su creación al diablo que, celoso de la gran creación de Dios, el hombre a su imagen y semejanza, creo una aberración. Esta, mitad humano, mitad bestia, para que fuese el enemigo natural de la raza nacida de Adán, el primer hombre.

Yo los veía simplemente como bestias.

No lograba ver ni el ápice de humanidad que otros decían que tenían. Eran animales y, como todo animal, su lugar era ser una presa para el cazador.

Me detuve en seco cuando empecé a sentir el ruido de una cascada. Me subí a un árbol esperando así no ser localizada por los lobos mientras empezaba a seguir el sonido.

Bajo el árbol y a unos pocos metros se encontraba la cascada que yo ya había escuchado y dos jóvenes lobos sentados en una roca, al parecer observando unos caracoles.

Gracias a su oído hiper-desarrollado no tenían necesidad de hablar de manera tan alta como un humano normal, por lo que me tuve que acercar un poco más, procurando que ninguna hoja del árbol o rama se moviese mucho y me delatara.

—Mi hermano dice que mañana entrará al pueblo —Dijo el primer chico, quién tenía pelo castaño oscuro y físicamente aparentaba unos 15. Esto no lo podía asegurar pues algunas teorías recientes destacaban que ciertos inmortui podrían no cumplir los años de la manera habitual.

—¿Crees que la encontrará? —Este otro era algo mas bajo y pelirrojo, extremadamente rizado.

—Espero que sí, si no tendremos que seguir buscando. Ya sabes que un alpha sin su mate tiene mucho menos poder.

¿Mate? Fruncí mi ceño.

No me habían hablado de estas terminologías.

—¡Ey! Mi hermano me está hablando por el enlace, dice que ya viene de regreso, vayámonos ya.

¿Qué le hablaron? Si yo no había escuchado nada.

Me mantuve alerta por si resultaba que me habían descubierto, pero aun así me arriesgue a seguirles, llegando hasta su campamento base.

Al principio me quedé paralizada. No solía ver a los immortus en su forma humana y allí parecía que todos ellos se aferraban a ella. Había niños pequeños, algún adolescente y bastantes adultos. Extrañamente en una primera visión no encontré ningún anciano. Esto era más peligroso debido a que era una manada en la que todos sus integrantes eran fuertes.

Catulus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora