Before the worst, before we met

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 - Kenneth, ¿qué tal estás?

Estaba sentado en el ventanal de su habitación con la mirada perdida.

 - Hola, Lía... Bueno, no muy bien...

 - Siento mucho lo que ocurrió el otro día.

 - Tú no tienes que sentir nada... 

Entonces miró lo que tenía en sus manos. Era el marco que Kath había roto delante de él. Kenneth lo había arreglado como había podido a base de celo y pegamento.

Me senté delante de él y miré por la ventana. Estaba nublado. Siempre me habían encantado los días así, me hacían sentir en paz, tranquila conmigo misma. Me gustaba quedarme en casa y leer un libro o escuchar música mientras dibujaba.

 - ¿Sabes? Ella es la única que me ha hablado siempre en el instituto. Recuerdo cuando la conocí en el colegio. Estaba muy mona, llevaba el pelo recogido en una trenza muy despeinada porque había estado haciendo el pino con sus amigas. Se acercó a mí con un balón de baloncesto bajo el brazo y me preguntó "¿Juegas?". Yo no le dije nada así que ella me cogió del brazo y me llevó a jugar con ella.

 - Se ve que siempre habéis tenido una relación muy especial...

 - Sí... Y ahora que no me quiere ni ver... La echo muchísimo de menos... Pienso en ella todo el tiempo. Todo me recuerda a ella.

El hecho de que pensara en Kath todo el tiempo me molestó y eso me hizo sentir la peor persona del planeta. ¿Cómo podía molestarme que Kenneth pensara en la amiga que acababa de perder?

 - Una vez me pidió que jugara a papás y mamás con ella y sus amigas. Aquello me costó ser el mariquita de clase durante dos años -sonrió al recordarlo. - Yo era su marido. Era bastante mandona como mujer pero yo hacía todo lo que me decía. Me había hecho un potingue asqueroso a base de hojas machacadas con agua y barro como cena. Olía fatal, pero yo hacía que me lo comía y que estaba superbueno. Ella se me quedó mirando y le dije "¿Qué pasa?". Ella muy seria me dijo: "Serías un buen marido. Además eres guapo". Nunca fue una chica tímida.

 - Siempre ha sido una chica estupenda -dije intentando que no se me notara la irritación.

 - Sí.

De repente se llevó las manos a la cabeza.

 - ¿Qué ocurre?

Se encogía con expresión de dolor.

 - No es nada...

Ahora parecía que el dolor se le hubiese pasado y su expresión se relajó.

 - ¿Cómo que no es nada?

 - A veces me dan pequeños dolores de cabeza. Pero solo es un instante, luego se me pasa.

 - ¿Cada cuánto te pasa?

 - No sé... Pero que no es nada.

 - Debes ir al médico a que lo miren.

 - No es necesario, será porque soy un imbécil, tonto, idiota, loco y feo -sonreía al decirlo.

 - Kenneth, prométeme que mañana irás al médico.

 - De verdad, que no hace falta.

 - Kenneth.

 - Está bien... -dijo cansino. - Pero solo porque sé que si no voy me vas a dar la lata todos los días.

Nos quedamos en silencio contemplando las vistas. Había comenzado a llover.

 - Me acabo de acordar de otra cosa... En segundo un día estábamos Kath y yo...

Solté un bufido.

 - ¿Ocurre algo?

 - Nada.

 - Eres una mentirosa pésima.

 - Que no me pasa nada, continúa.

 - ¿Estás celosa?

 - Joe, qué pesado. NO ESTOY CELOSA.

 - ¿Entonces?

 - ¡Es que no paras de hablar de Kath!

 - ¿Y?

 - Que cansa.

 - Acabo de perder a una persona importante para mí, necesito desahogarme.

 - Pues si vas a pasarte el día entero contándome vuestros seis años de amistad...

 - Es solo que la echo de menos, ¿vale? ¿Tan malo es? -ahora estaba realmente molesto.

 - No, si desde luego es maravillosa y motivos tienes para echarla tanto de menos -dije sarcástica.

 - Ese sarcasmo no me gusta.

 - ¡Es que si tan genial es, ¿por qué no saliste con ella?! -no pretendía gritar pero me salió así.

 - ¡¿De verdad me lo preguntas?!

 - ¡A ella podrías abrazarla, podrías ir con ella a cualquier parte sin que nadie te mirasen mal!

 - ¡Nunca te he echado en cara tu condición! ¡¿Por qué te empeñas en hacer que sea algo malo?!

 - ¡Porque sé que no te gusta!

 - Parece que yo no soy el único que no ve algo aquí...

Nos quedamos en silencio por un minuto hasta que hablé:

 - A veces pienso que habría sido mejor que no nos hubiéramos conocido...

Nunca me había arrepentido tanto de mis palabras.

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