Who am I? When I don't know myself...

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- ¿Kenneth?

- ¡Hola, Lía! Pensé que no volvería a oírte.

- ¿Y eso por qué?

- Como te fuiste hace dos días... no sé..

- ¿Dos días? ¿En serio?

- Sí...

- Bueno, pero ya estoy aquí de nuevo para darte la lata.

- Tú no eres la que me da la lata precisamente.

- Vale, ¿qué te ocurre?

- Nada, estoy bien.

- Si no quieres contármelo vale, pero no tienes por qué mentirme.

Kenneth se quedó callado.

- Supongo que es lo de siempre... No puedo decírtelo porque ni yo mismo sé muy bien qué es... Es todo... Creo que tú ya lo sabes más o menos.
Me fijé en sus brazos. Tenía marcas de cortes recientes. Al verlas se me encogió el corazón.

- Kenneth, si te tiré la cuchilla fue porque no quería que volvieras a hacer eso nunca.

- Es mi modo de desahogarme...

- Utiliza la música, escribe cómo te sientes. No busques rimas, solo escribe y luego quizás puedas utilizarlo.

- Lía, tú no lo entiendes.

- No, no lo entiendo pero quiero entenderlo. Quiero saber que pasa por tu cabeza, qué te preocupa, qué te atormenta las veinticuatro horas del día, qué te entusiasma, cuáles son tus sueños...

- Entonces necesitamos hablar mucho -dijo él con una leve sonrisa. Solo el hecho de verle sonreír me alegró el día. -¿Qué te apetece? ¿Vemos una peli?

- Por mí, genial.

- ¿Alguna que te guste?

- Demasiadas -reí.-Dime algunas de las que tienes.

- Voy a mirar en el cajón. Te sorprendería el tiempo que hace que no veo una película -rebuscó en un cajón del escritorio y después me anunció- He encontrado "En busca de la felicidad". ¿Te gusta?

- Me encanta.

Nos recostamos en la cama y vimos la película en la televisión que Kenneth tenía en su armario. Al parecer no exageraba con lo de que no veía películas desde hacía bastante.
Cuando acabó la película me preguntó:

- ¿Puedes tocar a las personas?

- No lo sé, no he probado. Aunque si mover objetos ya me supone un reto...

- ¿Quieres intentarlo?

- Si tú quieres...

- Claro.

Cerró los ojos como esperando notar el más mínimo contacto en su piel. Alcé la mano y le acaricié la mejilla. Mi mano no lo había atravesado pero lo cierto era que no había notado su mejilla.

- ¿Ya?

- No has notado nada, ¿verdad?

- No...

Sentí como mi autoestima se venía abajo. No sé por qué me lo tomaba así si sabía que no podría. Supongo que en el fondo tenía la esperanza...

- No te preocupes, estoy seguro de que podrás algún día.
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- Hermanita, el doctor ha dicho que te estás curando bien. Ahora tenemos que hacer unos ejercicios, ¿vale? Son para que cuando decidas dejar de despertar pueda bailar contigo todo lo que quiera aunque tú te quejes.

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