16

185 30 7
                                    

Me había costado casi tres meses restablecer una amistad con el chico de enfrente de la casa, y cuando por fin lo había hecho debíamos marcharnos, escuche en la noche que mi padre le había comentado a mi madre sobre una casa a unas cuadras.

Pero sabía de antemano que ya nada sería lo mismo, mi padre me había prometido traerme todos los viernes. Pero solo los viernes, a comparación que a Aníbal viviendo frente podía visitarlo todos los días.

Ninguna de mis quejas sirvió, y tuve que guardar silencio cuando colme su paciencia.

—No puedes irte, ¿ahora con quien me casare?— había demandado el niño de cabello oscuro abriendo sus ojos, con la mayor inocencia en sus palabras.

Hice un moin y suspire.— Nos veremos los viernes, eso puede bastar hasta que seamos grandes— murmure y le sonreí.

—Pero Susan, yo te amo— había gritado, ganando una sonrisa de mi padre, que estaba a mi lado, pero ignore a mi padre en ese momento y me acerque al niño, dándole un pequeño abrazo.

Sentí sus pequeños brazos darme calor pero me aparte de inmediato, corriendo unas lágrimas inocentes de mis ojos, y el también lo hizo, haciendo un puchero.

—Yo también te amo— había contestado.

Pero mas tarde me enteraría por las palabras de mi padre, que aquel te amo no había significado absolutamente nada.

Un amor de dictadura. (Uruguay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora