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Pablo había tomado mucha distancia entre ambos sobre el caballo, pero luego que yo comenzara a gritar sin saber como controlarlo se tuvo que acercar a mi y tomar el control de la situación y estaba agradecida con ello, ya que temía que nos cayéramos.

—¡No puedes golparlo!— grito en mi oído y me sobresalte, logrando que riera—. Si lo haces te puedes caer.

—¡Estás andando muy rápido!— exclame entre gritos.

El rió nuevamente en mi oído, esa vez si me estremecí y trague saliva cerrando los ojos.

Luego de unos minutos habíamos cruzado los montes y llegamos por fin al parque, suspire con alivio y baje de caballo rerrochando felicidad.

—Eres muy exagerada.

Me encogí de hombros.— Tal vez, pero tu eres muy idiota.

—Le diré a tu madre que has dicho una mala palabra— bramo jugando a alargar las palabras.

—No creo que a ella le importe en lo absoluto— seguí el juego echando unos segundos la lengua y el rodara los ojos.

Me cruce de brazos y observe a nuestros alrededores, nadie se encontraba en el parque, y los juegos allí se encontraban oxidados y en muy mal estado.

Me lleve la impresión que nadie había ido a ese lugar hacía mucho tiempo.

—¿Acaso me vas a matar?— cuestione girándome, y observando como ataba al caballo en una de las columnas.

—Si, tal vez— dijo—. Hasta he cavado el pozo hoy en la mañana.

—Genial, ¿y como lo harás? ¿dejarás que el caballo me de una patada?— exclame alzando una ceja divertida.

El rió y luego de atar al caballo se acerco a mi.— Tal vez mas tarde, ahora vayamos a los juegos.

—¿A los juegos?— cuestione—. ¡Pero si están todos viejos y feos!

—Deja de quejarte por todo, y vamos a las hamacas.

Suspire y termine accediendo, después de todo no tenía nada que perder, y podía formar nuevos lazos con el castaño.

Un amor de dictadura. (Uruguay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora