FINAL

264 38 5
                                    

Me recorté a la baranda del barco danzando la margarita marchita que había sacado de mi libro en mis manos, observando como las olas danzaban con el viendo, y los pájaros volaban hacía el este. 

Suspire con nostalgia observando detrás de mi, de donde venía y a donde iba nuevamente.

Sabía que la dictadura aún no había terminado, pero estábamos en el último punto de ella, no seguía siendo normal, pero podríamos vivir hasta que tomaran control de la presidencia.

Sentí una mano en mi hombro, y luego como mi padre se recostaba como yo en la baranda.

—¿Ya extrañas?— cuestiono sin apartar la vista del frente.

—Mas te extrañaba a ti cuando te ibas en la noche— brame.

Escuche una pequeña risita de su parte.— Tienes razón, yo también te extrañaba cuando me iba, pero regresaba en las noches y siempre estabas despierta.

—No podía dormirme sin saber que estabas bien.

Sentí como su brazo se posiciono en mi espalda, y me arrime a el, para hacer lo mismo.

—Tu madre esta embarazada— clamo.

—Lo se— dije.

—¿Como lo sabes?— cuestiono y me encogí de hombros—. ¿Sigues escuchando tras la puerta?

Reí.— No pierdo la costumbre aún.

—Entonces... ¿como quieres que se llame?

—Aníbal— sisee entre risas. Recordando cuando había prometido al pequeño niño que llamaría a mi hijo como el—. No es mi hijo, pero podría.

—Eh, no— dijo—. Es un nombre muy raro, Aníbal con durazno.

Carcajee y golpee apenas su pecho, logrando que riera conmigo.

—¿Piensas que estaremos bien?— pregunto.

—¿Tu lo piensas?

Fruncí apenas mi ceño, mi vista fue nuevamente hacía delante, observando como una pequeña capa de tierra aparecía a lo lejos, y luego podía tener accesibilidad al horizonte. 

Uruguay estaba allí.

Un pequeño flash había pasado por mi mente de los últimos cuatro años, habíamos sobrevivido a eso,  a años de luche, había perdido noches esperando a la llegada de mi padre, y muchas de ellas también con la angustia de mi madre y hermanos. Había conocido a personas muy importantes, había conocido a mi primer amor. Había aprendido una cultura nueva, y una nueva forma de vivir.

Había aprendido muchas cosas en Argentina. 

Pero ahora estábamos de vuelta en casa.

Y en casa siempre te esperan con los brazos abiertos.

—Si— susurre tirando la margarita al agua y volvía a abrazarlo—. Estaremos bien.

Un amor de dictadura. (Uruguay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora