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Observe como las maletas estaban en la puerta, esperando ser recogidas por mi padre y hermano. Me cruce de brazos y apreté mis labios.

No iba a llorar. No iba a llorar. No iba a llorar.

Pero me fue imposible no controlar mis pensamientos, puesto que un sollozo salió de mi garganta llamando así, la atención de mi padre, quien se acerco a mi tan rápido como pudo.

Parecía tan ilógico que hubieran pasado tantos años, y ya estábamos prontos para irnos nuevamente.

El me sonrió con lástima y luego se arrodillo para abrazarme, envolví mis brazos en su espalda y lo apreté, teniendo miedo nuevamente, que si lo soltara el escaparía una vez mas, nos mantuvimos en la misma posición por un largo tiempo, hasta que estuve lista para poder separarme.

El mayor sonrió nuevamente, y aparto las lágrimas de mis mejillas.

—Todo estará bien, pequeño caramelo— susurro—. Pero debemos volver, mi vida.

Un amor de dictadura. (Uruguay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora