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Despedir el año una discoteca en Corea, con una Samantha demasiado borracha para acordarse de qué año empezaba, no era mi idea perfecta para celebrar noche vieja. Pero así acabamos las dos, dando saltos y gritando "¡Feliz año nuevo!" a coro con el resto de gente que había en el local. Para cuando regresamos a casa, como era costumbre en borracheras como aquella, Sam había perdido un zapato de tacón y se había roto las medias. Me reí para mis adentros mientras la ayudaba a entrar en su cama.

Los dos días seguientes pasaron demasiado lentos. O tal vez solo me daba esa impresión porque estaba ansiosa por empezar a trabajar. En cualquier caso, la mañana del 3 de enero me desperté demasiado temprano y estuve dos horas buscando algún conjunto adecuado para mi primer día en la empresa. "¿Debería llevar algo casual o más arreglado? ¿Dónde demonios metí yo mis zapatillas? Ya está, me pongo las botas de tacón y que sea lo que tenga que ser". Salí del piso, con los ronquidos de Sam despidiéndome, para coger rápidamente el metro. He de decir que, aunque hubiera estado en tantas ciudades y lo hubiera usado en casi todas ellas, detestaba el metro. Él y yo no nos llevábamos demasiado bien.

Un viaje de una hora, tres calles a pie y varios tropezones después, alcancé sana y salva mi destino. Frente a mí se erguía orgulloso un imponente edificio de cristal con unas enormes letras blancas que rezaban "Big Star Entertaiment". A pesar de que ya conocía el lugar no pude evitar maravillarme. La primera vez, después de todo, había estado tan nerviosa que apenas había observado el edificio. Un recepcionista me reconoció y me guió hasta uno de los pisos más altos, donde se encontraba el despacho de Hana. La mujer seguía tal y como la había visto días atrás, perfecta y delicada como una pequeña flor. 

 - Coraline, pasa -sonrió ella, haciéndome entrar -. Me alegro de verte. Feliz año nuevo.

 - Feliz año -saludé inclinándome, como había visto hacer a la gente de allí.

 - Bueno, los chicos ya han llegado y están reunidos con el manager. Les debe de estar explicando que tienen una nueva estilista, supongo.

Asentí, tratando de no parecer impaciente. De pronto estaba insegura sobre la ropa que había elegido. Tras mucho deliberar pensé que lo mejor sería llevar algo que se adaptara a mi personalidad, para dejar claro desde el primer día cómo era yo: vaqueros rasgados, camiseta negra con alguna decoración y botas de cuero y cordones con algo de tacón. Pero, al ver de nuevo a Hana, tan arreglada y de aspecto impecable, me pregunté si no se decepcionaría tanto conmigo como lo había hecho con mis predecesores. 

 - Como ya te expliqué, quiero que vayas un poco más allá. No quiero que seas solo una estilista más, sino que acompañes a los chicos en todo, adaptes los estilos a sus personalidades, les des consejos sobre cómo actuar... 

 - Entiendo -asentí nerviosa.

 - Tendrás a dos maquilladoras y dos peluqueras a tu cargo, ellas seguirán tus instrucciones. Aunque puedes sentirte libre de tomar parte práctica en lo que desees, eso lo dejo a tu elección -dijo ella sonriente. 

Hana me explicó, mientras me acompañaba a la sala donde se encontraba el grupo, varios detalles sobre mi trabajo y mis honorarios, así como que aquella vez era la primera que decidían darle un papel tan integral a un estilista. El pecho se me infló de orgullo tan pronto como se me desinfló al recordar mis inseguridades, y antes de darme cuenta habíamos llegado. Tras la puerta, lo primero que vi fueron a muchos chicos corriendo de arriba para abajo, riendo y haciendo ruido. Dos muchachas detrás de ellos trataban de calmarlos, pero no podían evitar reírse. En una esquina, un hombre de mediana edad y más regordete, con las gafas escurriéndosele por la nariz y los brazos cruzados sobre el pecho, miraba con media sonrisa al grupo de muchachos. Y tan pronto como se dieron cuenta de que la puerta se había abierto y posaron sus ojos sobre Hana y sobre mí, todos se quedaron congelados, como en una instantánea. En apenas unos segundos habían recobrado la compostura y saludaban a la jefa con una reverencia, como marcaba la costumbre. 

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