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 - ¿Cómo que ya estás aquí? -exclamó Sam a través del teléfono.

 Suspiré profundamente y decidí que era mejor contar hasta diez mentalmente que pegarle dos voces bien dadas a mi atolondrada y dispersa amiga. Era la primera vez que conseguía contactar con ella en varios días y no quería estropearlo. Había tenido la delicadeza de mandarle un mensaje la noche anterior, incluso con mis dificultades para escribir en aquel estado, diciéndole a qué hora llegaría el avión al aeropuerto de Incheon. Incluso le había vuelto a mandar otro, justo antes de coger el vuelo, adjuntando una foto con los chicos (en la que apenas había quedado espacio para mí, todo sea dicho). Tenía un dolor de cabeza monumental después de la fiesta del día anterior y el trayecto no me había sido de gran ayuda. Y para colmo de los colmos, llevaba cerca de media hora esperando sentada en el dichoso aeropuerto, con los chicos acompañándome solo porque no querían dejarme sola, para descubrir que mi querida Samantha, que antes de irme había prometido ir a buscarme a la vuelta, había ignorado por completo mis mensajes. 

 - Si, Sam, ya estoy aquí. ¿No has mirado tu móvil?

Se oyó un silencio al otro lado de la línea y de pronto ese gritito ahogado que Sam hacía cada vez que metía la pata. Volví a suspirar, ganándome la atención del resto del grupo. Seguramente era la primera vez que me veían fruncir el ceño durante más de un minuto. 

 - Lo siento, de verdad. He estado tan ocupada que se me olvidó por completo que volvías hoy... ¿Quieres que vaya en un momento? Puedo coger un taxi y...

 - Déjalo -dije, tratando de sonar tan cordial como fuera posible -, volveré yo sola. Nos vemos en casa.

Colgué antes de que Sam pudiera responder. Los chicos me miraban inquisitivos, mientras que los ayudantes que se había quedado atrás para acompañarlos en los coches los miraban a ellos con ojos cansados y malhumorados. Me levanté instantáneamente y guardé el móvil con fuerza en el bolsillo de los vaqueros, obviamente molesta. 

 - ¿Ha pasado algo? -preguntó Jae.

 - Nada. Siento haberos hecho esperar para nada, chicos. Me vuelvo sola a casa.

El grupo se levantó para acompañarme, cada uno cogiendo sus maletas y tratando de seguir mi paso furibundo. Saqué la cartera del bolso y suspiré. Al menos llevaba efectivo para un taxi. 

 - ¿Sola? -preguntó Jin, con ese tono maternal al que ya había empezado a acostumbrarme - No, me niego. Vente con nosotros, hay sitio de sobra, ¿verdad?

Nadie dijo nada, pero pude ver a uno de los ayudantes fruncir los labios. Chris fue el primero en hablar.

 - No seas idiota, no pueden ver a una chica subirse a nuestro coche así como así.

 - Pero...

 - Es igual, chicos. Un paseo en taxi no es para tanto. 

 - ¡Pero vas sola! -volvió a exclamar Jin - ¿Y si el taxista fuera un psicópata o uno de esos mafiosos que secuestran gente joven y sana para sacarles los órganos y venderlos en el mercado negro?

Se escucharon un par de carcajadas a mis espaldas, aunque no supe distinguir de quién.

 - Veo que te tomaste esa película bastante en serio... -comentó Park con la voz temblorosa de aguantarse la risa. 

 - El caso es que me niego a que vaya sola. Te acompañamos alguno y ya está -sentenció. 

No pude evitar levantar la mirada hasta Jungkook, que caminaba a mi lado. Tenía la vista fija en el frente, el ceño fruncido. Aún no se había subido la mascarilla, por lo que podía ver con claridad que se estaba mordiendo el interior de la mejilla. Tan pronto como se dio cuenta de que le observaba se volvió hacia mí.

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