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Lo había imaginado. Definitivamente había sido todo producto de mi imaginación.

Ya había sospechado aquella noche, justo después de la repentina desaparición de Jungkook y mientras Samantha me atosigaba a preguntas, que el beso que había sentido segundos atrás no era más que un delirio. Había pasado, de hecho, varias horas muertas en la cama, dándole vueltas a cuántas posibilidades podría haber de que hubiera sido verdad. Pero cuando me di cuenta de que, efectivamente, no había sido más que una imagen proyectada por mi mente exhausta y confundida, fue cuando, a la mañana siguiente, Jungkook me saludó como si nada. 

 - Buenos días, Cora.

Y ya está. Nada más. No estaba nervioso, ni emocionado, ni nada fuera de lo normal. Así que confirmé que mis sospechas eran del todo ciertas. Y aunque me había pasado horas repitiéndomelo a mí misma, una parte de mí no pudo evitar desinflarse. Porque, en realidad, esa parte si creía que Jungkook pudiera sentir algo por mí.

 - ¿Empezando bien la semana? -dijo una voz detrás de mí.

Un brazo me rodeó el cuello, atralléndome hacia sí. Tae, como siempre, vestía una de esas radiantes sonrisas de buena mañana de las que solo él era capaz. De no haber sido por la tarde de compras en la que descubrí ese otro lado de su personalidad, no habría leído más allá de esa mirada que a primera vista parecía tan inocente.

 - No he podido pegar ojo -me encogí de hombros.

 - Me parece que no has sido la única.

Levanté la mirada. Jungkook estaba a unos metros, calentando. Estaba de espaldas a nosotros, pero la pared de espejos que tenía delante me permitía verle el rostro. No lo había notado antes, pero bajos sus ojos había unas intensas medias lunas negras que ni siquiera se había molestado en tapar con algo de maquillaje. Preocupada, estaba a punto de acercarme a él para preguntarle si había pasado algo, cuando el característico sonido de la carpeta del señor Cho me interrumpió. A mí, y a todos los demás presentes en la sala. 

 - Cambio de planes, chicos -dijo el hombre con más severidad de la normal -. Tenemos que adelantar el lanzamiento del próximo disco.

Se escucharon algunos gritos ahogados que, sospechaba, provenían del equipo de baile. Tae fue el primero en quejarse en voz alta sobre lo apretada que se estaba volviendo la agenda que la agencia les planificaba. Sin embargo no tardó en callarse cuando Jae se acercó a él para ponerle una mano sobre el hombro. Completamente metido en su papel de líder se preocupó primero de calmar los humos para después hacer frente al manager.

 - Las canciones para el disco aún no están listas -dijo él con calma.

 - ¿Cuánto tardaréis?

Jae miró de reojo a Chris y a Kai, que le miraban con gesto preocupado. Cuando el líder volvió a dirigir su atención al señor Cho, asintió con la cabeza.

 - Podemos tenerlas en un mes.

 - Que sean dos semanas -sentenció el hombre, haciendo que volviera a escucharse otro grito ahogado en la sala.

 - Es imposible que lo terminemos todo en dos semanas -dijo Chris, acercándose -. Al menos no con estos horarios.

 - Pues tendréis que hacer magia -contestó Cho, y algo es su forma de hablar denotaba cierta pesadez -. Hana quiere que lo tengamos todo listo para hacer el comeback el próximo mes. 

 - Eso es una locura -exclamó Kai -. Incluso si entre todos termináramos de componer las canciones que faltan y Chris pudiera producirlas a tiempo, aún habría que grabar el vídeo, los teasers, hacer las sesiones de fotos, preparar las nuevas coreografías...

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