El cielo se alzaba, imponente, lejano y completamente azul, sobre nuestras cabezas, como una especie de cúpula protectora. Apenas noté el aire frío al golpearme la piel, y tardé algunos segundos en reconocer dónde nos encontrábamos. Era la primera vez que subía a la azotea, y sería la última. Solo fue al ver a Jungkook respirar agitadamente, su pecho subiendo y bajando con fuerza, cuando me di cuenta de que yo estaba igual. Había sido todo tan repentino que no fui consciente ni siquiera de a dónde nos dirigíamos hasta la puerta metálica al final de las escaleras se abrió para dejar paso a la luz natural. Y ahí estábamos, respirando como si los pulmones se nos fueran a salir por la boca, mirándonos sin saber muy bien qué decir.
- Entonces -comenzó a hablar él después de un par de minutos en silencio -, cuéntame.
Lo miré con una ceja alzada mientras él cerraba la puerta y se sentaba en el suelo. Los rayos de sol que incidían sobre el hacían que su pelo brillara con un color castaño más claro del que le recordaba, cubriendo ligeramente sus oscuros ojos. Le imité para sentarme a su lado y dejé que mi espalda reposara contra la puerta.
- Esto es trampa. Ahora habremos llamado más aún la atención de los demás -bufé -. ¿Qué les diremos después?
- Ni idea -soltó él con total tranquilidad, encogiéndose de hombros -, pero yo he cumplido mi parte del trado: te he librado de la situación.
Una sonrisa traviesa le atravesó el rostro, haciéndole parecer incluso más joven de lo que era. Dios mío, era tan mono que tenía ganas de pellizcarle las mejillas y empezar a gritarle cosas en español ( cuatro meses en Madrid conviviendo con tres hermanas locas del sur daban para mucho). "Contrólate, Cora". Desvié la mirada hacia el cielo y solté un suspira.
- No tenemos la misma concepción de lo que es "librarse de una situación".
- Pero lo prometido es deuda -agregó él.
Vale, tenía que admitir que sentía debilidad por este chico. Por mucho que quisiera negarme, cuando me lo pedía con esa sonrisa me era imposible. Si seguía así conseguiría que le dijera mi contraseña del banco. Así que, contra toda mi férrea voluntad y con mi vergüenza más absoluta, respiré profundamente, dispuesta a soltarlo todo por mi boca. Trataba de convencerme a mí misma de que quizás aquello sería bueno para mí, que quizás hablarlo con alguien abiertamente me ayudaría a superarlo. Pero, ¿a quién quería engañar? Ni siquiera yo era capaz de creerme semejante estupidez.
- No puedo -dije soltando todo el aire reprimido de pronto.
- ¿Qué?
- Que no puedo. Es superior a mis fuerzas. Me da miedo decirlo en voz alta.
- ¿Por qué tienes miedo?
Al mirarle descubrí que aquella sonrisa juguetona había desaparecido. Me miraba con total y plena preocupación, como si de veras le importara. Por un segundo me sentí culpable de no poder decírselo cuando era algo que al parecer le afectaba, aunque solo fuera un poco. No podía verle con esa expresión de corderito degollado, pero tampoco podía hacer que las palabras salieran por mi boca. Había entrado en un conflicto interno digno de ser escenificado por dos versiones diminutas de mí misma apoyadas en cada uno de mis hombros, susurrándome al oído lo que debía o no hacer.
- Porque no quiero que te rías de mí, no quiero sentir vergüenza ni rechazo. Bastante conseguiste ya con que te dijera lo de... ser cantante y eso....
- Cora -dijo, casi en un susurró.
Sus manos se posaron sobre las mías con delicadeza, en un gesto íntimo que transmitía calidez y confianza. Las dos miniaturas se esfumaron de pronto, así como todo pensamiento racional dentro de mi cabeza. Me había quedado completamente en blanco. Jungkook sonreía ligeramente, con sus ojos férreamente puestos en mí.
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El Diario De Cora
RomancePodría decir que Coraline Collins era una chica normal, pero entonces estaría mintiendo. Coraline nunca había tenido una vida del todo normal, y siempre le había gustado soñar en grande. Demasiado diferente para relacionarse con mucha gente y muy...