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 - ¿Estos son tus chicos? -pregunto Samantha por tercera vez, anonadada, mientras observaba una foto del grupo en el móvil.

 - Si -sonreí con orgullo -, son geniales.

 - ¡Están buenísimos! 

Me sobresalté al escuchar aquellas palabras, girándome para mirar a mi amiga con cara de sorpresa. No es que nunca la hubiera escuchado decirlo, sino que nunca habría imaginado que aquel calificativo podía ir dirigido a mis chicos. En realidad, si me paraba a pensarlo, tenía razón, pero... "Céntrate", me reprendí a mí misma. Le quité el móvil de las manos y me lo guardé en el bolsillo del pantalón.

 - Es tarde, me voy a trabajar.

 - ¡Yo también quiero ir! -hinchó los mofletes.

 - Pues echa curriculum y que haya suerte -guiñé un ojo.

Ella pareció pensárselo un segundo, para luego desechar la idea con un movimiento de cabeza. Entre risas salí por la puerta. Cada día se me hacía más largo el camino a la agencia, pues cada día tenía más ganas de trabajar que el anterior. Apenas llevaba una semana, y ese había sido tiempo suficiente para ir distinguiendo un poco más la personalidad de cada uno de los Senven Seasons. Park parecía el más desenvuelto con las mujeres, el más ligón; Chris era pacífico y lo observaba todo desde lejos, siempre con una contestación irónica o algún chiste que contar; Jin se comportaba (como me habían dicho el primer día) como una auténtica madre no solo con el grupo, sino con todo el equipo; Tae era más infantil y divertido, siempre actuando de manera un tanto extraña; Jae era simplemente el líder, atento y responsable, aunque de vez en cuando dejaba salir a su niño interior; Kai siempre estaba haciendo bromas, corriendo de un lado para otro y poniendo voz aguda para molestar a sus amigos; y por último Jungkook, juvenil y rebelde, aunque parecía controlarse un poco al ver que le miraba. 

El día, que había amanecido espléndido y soleado, se teñía de gris mientras cruzaba las puertas de la agencia. Paro no tenía tiempo para observarlo, ya que llevaba todo el camino con la vista fija en mi móvil, donde había guardado fotos de todas las prendas que vía por la calle y me resultaban interesantes para usarlas, o de los chicos que me servían como inspiración. La idea que se había instalado en mi cabeza parecía fraguarse y crecer poco a poco.

 - ¡Cora! -llamó una voz a mis espaldas cuando estaba a punto de subir al ascensor.

Me giré extrañada. Nadie allí me llamaba Cora. Para mi sorpresa, era Tae quién había pronunciado aquel apodo, y venía corriendo, con un Jungkook cargado de bolsas detrás de él. Aguanté la puerta para ellos, que entraron jadeantes.

 - Te dije que no corrieras -dijo Jungkook, doblándose un poco hacia delante para respirar hondo.

 - Y yo que corrieras, o Cho nos regañará -contestó Tae vivazmente.

De pronto el muchacho se giró para mirarme, como si fuera la primera vez en todo el trayecto que recordaba que me encontraba en el mismo habitáculo que él. Sonrió ampliamente, haciendo que sus ojos parecieran más rasgados de lo que ya eran.

 - Hoy también estás muy guapa, Cora -dijo a modo de saludo, e instantáneamente abrió los ojos y puso cara de circunstancias -. Porque puedo llamarte Cora, ¿verdad?

 - Claro -asentí entre risas. 

 - ¿Ves como no se iba a enfadar? Deberías soltarte un poco más -susurró en voz alta, mirando a Jungkook, que pareció encogerse en el sitio.

Las puertas se abrieron y Tae salió dando saltitos hasta la sala donde se reunían con el equipo, mientras Jungkook le gritaba que cogiera alguna bolsa antes de irse. Pero él, tan feliz como iba, no le hizo ni caso antes de desaparecer del pasillo. Los dos negamos con la cabeza y reímos por lo bajo. Entonces él se volvió a mirarme, con una sonrisa tímida en los labios, y se inclinó ligeramente.

El Diario De CoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora