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Una serie de pasos y voces comenzaron a llegar a mis oídos, amortiguados por la capa de mantas que me cubrían hasta la cabeza. Probablemente eran mis compañeras de cuarto, regresando de la pequeña fiesta. Completamente negada a abandonar mi apacible sueño me acurruqué aún más, sintiendo la reconfortante calidez de... alguien. Abrí los ojos de pronto, asustada. ¿Había alguien en mi cama? Mis manos fueron directamente hacia el cuerpo que se hallaba tendido a mi lado, haciendo que este se moviera de pronto, sorprendido. Entonces logré distinguir las voces que volaban a mi alrededor. 

 - ¿Y qué haces en la cama tan pronto? -preguntó la voz de Tae con tranquilidad.

 - Estaba cansado -contestó Jungkook, a mi lado, con la tensión bañándole la voz.

¿Jungkook? ¿Estaba en la cama de Jungkook? ¿Cómo demonios había llegado allí? Recapitulé lo último que recordaba hasta llegar a la parte de los chupitos. Y aunque todo estaba borroso después de aquello, la conversación en el porche era algo que aparecía con claridad en mi memoria. No estaba muy segura de cómo habíamos acabado así, pero si creía recordar haber sido yo misma quien le había convencido de permanecer en la cama junto a mí. Noté como la sangre me subía rápidamente hasta las mejillas.

 - Claro, han sido unos días muy duros -dijo Tae, mientras le escuchaba meterse en su cama.

 - ¿Y desde cuando duermes con ropa? -preguntó, suspicaz, la voz de Chris.

Jungkook se tensó a mi lado. Comprendí que ninguno se había dado cuenta aún de la situación, así que intenté pegarme aún más a su cuerpo, disimuladamente. Pude notar que, efectivamente, Jungkook aún llevaba la ropa con la que le había visto en la fiesta. 

 - Hace frío, hyung -se limitó el a contestar, poniendo un tono más amable al que solía dedicarle a los chicos.

Durante un minuto todo estuvo en pleno silencio. Poco después, los pasos de Chris se alejaron hasta la que debía de ser su cama. Jungkook se giró, quedando de frente a mí. Las luces estaban apagadas y las mantas me tapaban lo suficiente como para no poder ver nada, pero el simple hecho de saber que estaba tan cerca de mí, en aquella situación, ya me resultaba lo suficientemente vergonzoso. Con un movimiento lento y tímido, pasó su brazo sobre mí para alcanzar mi espalda. Sus dedos temblaban un poco, como un indicador de que sentía tanta vergüenza como yo en aquel momento. Pero comenzaron a moverse sobre la fina tela de mi camiseta con movimientos calculados y repetitivos. Tardé algunos segundos en descubrir que estaba escribiendo algo en mi espalda. 

 - "¿Estás despierta?" -escribió un par de veces.

Me mordí el labio con fuerza, pensando si sería mejor contestar o hacerme la dormida. Tras algunos segundos y cuando él ya había desistido en su tarea, alargué un poco la mano hasta colocarla sobre su estómago. Incluso bajo la ropa podía distinguir los músculos de sus abdominales que, al pasar mis dedos sobre ellos, se tensaron ligeramente.

 - "Si" -respondí.

Su mano, que casi había abandonado mi espalda, volvió a su sitio. Apoyada en la curva de mi cintura, comenzó a deletrear de nuevo en mi espalda, mandándome una intensa corriente de escalofríos por todo el cuerpo.

 - " Los chicos están en el cuarto".

 - "Lo sé".

 - "Cuando se duerman, deberíamos salir de aquí". 

 - "Si".

Fui consciente entonces, al soltar todo el aire que había en mis pulmones, de que había estado conteniendo mi respiración. Era la primera vez que me encontraba en una situación así, y no sabía muy bien cómo debía comportarme. En mi cabeza volvió a resonar la voz de Samantha diciendo algo sobre chicos y trabajo que no lograba recordar con claridad (nunca prestaba demasiada atención a sus discursos). El tiempo parecía no avanzar bajo las mantas.

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