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Estaba cómoda y calentita, y no quería que aquella sensación terminara nunca. Las sábanas olían a suavizante y a algo más, y el colchón parecía abrazar cada curva de mi cuerpo. Y luego estaba aquella presencia fuerte y protectora a mi lado, cálida y familiar. Era como si estuviera justo donde debía estar, como si aquel fuera mi lugar exacto en el mundo. Por un momento aquello fue todo en lo que podía pensar.

Entonces fui consciente de lo cerca que estábamos el uno del otro, de las cosquillas que el aire que salía de su boca me hacía en las mejillas, y de la forma en que sus dedos vagaban por mi espalda, trazando patrones aleatorios. Abrí los ojos casi de golpe, tan rápido como volví a cerrarlos. Debía de ser bien entrada la mañana, pues entraba por la ventana la luz de un sol de justicia. Tuve que parpadear varias veces hasta adaptarme, y entonces pude ver a Jungkook. Tenía los ojos casi completamente cerrados, las pestañas largas y espesas proyectando sombras sobre sus pómulos. Su respiración era relajada, su pecho subiendo y bajando lentamente con cada bocanada de aire. Con suma delicadeza comencé a alejarme de él, pero un gruñido me retuvo en el sitio.

 - No te muevas -dijo con la voz ronca.

Algo en su forma de hablar me hizo tragar saliva, el corazón dándome volteretas dentro del pecho. Me aclaré la garganta antes de contestar.

 - Deberíamos levantarnos ya.

 - Solo un poco más -volvió a gruñir -. Déjame dormir un poco...

 Al ver cómo su voz se iba apagando poco a poco decidí darle otra oportunidad al plan de huida. Pero tan pronto como notó el movimiento, la mano que me había acariciado la espalda se posó plana sobre ella, haciendo presión en la parte baja, tratando de mantenerme en el sitio. 

 - ¿Por qué tienes tanta prisa por levantarte? 

 - Porque nos vamos hoy, y aún no hemos visto a tus padres -dije apresuradamente.

Tan pronto como aquellas palabras salieron de mi boca, las imágenes de la noche anterior pasaron como una película por mi cabeza. Había sido un encuentro tan extraño que incluso sospechaba haberlo soñado. 

 - ¿Mis padres? 

Jungkook apretó los ojos antes de abrirlos por completo, parpadeando varias veces. Vi en sus labios el atisbo de una sonrisa, que desapareció tan rápido que me dejó pensando si habrían sido imaginaciones mías. Entonces comenzó a desperezarse, dejándome por fin salir de la cama. Despertarse junto a Jungkook era uno de esos grandes placeres prohibidos a los que tendría que renunciar después de aquel día, pero no pensaba dejar que aquellas pensamientos me nublaran lo que me quedaba por disfrutar. Pensaba sacarle el máximo jugo al día. 



Desde que habíamos salido de la habitación por la mañana y nos habíamos metido en nuestro papel de "feliz pareja", Jungkook y yo solo nos habíamos soltado de la mano para poder comer. S madre se había presentado al desayuno, ni rastro de la mujer cansada de la noche anterior, aunque no había dicho ni una palabra, ni sobre nosotros, ni sobre el pelo de Dambi. Jungkook, con sus dotes de actor digno del papel principal de un drama, había provocado ciertas escenas de esas que conseguían ruborizarme al máximo potencial de mis mejillas, y que me dejaban preguntándome dónde estaba el chico tímido que apenas podía sostenerme la mirada el primer día. Escenas como abrazarme, besarme los nudillos cuando nuestras manos estaban entrelazadas, o soltar algún que otro piropo de esos demasiado íntimos, de esos que casi me hacían dudar de si serían reales o no.

- ¿Qué opinas, mamá? -escuché que Dambi le preguntaba bajito a su madre.

- Que es pronto para opinar -dijo la mujer en tono neutro.

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